-Quedamos como meros “idiotas útiles”.
Así se califica –y de paso a la mayoría de sus compañeros legisladores–, el senador Ricardo García Cervantes.
Y tiene razón. Porque después de ver que los líderes de sus partidos y sus coordinadores legislativos –él incluye expresamente a Josefina Vázquez Mota y a Gustavo madero—negociaron en la secretaría de Gobernación un no a las alianzas electorales PAN-PRD a cambio del aumento de impuestos, todos los demás –los legisladores de a pié, quedan como meros comparsas, como “idiotas útiles”.
Ya podrán salir ahora Manlio Fabio Beltrones, Carlos Navarrete, Gustavo Madero, Francisco Rojas, o Josefina Vázquez Mota, a anunciar alguna de sus maravillosas iniciativas o acuerdos logrados en tal o cual tema, y la sospecha de una negociación ignominiosa caerá sobre ellas.
Es más, la sombra de la duda se ha levantado ya hacia iniciativas que aprobaron en meses pasados o que se han congelado inexplicablemente. El propio senador panista apunta algunas en su entrevista con Proceso:
-¿Se negoció la concesión para no cobrar derechos al nuevo tramo del espectro radioeléctrico?
Vistos los resultados, no cabe duda.
-¿Por qué está parada la Ley de Seguridad Nacional?
Seguramente pronto lo sabremos.
Y no es que uno esté en contra de los acuerdo per sé. La esencia de la política radica en ello. Lo que es aberrante es que estas negociaciones sean producto “de la colusión del poder económico y del político para intereses de grupo”. O que se saque una negociación del ámbito legislativo hacia el ámbito electoral.
¿Y quiénes realizan todo ello? Las cúpulas, la élite política: comenzando por el Presidente de la República y su equipo más cercano; el secretario de Gobernación, los líderes de los partidos (o sus factótum detrás de ellos, como Elba Esther Gordillo) y sus allegados; los coordinadores parlamentarios y sus respectivas “burbujas”.
Los demás, que apenas si enteran de las malhadadas negociaciones de sus jefes, no hacen más que levantar el dedo para votar y “legitimar” así los acuerdos en los oscurito. Son los perfectos idiotas, los “idiotas útiles” que describe García Cervantes.
Si ya tiempo atrás se hablaba del deterioro de las instituciones –hasta “al diablo” las mandó Andrés Manuel López Obrador–, con lo develado a raíz de las alianzas, el Senado de la República y la Cámara de Diputados se hunden aún más en el cieno.
Eso sí que es una pena, sobre todo porque parecía que de unos años acá el Senado volvía por sus fueros después de décadas de letargo y sumisión. Pero no es así. La sospecha los cubre ahora todos.
Y si, como dice Ricardo García Cervantes, la mayoría de los legisladores simplemente hacen el papel de “idiotas útiles”, qué podemos decir de nosotros los ciudadanos, dónde quedamos: igualmente como “idiotas útiles”.
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