El Universal
29 de diciembre de 2009
El 2009 será recordado como un año terrible en muchos sentidos. No hubo tregua, ni descanso. Las crisis se fueron empalmando una sobre la otra. En 2009 todos los indicadores bajaron: los niveles de la caída económica fueron de los más graves en todo el mundo; bajamos en los índices de transparencia, apoyo democrático y gobernabilidad. Al clima general de la crisis económica, que durante todo el año impregnó al país como un aire envenenado, se sumaron los más de 7 mil muertos por la “guerra” contra el narcotráfico y la influenza AH1N1, que en abril llegó como una peste que paralizó el país. Luego llegó una sequía que golpeó al campo. A la mitad del año tuvimos unas elecciones intermedias que mostraron el regreso del PRI, la derrota del PAN y una izquierda que se derrumbó.
Al inicio de septiembre Felipe Calderón entregó su tercer Informe con cuentas deficientes y varias promesas sobre un futuro de reformas. La parte final del año se llenó con el paquete económico, primero los aumentos en los impuestos para compensar la baja en la producción petrolera. La propuesta original del Ejecutivo se modificó de forma severa, pero el ajuste fiscal se impuso. Después vimos el reparto de los ingresos en un presupuesto que no pudo ocultar las huellas y maniobras de actores políticos estatales, quienes recortaron sus obligaciones para rendir cuentas. En medio del ajuste económico se decretó el cierre de Luz y Fuerza del Centro y se dio un golpe mortal a uno de los bastiones sindicales más emblemáticos de la izquierda.
Al final del año llegaron nuevos acontecimientos que nos llevaron a cerrar de forma incierta este terrible 2009. La última medición de Latinobarómetro no deja margen para equivocarnos, nos muestra la vulneración que tiene nuestra democracia. El apoyo democrático bajó de forma importante en 2009 y caímos siete puntos en un año (de 69% a 62%). Nos fuimos al sótano en América Latina: México se ubicó en el último sitio de los 18 países que se miden, incluso por debajo del promedio del continente, cuyo apoyo democrático fue de 76%. Además, nuestro país está en el segundo lugar entre los que prefieren que haya desarrollo económico, aunque no exista democracia, sólo por debajo de Guatemala. Esa percepción no se podría entender sin la otra cifra que considera que la situación económica está peor o mucho peor que hace un año; así lo consideran 62% de los mexicanos; el promedio en América Latina fue de 38%.
En este contexto Felipe Calderón anunció una reforma política justo antes de que se iniciaran vacaciones de fin de año. Como un regalo navideño la iniciativa promete ser uno de los temas importantes del debate durante el siguiente periodo de sesiones. La propuesta contiene un decálogo de cambios y, a reserva de analizar en próximas ocasiones los contenidos y detalles de cada propuesta, se puede apreciar que hay al menos dos ejes en esta propuesta. Primero, hay un intento de acercar a la ciudadanía a los mecanismos de la representación política, para lo cual se propone la reelección de legisladores y alcaldes; también se pretende darles a los ciudadanos dos nuevos instrumentos, las candidaturas independientes y la capacidad de presentar iniciativas de ley mediante figuras de democracia directa. Segundo, hay propuestas que miran hacia la gobernabilidad, ya sea para generar mayorías, como la segunda vuelta en elecciones presidenciales, así como para darle al Ejecutivo instrumentos de iniciativas preferentes y establecer el veto parcial.
Ha empezado a correr tinta sobre estas iniciativas y mucha más vendrá. Sin dejar de lado la necesidad de reformas políticas que ayuden a modificar nuestra deficiente democracia, no se puede desconocer que en cada una de las diez propuestas habrá tratamientos diferenciales, quizá pasen algunas y otras sean archivadas. Lo cierto es que otra vez la clase política entrará al debate del tipo de régimen que se quiere para los próximos años. Seguiremos con el tema.
Terminamos un año terrible y ante la imposibilidad de resolver otros problemas críticos que parecen no tener salida en el corto plazo, como el narcotráfico, la falta de crecimiento económico, la desigualdad creciente, las violaciones a los derechos humanos o la capacidad regulatoria del Estado, la decisión es ir hacia un nuevo cambio de reglas del régimen político, a ver si se recupera algo de la legitimidad perdida.
Adiós al 2009, nadie lo extrañará. Esperemos que 2010 sea un poco mejor. Les deseo un buen año.
Investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS)
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