jueves, 15 de julio de 2010

SALUD INFANTIL Escuelas de la obesidad


SALUD INFANTIL
Escuelas de la obesidad



La venta de alimentos y productos con bajo contenido nutrimental en las escuelas supera los 40,000 mdp al año. Se trata de un comercio que se aprovecha de la corrupción de maestros y padres de familia, y de la nula cultura de los mexicanos por comer sano y bien


Carlitos, como todas las mañanas, caerá en las redes de la tentación y los malos hábitos. El Chispa –como suelen llamarlo sus amigos– es alumno de la primaria Ezequiel A. Chávez, y una vez más espera con ansias que llegue la hora del recreo. Finalmente, sale disparado del salón por su kit de calorías: palomitas, una sopa instantánea y una bebida endulzada. Mañana volverá, quizá agregue en su menú unos chicharrones, gracias a que tiene una línea de crédito de la cooperativa.

El consumo de los llamados productos chatarra en los niños de México es una barbaridad. De hecho, la máquina registradora por su compra jamás se detiene. Así, nadie sabe a ciencia cierta el tamaño del negocio, pero la Secretaría de Educación Pública (SEP) tiene una presunción: que los 25,603,606 alumnos de escuelas públicas y privadas que tiene registrados gastan más de 40,000 mdp al año en este tipo de “comida”.

Uno de ellos es El Chispa, quien no suele ser un estudiante modelo, pero es de ochos, calificaciones por las que recibe 10 pesos diarios para comprarse sus gustitos. Sin embargo, él está vendido con la cooperativa, ya que gasta en promedio 12 pesos. Entonces, desembolsa 60 pesos a la semana, cifra que se dispara a 240 al mes. En números duros, destina 2,400 pesos al año –durante los 200 días que marca el calendario escolar– para consumir estos productos.

En la escuela Ezequiel A. Chávez se venden chicharrones, dulces, paletas de hielo, palomitas, papitas y otras botanas que son los favoritos de los niños y los que dejan más ganancias. Según Catalina Nieves, encargada de la cooperativa, la comercialización de este tipo de productos representa 40% de los ingresos totales de la cooperativa de la escuela de El Chispa.

Por otro lado, los alimentos preparados –tacos, quesadillas, sopes– constituyen 30% de los ingresos; mientras que el porcentaje restante es producto de la compra de bebidas, principalmente refrescos y bebidas endulzadas. La semana pasada, por ejemplo, se vendieron 180 de estos contra 48 botellas de agua.

De esta manera se mueve la poderosa industria de productos chatarra en las escuelas de los niños mexicanos, un negocio que opera entre la formalidad y la informalidad, ya que se ejerce en instituciones públicas y privadas pero que comercializa mercancía que nadie supervisa, práctica que pone al descubierto otra circunstancia: la discrecionalidad para reportar sus ingresos.

Así las cosas, el vigor de la venta de productos chatarra se vale de dos aspectos: el vacío que el Estado deja al no disponer de una estructura que le permita verificar qué se vende en las cooperativas escolares y la precaria cultura de los mexicanos para comer bien y sano.

EL MUNDO TURBIO DE LAS COOPERATIVAS

La cooperativa de la escuela de El Chispa, al igual que las de otros planteles, trabaja bajo un esquema en el cual existen un Comité de Administración, otro de Vigilancia y uno de Coordinación Educativa.

El primero lo conforman un presidente, un tesorero y un secretario, quienes se encargan de manejar la contabilidad de la tiendita escolar. El segundo lo integra un grupo encargado de revisar la calidad y cantidad de los productos que ahí se venden. Mientras que el tercero se responsabiliza de explicar a todos los integrantes del plantel el manejo de la cooperativa.

De acuerdo con el discurso oficial, el plantel registra el dinero que obtiene la cooperativa en libros contables, sin embargo, los mismos maestros acusan que no se registran las ventas netas e invariablemente hay una mano negra que se queda con una parte de las ganancias que se generan. “Hacen una caja chica, que usualmente es la más grande”, sostiene María Elena Heras, ex supervisora de la zona escolar de primarias número 27 que está a cargo de siete escuelas de la delegación Azcapotzalco, en la Ciudad de México.

Técnicamente, todos los miembros de un plantel –alumnos, maestros y empleados de apoyo– son socios de la cooperativa, pero los únicos que toman las decisiones de lo que se hace con el dinero son los maestros que representan el órgano de gobierno. Y las ganancias que se obtiene se destinan supuestamente de la siguiente manera: 40% a un fondo social, 40% a un fondo repartible y 20% al fondo de reserva. El fondo social es el único que se puede gastar, con aprobación de todos los socios de la escuela y en teoría se utiliza para adquirir materiales que la escuela necesita. El fondo repartible es el que se distribuye al final de ciclo escolar entre todos los miembros del plantel. Por su parte, el dinero que ingresa al fondo de reserva funge como una caja de ahorro que se utiliza sólo en caso de emergencias.

