Por Gerardo de la Concha y Federico Piña
En el número anterior de Nexos, se publicó un ensayo de Joaquín Villalobos, titulado “Doce mitos de la guerra contra el narco”. Villalobos es actualmente consultor para la resolución de conflictos internacionales y antes fue uno de los cinco comandantes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador. Con el sobrenombre de Fermán Cienfuegos, Villalobos fue uno de los principales impulsores de la búsqueda de la paz, de hecho uno de los artífices de los acuerdos para acabar con la guerra en ese país centroamericano.
El texto de Villalobos pretende precisamente darle una cobertura de razonamiento y análisis a las posiciones que sólo aceptan un camino para enfrentar el flagelo de la delincuencia. Por desgracia para el debate y la razón, Villalobos de entrada se coloca en el lado de la intolerancia al señalar que las críticas, o supuestas críticas, al camino de la guerra son sólo “mitos”, es decir fantasías o falacias, o más benignamente ingenuidades de ilusos que desconocen los mecanismos de la guerra, como sí los conoce un guerrero como Villalobos.
El ensayo es un conjunto bien redactado, pero que carece de rigor conceptual (no se precisan una serie de conceptos que se señalan), y contiene medias verdades y sofismas que tratan de llevar el debate hacia el derrotero que el sofista quiere o en el que se siente más cómodo.
En su primer sofisma, Villalobos señala, como un punto de quienes nos oponemos a esta estrategia de guerra: “No se debió confrontar al crimen organizado”. Preguntamos: ¿quién afirma esta locura? No confrontar al crimen organizado sería una irresponsabilidad del tamaño tal como si se dejaran de perseguir los delitos, el secuestro, los asaltos, los asesinatos, el robo de autos, el tráfico de personas, el tráfico de drogas, etc.
Se asegura en el texto, y lo ha dicho públicamente el consultor Villalobos, que el gobierno mexicano se está convirtiendo en una “potencia en seguridad”, porque está utilizando, como ningún otro país, toda la fuerza del Estado. Afirmamos que esto es una mentira. Precisamente aquí radica el centro del debate. Nosotros aseveramos, categóricamente, que el gobierno está entrando en el pantano de la “guerra permanente”, (4) es decir, una guerra sin fin que en lugar de convertirnos en una supuesta “potencia en seguridad” terminaría debilitando al Estado como garante del orden, el derecho y la seguridad de los ciudadanos, precisamente por no utilizar toda la fuerza del Estado para enfrentar eficazmente, ahora sí, a la delincuencia organizada.
El gobierno de Felipe Calderón no ha elaborado una política de Estado para combatir con toda la fuerza del mismo, es decir, integralmente, a la delincuencia organizada. No existe una sola política pública encaminada a la consecución de este objetivo. Hay un sin fin de planes, acciones, operativos, pero todos inconexos, a veces traslapándose, en ocasiones montándose unos sobre otros impidiendo su funcionamiento. (6)
Afirma Villalobos que: “El nivel de violencia actual en México deja bien claro que el monstruo era real, fuerte y peligroso. Ante un escenario así hay dos principios fundamentales para actuar: determinación y velocidad”. Después de tres años, el gobierno, perdón, Villalobos se entera que el “monstruo era real, fuerte y peligroso”. Nosotros exigimos políticas públicas en materia de prevención social, planes integrales, diagnósticos certeros, mapas criminógenos, capacitación de cuerpos policíacos, respeto a los derechos humanos, creación y coordinación de centros de emergencia para la atención ciudadana, (7).
Un verdadero mito es generalizar y universalizar algo que tiene sus propias dinámicas internas y externas. Villalobos trata de debatir acerca de la “colombianización” mexicana, y cuando se refiere a ese país, sólo habla de Medellín.
Ahora bien, asumiendo al argumento de Villalobos, como decíamos arriba, si el Estado mexicano no es un Estado fallido, si es más fuerte que Colombia, entonces de qué tipo de emergencia estamos hablando.
Postula Villalobos que “el intenso debate sobre la inseguridad es señal de agravamiento” de la misma, ya que donde el crimen organizado es fuerte no hay crítica ni libertad de expresión”. Sólo que en México en donde no se tolera la crítica, ni un pensamiento distinto es en las esferas que sólo reconocen un camino, ahí se impone la soberbia y se señala a los opositores casi como si fuesen enemigos.
En el texto, Villalobos dice que quienes afirman: “tres años es mucho tiempo, el plan ya fracasó”, se sustentan en factores emocionales y no en un análisis objetivo de la realidad. Y pasa a señalar que en otros países la lucha, no la guerra, ha durado muchos años, por tanto, tres serían casi nada en comparación. Los países mencionados constantemente en el ensayo han sostenido una lucha integral de larga duración con la delincuencia organizada, pero no han hecho una declaración de guerra, por el contrario, su objetivo es conservar la paz. (8).
En México, el gobierno no ha puesto en su horizonte la paz, nos ha sometido a todos a un estado de una guerra interna cuya dinámica es convertirse en una guerra permanente. Ahí en donde interviene la autoridad federal, no se llega con el objetivo de buscar la paz, se llega con la guerra. ¿Quién tiene la capacidad de declarar la paz?, según Ikram Antaki sólo una autoridad soberana legal, que tiene el monopolio de la fuerza legítima. (9)
Dice Villalobos que hay quien afirma que “primero hay que acabar con la corrupción y la pobreza”. La inseguridad pública es un fenómeno multifactorial, es decir, no surge por generación espontánea, ni como producto de uno o dos factores aislados.
