lunes, 24 de mayo de 2010

¡Fuera Calderón!

¡Fuera Calderón!

Martha Anaya

May 24, 2010

La mesa de votación estaba en el Parque México, frente a lo que los vecinos llaman “La mujer de los cántaros”: dos sillas, una urna de cartón y una pequeña mesa con carteles colgando.

Los carteles y volantes que obsequiaban dos mujeres mayores a los transeúntes mostraban un bote negro de basura abierto, del que asomaba medio rostro de Felipe Calderón. Sólo se veían sus ojos, cejas, la frente amplia y el cabello.

En letras capitulares negras se leía: “¡Abajo el mal gobierno! ¡Fuera Calderón!” Líneas abajo, en tinta roja, anunciaba: “Consulta Nacional Para exigir la destitución de Felipe Calderón 22, 23 y 24 de mayo, 2010.”

Los organizadores firmantes eran el Comité Civil Nacional para la revocación de mandato a Felipe Calderón, Asamblea Nacional para la Resistencia Popular y el Congreso Social.

La zona del parque estaba pletórica de paseantes. En la pérgola se llevaba a cabo el “Encuentro de Culturas Indígenas” y estaba de lo más animados. Se vendían plantas de Xochimilco, collares de Colombia, dijes peruanos, quesos poblanos, enchiladas con distintos moles, nieves y aguas de nopal; y había música de distintos países.

Todo ello se sumaba al habitual ritual dominguero de los chamacos y familias en bicicleta, los talleres de pintura, los bailarines de tango, las gaitas a un lado del lago de los patos, los chicharrones, los globos y las decenas de paseantes con sus perros.

Sin embargo, la mesa de votación para la revocación de mandato apenas si la miraban. Para las cuatro de la tarde del domingo apenas si habían recabado unas cincuenta firmas. El sábado, según nos dijeron, juntaron unas cuatrocientas.

La boleta de votación constaba de una sola pregunta: “¿Está Usted de acuerdo en la destitución (revocación) de Felipe Calderón como Presidente de la República Mexicana? Sí o No”.

Lo único que se requería para votar era ser mayor de 15 años y una identificación. Cruzaba uno la boleta en el Sí o en el No, apostado tras una media caja de cartón, y la depositaba en la urna. Hecho lo cual le pintaban una rayita en el pulgar con un plumón negro.

Pero como decía, prácticamente nadie se acercaba a aquella mesa silenciosa donde dos mujeres sentadas bajo el rayo del sol aguardaban que alguien se acercase a participar. Ni siquiera ofrecían los volantes que tenían sobre la mesa y en cuya parte posterior se leía entre otras cosas:

“Calderón y su camarilla de empresarios políticos vendepatrias, están empeñados en imponer el terror y la violencia para consumar la destrucción de la Nación Mexicana, el despojo de lo que nos queda en bienes naturales, derechos sociales y soberanía nacional.

“Si no los detenemos y luchamos para echarlos del gobierno desde ahora, México va a terminar siendo un simple corredor de droga, un territorio totalmente saqueado, una neocolonia”.

Nadie increpaba a aquellas mujeres ante la urna, pero tampoco se detenían. Apenas una ojeada al pasar para medio mirar de qué se trataba y seguían en lo suyo.

Recordé el escándalo que se armó cuando Porfirio Muñoz Ledo declaró hace un par de años algo así como que había que derrocar a Calderón, pedir la revocación de mandato. Recordé también la campaña hace unas semanas en Facebook que pedía firmas para la revocación de mandato. ¡Juntó decenas de miles en unos cuantos días!

Muy distinto a lo que veía ahora en el parque. La participación in situ de la gente, dista mucho de la que se ve en las redes sociales –quizás por el escudo del anonimato en muchos casos–, aunque ambas sean reales.

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