“Las cooperativas, donde se vende todo tipo de alimentos, son cotos de poder”, acusa Miguel Alonso Raya, ex diputado federal del PRD y maestro. “Buena parte del dinero que se recauda no se reporta, por lo que representa una especie de acuerdo tras bambalinas entre la directiva de la escuela y los padres de familia”.

Al respecto, Consuelo Mendoza, presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), asegura que algunas escuelas ceden la concesión de estas tiendas a terceros –como los conserjes de los planteles–, por lo que se abre un terreno fértil para la opacidad. “En algunos casos las concesiones se toman como un gran negocio, sobre todo en escuelas particulares donde los alumnos tiene mayor nivel económico”.

De esta manera, no duda que las cooperativas escolares sean bastiones de poder y algo más: las cocinas que alimentan a millones de pequeños. Bajo este criterio, manifiesta que el manejo de éstas es, literalmente, a contentillo de quienes las operan. Así, es un secreto a voces el cúmulo de irregularidades que presentan, pero es casi imposible obtener pruebas para denunciarlas. “Sé que existen, todos los sabemos y la SEP lo sabe, pero no hay pruebas”.

La vigilancia en las cooperativas, por lo tanto, aparece en algún reglamento pero no se aplica. La misma comunidad escolar “revisa” el estado que guarda cada una de las cooperativas y es así como brilla la discrecionalidad.

Bajo el cristal de Miguel Alonso Raya, investigar a las cooperativas es como si se ingresara a las catacumbas ya que son pequeños microcosmos que encierran intereses muy particulares. En su opinión, no se trata de bastiones del SNTE. De hecho asegura que la maraña de complicidades no llega hasta los terrenos de Elba Esther Gordillo.

Su argumentación es más simple: “El negocio se mueve entre el plantel directivo de la escuela y quienes manejan la cooperativa. Por otro lado están algunas empresas de alimentos y bebidas que negocian para vender allí sus productos, a cambio de proporcionar computadoras para la escuela”.

El negocio, visto así, es (y será) insaciable, y las consecuencias allí están:

Ernesto Krug Llamas, especialista en Epidemiología del Instituto Mexicano de Seguro Social, informa que 3 de cada 10 niños de entre cinco y nueve años de edad tienen sobrepeso. Pero la tendencia va al alza.

EL DRAMA DE LA BUENA ALIMENTACIÓN

Emiliano cursa el tercer grado de primaria. Su mamá le dio 10 pesos antes de entrar a la escuela, porque no tuvo tiempo de hacerle su lunch. En el recreo, él y su compañera Andrea corren a la cooperativa para comprar los chicharrones y las papitas que tanto les gustan, pero se tienen que apurar porque de todos los alimentos de la tiendita estos son los que se acaban primero.

“A mí lo que más me gusta es el refresco y las papas, pero también los chicharrones. A veces mejor me compro dos paletas porque son más baratas y me alcanza para más”, dice Emiliano.

A Frida, su mamá sí le puso un sándwich, sin embargo es la primera en la fila de la cooperativa. Ella quiere unos cheetos con mucho limón y salsa picante. “Primero me como lo que compro y después, si todavía tengo hambre, me acabo el sándwich y, si no, lo escondo en la mochila”.

Para Mario el recreo es esencial, primero por el futbol y después por comer papas con salsa que apuesta con sus amigos. “A David ya le gané dos veces, además Marcos y Joel aún me deben dos paletas de limón; el sándwich no me gusta, sabe feo y menos con puro huevo”.

De acuerdo con una explicación clínica, los productos chatarra tienen una alta demanda porque se aprovechan también de la pésima cultura alimentaria en México. Es decir, los padres de familia son, en primer orden, los responsables de los malos hábitos alimenticios. En las casas inicia la raíz del conflicto, ya que el sinónimo del desayuno son las sopas instantáneas.

“La obligación y responsabilidad de lo que comen los niños es de los papás. Nosotros (los maestros) tratamos de buscar alimentos más nutritivos, pero nadie nos capacita para saber qué es saludable y qué no. Hay mucha desinformación sobre el tema”, subraya Elizabeth García, presidenta de Cooperativas en la Escuela Primaria 30 de Septiembre.

