Nuevo Necaxa, la cuna del SME. Pueblo de obreros enlutados
La liquidación de Luz y Fuerza por parte del gobierno lleva a los habitantes de poblados como éste a vivir en la zozobra y la inseguridad económica.
- 2009-11-01 | Milenio semanal
Salimos de Pachuca, en Hidalgo, con destino a Nuevo Necaxa, Puebla, un lugar pionero en la producción de energía eléctrica. Tomamos una carretera que cruza planicies y vastos paisajes bucólicos, cruzamos la sierra poblana barranqueando cuesta abajo, zigzagueando infinitamente. Entre la bruma matinal y las nubes de octubre se vislumbraba la cuenca hidrológica de Necaxa. Un puente conecta la carretera con Nuevo Necaxa, a la izquierda está el campamento La Mesa, donde hay un pequeño museo al que nadie puede pasar ya que las instalaciones están resguardadas por elementos de la Policía Federal. Por ahí se mete una vereda empedrada que llega directamente a las primeras instalaciones del desarrollo hidroeléctrico que, en 1905, Porfirio Díaz inauguró con un banderazo para que la planta de Necaxa abasteciera por primera vez de electricidad a la Ciudad de México y otras poblaciones de los Estados de México, Hidalgo y Puebla.
El centro del pueblo está en la parte alta de la montaña, después de la primaria oficial y la cancha de futbol en donde entrenaba el otrora equipo Electra, posteriormente rebautizado como Rayos del Necaxa. Se menciona que cuando se otorgó la concesión a la Compañía de Luz y Fuerza Motriz SA, en 1903, para aprovechar las aguas del río de Necaxa, la compañía tuvo que comprar las propiedades a los vecinos de los pueblos intercambiándoselas por otros lotes cerro arriba. Reubicaron a estos pobladores en un nuevo lugar de nombre Necaxa de Cañaditas y en el depósito del gran barranco se construyó la presa Necaxa, que dejó sumergido al pueblo original.
El tianguis del viernes tiene su esplendor: fruta de temporada, tamales, tostadas, mixiotes, pan, camarones y truchas. Sin embargo los vendedores, en su mayoría autóctonos de la sierra, no podían ocultar las caras largas ante la ausencia de los trabajadores de la hidroeléctrica. Nadie les compra en estos días. “Está la cosa de la chingada, vivimos de ellos y ellos de nosotros, a veces intentamos meternos a sus juntas y opinar, consideramos que éste también es nuestro problema, aquí todo el pueblo está de luto”. Normalmente los tianguistas se retiraban temprano, cuando la venta terminaba. Ahora permanecen todo el día esperando fervientemente que se compongan las cosas, pero nada parece mejorar, al contrario, empeora. Incluso me comentaron unos vendedores que en Huauchinango, el pueblo vecino, también se había frenado el comercio, porque allá también se vivía de las fuentes de trabajo que generaba la empresa de Luz y Fuerza. Ahora no hay nada para nadie.
Nuevo Necaxa se conformó como parte de uno de los más grandes desarrollos hidroeléctricos de América Latina a partir de una colonia de electricistas de 50 familias. Fue un doctor de origen francés, apellidado Vagnie, quien a fines del siglo XIX solicitó la concesión para generar energía para las industrias y las minas de la región. Formó una compañía de nombre La Compagnie du Necaxa pero, al no contar con capital suficiente tuvo que vender sus derechos y propiedades a la empresa canadiense The Mexican Light and Power Company Limited (Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz SA) en el año de 1902, aunque fue hasta el año siguiente cuando se echaron a andar las obras con tres mil obreros y 100 ingenieros. En un principio hubo sólo personal extranjero; posteriormente se fueron sumando y capacitando trabajadores mexicanos. La búsqueda de mejoras salariales y contractuales hizo que se gestara, en reuniones secretas, una liga de trabajadores que inicialmente fueron perseguidos, despedidos y encarcelados hasta que, el 14 de diciembre de 1914, se constituyó formalmente el Sindicato Mexicano de Electricistas. Esos años dorados del desarrollo energético en México tuvieron su origen en la búsqueda del progreso; desafortunadamente hoy sólo se recogen frutos estériles, consecuencia de la descapitalización progresiva de la empresa.
Hoy se ven, afuera de los negocios y edificios, cartulinas pegadas con leyendas que hacen ver la parálisis social y económica que llegó con el cierre de los centros de trabajo. “Liga de Futbol Necaxa SME: por causa de fuerza mayor se suspenden los partidos”. “Hagamos oración por la compañía de luz y fuerza, por Necaxa, sus familias, y la paz de este lugar. Todos a las 5 pm 2ª de crónicas 7:14”. Aquí en Cañaditas, como mejor lo conoce la gente, la voz de la experiencia es la voz del jubilado. Raymundo Romero es uno de los cientos de viejos trabajadores que deambulan por el pueblo. Con dureza señala que el finiquito de la paraestatal radica en los planes de privatización y en especial por el negocio de la fibra óptica, del cual quedaron, según me cuenta, fuera de la movida. Molesto y dolido nos hace ver que el truene no se le podía atribuir a los electricistas, que más bien era de quienes administraron la empresa: “Luz y Fuerza es de nosotros, nosotros sabíamos que cuando le dieran un golpe a Luz y Fuerza nos lo iban a dar a nosotros, nosotros siempre cuidamos nuestra fuente de trabajo porque era una apuesta al futuro”.
