Martha Anaya
La advertencia, marcada significativamente con un tono de voz duro y contundente, hizo respingar a no pocos de los asistentes en el patio de Xicoténcatl. Desde los coordinadores parlamentarios Francisco Madero y Francisco Ramírez Acuña, hasta el presidente nacional del PAN, César Nava.
Ese “¡no pasarán!” provenía de Beatriz Paredes. De pie ante el atril, acompañando sus palabras lanzaba su mano izquierda hacia los asistentes. La lideresa del PRI respondía así a la petición de candidaturas independientes.
Las candidaturas independiente, indicaría, no deben mirarse desde el ideal democrático sino desde una realidad en la que fuertes intereses quieren hacerse del poder a través del “activismo de grupos de ultraderecha”.
Pausa de por medio, les espetó:“¡No pasarán!”
Y los aplausos resonaron entre los muros del Senado. Únicos aplausos que irrumpieron frente a orador alguno durante la inauguración del seminario de análisis sobre la Reforma Política. Ni siquiera Jesús Ortega –cuyo discurso también fue fuerte y bueno–, logró las palmas, como en ese momento los recibía la tlaxcalteca.
El discurso de Beatriz –iniciado con un extraño preámbulo que marcaba puntualmente los espacios de poder dentro del PRI, como diciendo que en ese partido no existía un solo mandón– respondía en buena medida a algunas de las propuestas que aparecen en la iniciativa que envió el Presidente Felipe Calderón al Senado.
Pero no sólo hubo respuestas de su parte, también mensajes. Los centrales fueron éstos:
-El tufo del autoritarismo se deja sentir en algunas de las iniciativas presentadas, que pretenden debilitar al sistema legislativo con el pretexto de mayor agilidad para legislar.
-Vemos con enorme preocupación una tendencia del partido en el gobierno de partidizar la función pública.
-Se desacredita la trascendencia del pacto federal confundiendo antipatías o prejuicios en relación con gobernadores con debilitamiento de los estados y municipios.
-Los Estados democráticos modernos son laicos, modernidad y laicidad van de la mano.
-El PRI considera inoportuna la decisión de establecer la cédula de identidad.
Temas y frases que seguramente darán de qué hablar pero que, por lo pronto, ayer en el Senado dejaron patidifusos a los panistas.
Cascabeles al gato a los cuales sumó el perredista Jesús Ortega con su propio decálogo, incorporando también la demanda de su partido por un Estado laico y de rechazar el debilitamiento del legislativo : Debe desaparecer la idea de un poder supremo. Queremos construir un Ejecutivo fuerte, pero también un legislativo fuerte y un poder judicial independiente.
Ortega llamó a “un nuevo pacto nacional” en el que “no se cancelen las diferencias y tampoco las coincidencias”. Apoyó, por supuesto, las alianzas. Y le lanzó su buen dardo al PRI: Expuso que el país ha transitado del viejo presidencialismo autoritario hacia un sistema político más viejo: “retrocedemos al sistema de caciques estatales”.
Fue lo más destacado de esta ceremonia inaugural que convocó a numerosos personajes –por ahí veíamos a Manuel Bartlett codo a codo con Dulce María Sauri, a Jorge Alcocer, Lorenzo Córdova, Aranud Peral, el doctor Pedro Salazar, Luis Maldonado, Ricardo Cantú, Arturo Escobar, Francisco Rojas, Pedro Joaquín Coldwell, prácticamente el senado en pleno—y cuyo ambiente tenía el sabor de una reunión de la República.
Manlio Fabio Beltrones, coordinador del seminario como presidente del Instituto Belisario Domínguez, recibiría por ello la felicitación del Presidente del Senado, Carlos Navarrete.
Era, sí, toda una reunión. Apabullado, el panista César Nava apenas si se atrevería a medio defender la iniciativa de su Presidente y a solicitar “no dejar que la agenda electoral obstaculice o condicione la reforma política”.
¡Sueños guajiros! Bastaba con mirar lo que ahí acontecía para darse cuenta que el calendario electoral estaba presente.
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