En ese sentido, las autoridades sanitarias consideran que el negocio en las cooperativas está concentrado fundamentalmente en las “garnachas”, es decir, en las quesadillas, los sopes y la comida preparada en estos mismos centros, y que tampoco cuentan con una certificación de calidad.

Al respecto, el Consejo Mexicano de la Industria de Productos de Consumo (ConMéxico), indica que en la actualidad 80% de lo que se consume en las escuelas es alimento preparado en el mismo lugar y no productos envasados. “Los ingresos de la industria que provienen de las escuelas es mínimo”, menciona Lorena Cerdán, vocera del organismo. A pesar de ello, según cifras de ConMéxico, las 700 marcas del sector alimentos y bebidas que representa la institución generan ventas en las escuelas por aproximadamente 10,600 mdp.

Por otro lado, consumir en las cooperativas representa una cuestión de estatus. En las escuelas particulares, por ejemplo, los padres mandan a sus hijos hasta con 100 pesos para gastar en alimentos durante el día, informa la ex supervisora de la zona escolar 27 de primarias. En algunas ocasiones, agrega, estos colegios otorgan el dinero de las cooperativas a los grupos que van a concluir sus estudios para hacer el viaje o la fiesta de graduación. “Pero esto, invariablemente, se inspira en intereses personales”.

Hay más. Luego de una investigación por varios colegios particulares quedó de manifiesto una práctica generalizada: el otorgamiento de líneas de crédito por parte de las cooperativas –franquicias, les llaman en estas escuelas– para los alumnos. Sí, como un sistema financiero bien acabado, los responsables de estas tiendas capitalizan el hecho de que los alumnos tienen el poder adquisitivo, y no llevan lunch “porque se ve mal”, para extenderles una línea de crédito que puede llegar hasta los 350 pesos. Así, el negocio nunca para.

LA CUESTIÓN ES: ¿PROHIBIR O EDUCAR?

En mayo pasado, la SEP –en colaboración con la Secretaría de Salud– lanzó una propuesta de anteproyecto de ley titulado “Lineamientos generales para el expendio o distribución de alimentos y bebidas en los planteles de educación básica”, que tiene como objetivo combatir el grave problema de sobrepeso y obesidad en los niños y adolescentes del país.

De esta forma, los lineamientos para el próximo ciclo escolar contemplan que los alimentos preparados y botanas saladas no deberán rebasar las 180 y 160 calorías por porción, respectivamente; mientras que las galletas, pastelitos y postres deberán tener cantidades menores a las 140 calorías por empaque.

En el caso de la leche, la presentación no deberá contener más de 240 mililitros (ml) por producto, al tiempo que los jugos de frutas máximo 125 ml por porción y sin endulzantes artificiales añadidos.

Así, el 10 de junio, la SEP envió los lineamientos a la Comisión Federal para la Mejora Regulatoria (Cofemer) para iniciar un proceso de análisis costo-beneficio y la consulta pública de los mismos. Después, el 24 de junio, en un documento enviado a la Cofemer, la SEP estimó que el impacto total en costos para la industria de alimentos y bebidas será del orden de los 30.6 mdp. Esto si se considera una afectación en las ventas de 20.4 mdp y un costo de 10.2 mdp por la incorporación de nuevos productos.

Por otro lado, la dependencia detalla que la implementación del anteproyecto incidirá en una contracción de 0.7% de la obesidad, lo que generará beneficios por 8,511 mdp por la reducción de la atención médica y los ingresos perdidos por muertes prematuras a causa del sobrepeso y la obesidad.

De esta forma, la SEP sustenta que los beneficios de aplicar la normatividad para regular la venta de alimentos en las escuelas son mayores a los costos que implica para la industria. Sin embargo, ante esta postura quedan al descubierto las diferencias entre el sector público y la industria, ya que ConMéxico indica que la afectación económica para las empresas de alimentos y bebidas, al implementar esta norma, será mayor a la prevista por la SEP.

El organismo anticipa que, de aprobarse la propuesta, algunos de los costos para una sola línea de producción serían desde 2.3 a 187 mdp por la reformulación de producto, de 11 a 260 mdp por el rediseño de empaques, de 10,600 mdp en pérdidas por dejar de vender en escuelas y de 225 mdp en sobreinventarios de materiales de empaque de línea o destrucción de los mismos.

Por esta razón, la hipótesis tiene pies y cabeza: la industria es (y será) uno de los obstáculos para que se aplique cualquier legislación en la materia.

Como sea, el próximo 22 de julio la Cofemer enviará un primer dictamen preliminar con observaciones para mejorar los lineamientos y, una vez que la SEP y la Secretaría de Salud respondan al dictamen, ésta entregará un dictamen final en los siguientes cinco días hábiles.