Don Raymundo trabajó como electricista igual que su bisabuelo, sus dos abuelos y su padre, y estaba esperanzado en meter a su hijo a los centros de trabajo. Los rumores de desaparecer Luz y Fuerza, me dice don Raymundo, eran una amenaza desde los sexenios de López Portillo y Salinas de Gortari, pero nadie creyó que ese día fuera a llegar. “Estos 104 años de trabajo han sido sagrados para nosotros, a mí me educaron para cuidar esta fuente de trabajo y así eduqué a mi hijo. Luz y Fuerza forma parte de nuestra vida, nosotros nunca fuimos irresponsables, siempre alertamos de las necesidades, de lo que estaba mal; los errores no son de quienes veían por el lugar, sino de quien tomaba las decisiones”. Enojado, don Raymundo me hacía ver que sus jornadas de trabajo como personal operativo a veces excedían las 12 horas, que se exponía cada minuto y que lo mínimo que pedía era una casa, que pagó a Luz y Fuerza, y una jubilación modesta. “Un trabajador promedio gana unos seis mil pesos al mes, nada que ver con los 248 mil pesos que percibían directivos como el ingeniero, hoy desaparecido, Jorge Gutiérrez Vera. Dicen que vivíamos con salarios onerosos a costillas del pueblo, pero díganme ¿ven muy ostentosa mi casa? Mi jubilación por haberle dado toda mi vida a la empresa, es lo mínimo que puedo pedir”.
¿A qué se esta dedicando ahora?, le pregunto. “A nada, porque aquí en Nuevo Necaxa no hay trabajo, este es un pueblo de electricistas, si vas a cualquier otra ciudad y pides trabajo después de los 50 años no te lo dan, este pueblo es 80 por ciento de electricistas, la economía aquí está parada, la liquidación no es suficiente para pagar todos los gastos de una familia de tres o cuatro personas, nadie quiere gastar porque saben que se vienen tiempos difíciles”.
¿Cómo la pasa en el día a día?, insisto. “Muy difícil, a nuestros hijos en las escuelas les están diciendo que no hagan gastos porque los papás no tienen con qué pagar el material, comemos lo poco que hay en la despensa, pero va a llegar el momento cuando no vamos a tener nada para comer, a lo mejor unos se vuelven bandidos, otros pondrán un negocio o un changarro, como le dicen. No nos gusta tomar estas decisiones pero no nos están dejando otra salida”.
En las pequeñas calles de Nuevo Necaxa se percibe el mismo pesimismo. Los establecimientos de comida se llenaban entre las 12 y las tres, nos dice la dueña de uno de ellos, doña Ignacia Flores Hernández. “La cosa está critica, no está saliendo ni para la renta, si no se compone vamos a tener que irnos a otro lugar, no tenemos ni para dedicarnos al campo ni a la crianza de animales, va a estar difícil que nos dediquemos a otra cosa”. La única comensal del lugar, la señora Soledad Cruz Trejo, levanta la voz para increpar: “Está todo detenido, ya nadie quiere pagar deudas pendientes, Luz y Fuerza reventó e igual reventó el pueblo. Mi esposo es jubilado, nos dicen que van a respetar las jubilaciones pero si cambian de opinión vamos a tener que buscar comida en la basura, no queremos ser una carga para nuestros hijos, ni ellos van a tener dinero para ver por nosotros”.
De pronto un apagón dejó sin luz al pueblo. Unos ex trabajadores que iban pasando nos abordaron para que fuéramos a ver el accidente que había ocasionado el corte. “Vayan, hay varias ambulancias, los cortes son porque están metiendo a puros contratistas por menos de mil pesos, gente sin equipo y sin experiencia”.
Ya de salida, una cortina de niebla junto con una fina llovizna nos hizo difícil el camino hacia la carretera. La luz en el pueblo seguía sin regresar. Esa noche los apagones ennegrecieron también la ciudad de Pachuca. Uno de los primeros desarrollos energéticos del país, a poco más de sus 100 años, terminó por reventar en un grito de coraje y abandono. Los moradores de lo que fue la cuna de la industria eléctrica mexicana hoy mantienen sus veladoras prendidas.
1 comentario:
David,
Qué texto tan padre, se disfruta, se sufre... llega
un abrazo
fG
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