Porqué en muchas comunidades, se prefiere sembrar droga por alimentos, ¿porque son “malos” o porque carecen de opciones?, ¿por qué en infinidad de colonias, de clase media para abajo, existen familias enteras dedicadas a delinquir?, ¿por qué, en miles de calles del país vemos parados o deambulando a cientos de jóvenes y niños?, porque no pudieron ingresar a la educación, o porque no tienen trabajo o porque no hay cines, ni deportivos para que se ejerciten o entretengan. (10) Es decir, en esos lugares el Estado y toda su fuerza deja de actuar, se generan amplios espacios de ingobernabilidad, entendida como la inacción del gobierno, y los espacios físicos se ocupan por los maleantes. Las bandas se nutren a diario de esa reserva que el Estado abandona. Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Coyoacán, Ciudad Juárez, Morelia, Guadalajara, etc., etc., son claros ejemplos de que el Estado no emplea toda su fuerza y cuando se ocupa, los jóvenes son vistos como criminales, y no como lo que son muchas veces: víctimas de la inacción del Estado. Esa es la realidad.
Afirma Villalobos, sin ejemplos, como en todo su texto, que: “no se puede entrar a una zona dominada por poderes mafiosos con planes de asistencia tipo madre Teresa y tampoco es previsible incentivar la participación ciudadana en zonas en donde el narco tiene atemorizada a la sociedad”. Falso. El autor ignora ejemplos y experiencias en el mundo, en donde en medio de la más feroz andanada de la delincuencia organizada, la sociedad y el gobierno, poniendo en juego toda la fuerza del Estado, lograron poner en marcha planes y programas, pero sobre todo políticas públicas que impulsaron la participación ciudadana, precisamente para arrebatarla de los brazos del temor a las mafias. Palermo, Bogota, Chile, Sao Paulo, Madrid, Iztapalapa, son ejemplos claros de que se puede combatir a la delincuencia organizada, organizando a la sociedad y elaborando políticas públicas integrales, de prevención y de punición, no excluyentes, sino complementarias.
Así, el debate no es entre si se combate al narco o no. Todos los sofismas que elaboró el ex comandante Villalobos, hoy consultor, parten de ese falso supuesto. Nosotros afirmamos que se debe profundizar la lucha contra la delincuencia organizada utilizando toda la fuerza del Estado.
El ensayo completo puede ser leído aquí.
Gerardo de la Concha, escritor, ha sido asesor en Presidencia de la República, Gobernación y PGR; Federico Piña, fue Coordinador de Seguridad Pública en Iztapalapa, creador de programas de seguridad escolar como Sendero Seguro, también ha fungido como asesor de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Notas (se mantiene el orden del artículo original)
(4) Tomás Hobbes, Leviatán, FCE, 1988. El Estado de guerra permanente se convierte en ese Estado natural el cual “es un estado de desconfianza de todos contra todos. La vida es solitaria, pobre, embrutecida y corta. Donde no hay poder común, no hay ley, y donde no hay ley no hay justicia”.
(6) La descoordinación entre las fuerzas de seguridad a cargo del Ejecutivo ha sido patente y observable con los otros niveles de gobierno; pero también es una curiosa estrategia de guerra que le otorga la mayor responsabilidad al Ejército al que sólo le aumenta el 20,6% del presupuesto este año, mientras que a la Secretaría de Seguridad Pública Federal se le da el 90% de aumento, de acuerdo con el presupuesto presentado por el Ejecutivo y aprobado por la Cámara de Diputados.
(7) El gobierno federal y la mayor parte de los gobiernos estatales y municipales están invirtiendo en el equipamiento represivo, pero no lo hacen en aquellos procesos y tecnologías para atender las emergencias ciudadanas; un caso distinto, por ejemplo, si lo comparamos con los Estados Unidos cuyo sistema de seguridad pública le da una importancia central a la inversión para la atención ciudadana y, por supuesto, al ingreso y preparación de sus policías.
(8) Villalobos se sorprende que en Brasil la policía enfrente fuertemente a narcotraficantes sin que sea noticia negativa para la imagen del país; hay que decirlo: pues en gran medida es porque el Presidente Lula no ha declarado una “guerra interna”, pero también por los procesos de fortalecimiento del Estado de derecho, sustento para la proyección de liderazgo internacional de Brasil, tal como lo sostiene Juan Carlos Calleros-Alarcón, autor de The Unfirished transition to democracy in Latin America, New York/London, Routledge.
(9) Ikram Antaki. “El Manual del Ciudadano Contemporáneo”. Editorial Planeta Mexicana, 2000, 2004, Pág 41. afirma además (Pág. 40) que “existe una pacificación violenta, que engendra una paz inestable ya que suprime la libertad: es el derecho del más fuerte, destinado al fracaso a largo plazo”.
(10) En Ciudad Juárez, la ciudad más peligrosa del mundo según el estudio del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública (CCSP) cuya estadística en 2008 de 130 homicidios por cada 100 mil habitantes superaba el porcentaje de 40 en Bagdad bajo la ocupación militar estadunidense; las cosas no han mejorado sino empeorado y ya se convirtió en un lugar común decir que muchos de los pandilleros y sicarios del narcotráfico en Ciudad Juárez son los jóvenes hijos de las obreras de las maquiladoras quienes crecieron sin ningún tipo de protección social, mientras sus madres, la mayor parte de las veces madres solteras emigrantes, eran sobreexplotadas en las maquiladoras para competir con “mano de obra barata”; pero casos similares pueden observarse en los lugares donde el problema social y económico se traduce en inseguridad; por lo que sólo se puede atender mediante políticas públicas de prevención social.
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