lunes, 2 de noviembre de 2009

A los priistas, denlos por muertos

La Costumbre del Poder

Gregorio Ortega Molina

November 2, 2009

La decadencia política en la que estamos inmersos tiene encantos. El primero de ellos, el más seductor quizá, es que nos permite conocer a los protagonistas y su verdadera dimensión en los usos y costumbres del poder.

Puedo decir que las bases priistas han vivido engañadas, al menos desde la elección de Ernesto Zedillo, cuando la distancia entre los documentos básicos que dieron nacimiento a su partido y justificaron su ideología se ensanchó hasta hacerlos del todo ajenos al proyecto de gobierno. Las reformas a los artículos 27 y 130 constitucionales modificaron el modito de las connivencias políticas usadas en el oficio de gobernar, y se justificó gratuitamente la subordinación económica sustentada en las asimetrías magnificadas por el TLC. Como resultado, en las elecciones del año 2000 el presidencialismo cedió todas las facultades metaconstitucionales que lo distinguían.

El resultado es que hoy cualquier decisión política ha de concertarse más allá de toda sensatez, de todo sentido común, porque no hay autoridad que valga ni líder que sepa imponer el férreo sentido de la disciplina partidista. Confundieron, hace años, la tolerancia con el desmadre. La Presidencia de la República dejó de ser referente último, fuente de legitimidad y origen de la autoridad del sistema.

En este toma y daca en que se ha convertido el hacer política, se hace patente, pública la imagen y la dimensión de los limitados hombres y mujeres que se disputan el poder y perdieron, ya, esa premisa que aseguró, en un breve instante de la historia reciente, que escalaban los puestos públicos para servir, no para servirse. Hoy es lo contrario, magnificado desde que Acción Nacional se convirtió en gobierno.

Los errores los cometen a diario, como cotidianamente se instala la decadencia entre nosotros. Apenas el 30 de octubre último, en entrevista concedida por Francisco Labastida Ochoa y transmitida por radio, el senador priista perdió la oportunidad de guardar silencio sobre lo que no debió decir, y olvidó decir lo que nunca debió callar. El tema, la Ley de Ingresos 2010. La respuesta: en bloque iremos en contra del incremento al IVA, porque así pagamos lo que ellos hicieron con el PRI cuando se incrementó el IVA cinco por ciento, y en la Ley de Ingresos 1999, cuando el mismo PRI solicitó apoyo de Acción Nacional para unos ajustes importantes.

Las razones que determinan las decisiones políticas siempre son subyacentes, nunca se expresan, se dejan a la libre interpretación de la sociedad, de la opinión pública y de la oposición; el discurso, la idea que busca el refrendo del voto, es la que siempre está en la punta de la lengua, la que siempre se declara. ¿Qué costaba a Labastida Ochoa decir que la negativa a respaldar el incremento de un punto porcentual al IVA era en beneficio de la sociedad, y no una venganza entre partidos? La verdad es que saben que el aumento de impuestos es inaplazable. Ahora entiendo por qué fue el candidato de Ernesto Zedillo, elegido para que perdiera: por boquiflojo.

En cuanto escuché lo dicho por Labastida recordé un hecho y dos lecturas. Fue Carlos Olmos quien me invitó a la gira del entonces candidato priista a Puebla, durante la cual pude observar a un sumiso Javier Lozano que era aspirante a diputado por ese partido, y perdió la elección; en La víspera del trueno, Luis Spota cierra la novela con una pinta en una barda de Los Pinos: “Resultó peor el remedio que la enfermedad”; en El conde de Montecristo, Alejandro Dumas nos obsequia esta reflexión de valor universal: “Los nuevos gobiernos desempolvaban las equivocaciones políticas; fueron los principios y las promesas los derrotados… en el nuevo gobierno no tienen ni la convicción, ni el entusiasmo ni la abnegación que se necesita para gobernar”, y quiéranlo o no, los senadores priistas son parte del gobierno, están en el Poder Legislativo, y desde allí han de asumir su compromiso.

Para concluir, una evocación de Emilio “El Indio” Fernández, quien ante el acoso de un reportero de espectáculos respondió: “A mí, denme por indio muerto”. Esta es la actitud asumida por los priistas, y al momento de las elecciones en 2012, seguramente también se les dará por muertos.

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