En un periodo de tres meses la industria se tendría que adaptar a las nuevas modificaciones, lo cual se aplicaría de manera gradual en tres etapas: la primera durante el ciclo escolar 2010-2011; la segunda durante el correspondiente 2011-2012. La tercera y última etapa se aplicará durante 2012-2013 y los ciclos posteriores.

Este proyecto de ley podría entrar en vigor el próximo ciclo escolar (2010-2011), revela Ernesto Saro Boardman, presidente de la Comisión de Salud del Senado de la República, quien ve muy probable que en agosto el Presidente lance el decreto de ley para regular la venta de alimentos y bebidas en las escuelas.

Sin embargo, a pesar de que se aprueben estos lineamientos, el problema no disminuirá si no se supervisa de forma adecuada a las cooperativas escolares y si los padres de familia no mejoran sus hábitos alimenticios.

“Aunque se regule o se restrinja lo que se vende en las tienditas escolares, los padres no van a dejar de poner en la loncheras de los niños productos que no son saludables, o les darán dinero para que los compren en la tiendita de la esquina o en los puestos ambulantes que están fuera de las escuelas”, considera Consuelo Mendoza.

Así, el gobierno debería dirigir esta campaña para reducir la obesidad sobre todo a los padres de familia, para que los menores adquieran buenos hábitos de alimentación desde sus casas y elijan lo que deben y no deben comer. “Si los niños aprenden desde casa a escoger los alimentos que necesitan, sabrán que también es bueno probar una golosina (sin exceso) después de una sana alimentación”, complementa la titular de la UNPF.

Por lo pronto, El Chispa come su comida preferida: unas palomitas con exceso de mantequilla. Él, de momento, no tiene la menor idea de la cantidad de grasa que está consumiendo. Hoy, pesa 35 kilos, cuando su peso promedio tendría que ser de 30. Finalmente, termina el recreo y en la mente de Carlitos sólo hay un propósito: regresar mañana a la cooperativa pero, ahora, para comprar una bolsa grande de chicharrones con mucha sal y limón.


¿QUÉ ES LA COMIDA CHATARRA?

Son todos aquellos alimentos con un alto contenido en grasas, sales, condimentos, azucares refinadas y aditivos alimentarios, como los potenciadores de sabor o los colorantes. Por lo general este tipo de alimentos cuentan con una muy pequeña cantidad de nutrimentos, es decir, proteínas, carbohidratos, lípidos, vitaminas y minerales. Entre los productos que pueden relacionarse con la comida chatarra se encuentran las frituras, las bebidas endulzadas con gas, las golosinas, los pastelillos y las galletas.


LA PERSPECTIVA MÉDICA

Más allá del gran negocio de las frituras y cooperativas de las escuelas mexicanas, la nutrióloga egresada de la UAM, Bianca Castillo, señala que la principal razón de la obesidad infantil se fundamenta en los malos hábitos alimenticios que los niños suelen tener. “El problema es cultural, los padres han dejado de estar al tanto de los niños, motivo por el cual se presentan cada vez más comidas rápidas”, señala la especialista.

Ante esta problemática, la experta asegura que es fundamental crear campañas de nutrición que establezcan claramente las porciones que los niños deberían tomar de cada alimento o producto, sin que en éstas promuevan terminar de tajo con los alimentos que los niños consumen normalmente, ya que este tipo de situaciones lo único que hacen es generar desencanto en los pequeños.

Es también importante trabajar con los padres, destaca la nutrióloga, ya que ellos son la cabeza de las familias y si no modifican sus hábitos será muy difícil inculcarlo a los niños. “La escuela es una parte importante en la vida de los niños, pero no debemos olvidarnos del tiempo que los niños pasan en casa, es un trabajo que requiere de mucho apoyo familiar”.

Respecto a los programas que deben establecerse, Castillo menciona que estos deben contener siempre a todos los grupos alimentarios para que en verdad se pueda hablar de una dieta completa y equilibrada. “Mucha gente piensa que una dieta sólo se puede llevar a cabo quitando grasas, botanas o dulces, pero lo único que se hace es crear desequilibrios en el cuerpo”, comenta.

Por este tipo de razones es necesario concretar pláticas con los padres, precisa la especialista. Así, el problema no es que se establezcan porcentajes para las porciones de alimentos, sino educar a las personas para que sepan cómo equilibrar su alimentación. “El punto es enseñar a todos que los buenos hábitos no son una cuestión de sacrificio, sino una forma de vida que deben seguir para evitar afectaciones en un futuro”.

No hay comentarios: