miércoles, 12 de mayo de 2010

Cada quien su seguridad

Javier Ibarrola



Durante muchos años los civiles se han desentendido de los temas relativos a la defensa porque han considerado que son los militares los que tienen que decidir políticas que, por su naturaleza, deben ser iniciativa de la autoridad civil. “El instrumento son las fuerzas armadas, pero la política misma debe venir de la autoridad civil”.

Para los gobiernos, desde el de Ernesto Zedillo al actual, la seguridad nacional (SN) y la estructuración de políticas adecuadas se han convertido en tarea primordial del gobierno, aunque una tarea inacabada principalmente por la confusión permanente en cuanto a la concepción de SN, seguridad pública, seguridad interior, seguridad exterior, etcétera.

Además, el tema de la seguridad ha sido trastocado por cada gobierno de acuerdo con su visión de Estado y los requerimientos que juzga cada uno como indispensables para el establecimiento de una política respectiva.

Cada gobierno, esgrimiendo la “razón de Estado”, replantea el tema de la seguridad en relación directa con el sistema democrático que pretende impulsar. Generalmente se aducen el fortalecimiento de la democracia, el federalismo y las relaciones internacionales.

Así, la SN quedó sujeta a la interpretación política y operacional de cada estado, de cada sociedad ante situaciones particulares. Por ello la SN puede significar cosas distintas para individuos y momentos diferentes, dependiendo de lo que se debe proteger y del tipo de una amenaza específica.

La reciente aprobación por parte del Senado a la iniciativa presidencial que busca afinar la Ley de Seguridad Nacional, refleja uno a uno los errores de origen que aquí se exponen, siendo dos de los principales el restringir la capacidad presidencial para el uso de las fuerzas armadas y el embrollo burocrático en que las mismas pueden verse atrapadas.

Estas adecuaciones, sin considerar ni con mucho una reforma constitucional, obliga al presidente a disponer de las fuerzas armadas únicamente para el “auxilio” de autoridades civiles rebasadas por un problema de seguridad pública que escaló el ámbito de la seguridad interior y nacional.

El embrollo burocrático en el que sume el Senado al Ejército consiste en que para que se emita una declaratoria de afectación a la seguridad interior —tema olvidado por el legislador— se tiene que hacer una solicitud, integrar el expediente, solicitarlo ante el Senado o la Comisión Permanente y esperar la resolución, para después, según senadores priistas, sea remitida al Presidente de la República para su aprobación, tiempo considerable durante el cual, la violencia pudiera aumentar peligrosamente.

Se impide también que las fuerzas armadas intervengan en movimientos políticos, electorales o de índole social, como si llegado el caso esto no afectara la seguridad interior del país. Además, la Constitución General de la República establece muy claramente esta situación como misión de las fuerzas armadas, toda vez que afecta el orden público y la seguridad interior.

Como en gobiernos anteriores, la iniciativa presidencial y la apresurada deliberación senatorial, respondió al “estilo personal” de gobernar, en la que no incluyó el establecimiento de una política eficiente de seguridad, sino que se limitó a acotar el papel del Ejército, como si se tratara del enemigo a vencer.

La oficina de comunicación de Manlio Fabio Beltrones, líder de la fracción priista en el Senado, después de la votación, hizo llegar a los medios un documento explicativo de lo que según él sí se hizo.

Pero por más explicaciones, el tema de la seguridad interior quedó colgando de las lámparas del Senado, pues para el legislador resultó más importante atarle las manos al Ejército que establecer de una vez por todas una política seria y eficaz de seguridad nacional.

Con ello, una vez más, la SN quedó sujeta a la interpretación política y operativa del Estado, y no a las necesidades específicas de un país rehén de la delincuencia.

De imaginaria

“¿Recuerdan al capitán Rubio?”, escribe P. Sánchez H. Sí, el comandante de la sexta que fuera famoso por su parecido con el héroe de historieta llamado Gene Autry, pues lamentablemente falleció esta madrugada (6 de mayo) en el Hospital Regional de Puebla.

Desde aquí envío un adiós o un hasta luego a mi general, Juan Rubio Valdez, quien fuera uno de los oficiales que hicieron época en el Heroico Colegio Militar de Popotla bajo la dirección del general Jerónimo Gomar Suástegui, y con Mandrake en la Comandancia del Cuerpo de Cadetes.

P. Sánchez H.

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