Un documento ultrasecreto, que había permanecido inédito en México hasta hoy, corrobora una de las sospechas más arraigadas en el surrealismo mexicano: la CIA tenía licencia para espiar a los mexicanos en su lista negra de supuestos enemigos de EU. El despacho, desclasificado como parte de las continuas investigaciones sobre el asesinato de John F. Kennedy, por primera vez revela el alcance del espionaje telefónico de la estación de la CIA en México a cargo de Winston Scott, el espía que nos amó durante la Guerra Fría.
El listado de “blancos” contiene 31 números telefónicos de individuos e instituciones, empezando con el ex presidente Lázaro Cárdenas, a quien la CIA tenía intervenidos los teléfonos: 20-30-18 y 20-83-46. También están los teléfonos del pintor David Alfaro Siqueiros, del escritor Enrique González Pedrero, de la C.T.A.L (Confederación de Trabajadores de América Latina, fundada por Vicente Lombardo Toledano), del Movimiento de Liberación Nacional (creado por Cárdenas en 1961), de la revista Política (dirigida por Manuel Marcué Pardiñas), de Prensa Latina (agencia de noticias cubana) y de las embajadas de Cuba, la Unión Soviética y Checoslovaquia.
En el documento de dos páginas, Scott informa a sus superiores en Langley sobre el avance del “proyecto LIENVOY”, nombre en código del masivo operativo secreto de audio escuchas. En sólo un mes, febrero de 1963, la CIA produjo un total de 401 rollos de grabaciones interferidas, de las cuales 35 eran conversaciones de “blancos” mexicanos. Paradójicamente, en el listado aparecen los teléfonos de la siniestra Dirección Federal de Seguridad (DFS), cómplice solícita de la CIA en operaciones de trucos sucios en Cuba y Centroamérica. Jefferson Morley, autor de Our Man in Mexico (biografía de Scott), dice que Fernando Gutiérrez Barrios, jefe de la DFS, era espiado porque se sospechaba que no obstante ser agente pagado de la CIA, tenía tratos secretos con Fidel Castro. Adolfo López Mateos autorizó el espionaje de la DFS para también mantenerse informado sobre el doble juego de LITEMPO-4, código asignado a Gutiérrez Barrios.
¿Qué tan útil resultaron las escuchas como herramienta de espionaje? Morley estima que durante su corta vida, de 1961 a 1969, el proyecto LIENVOY fue clave para la CIA. De no haber sido por éste, no se hubiera enterado de los trámites de Lee Hervey Oswald en las embajadas de Cuba y la URSS, a seis semanas del asesinato de Kennedy. Sin embargo, 46 años después de aquel trágico 22 de noviembre, no hay consenso sobre el significado del viaje del asesino de Kennedy a México. Y es que el espionaje tiene una limitación metodológica: irse por las ramas y no el bosque.
FOBIA CONTRA CÁRDENAS
Durante décadas, EU vio la realidad mexicana a través del lente de la Guerra Fría. Consecuentemente, la CIA invirtió en la capital mexicana más recursos humanos y tecnológicos que en cualquier otra ciudad, quizá con la excepción de Berlín. Lázaro Cárdenas del Río, el Presidente que nacionalizó la industria petrolera y expropió a las compañías extranjeras que la controlaban, era el “blanco” número uno. En 1959, durante su gira por Europa, la URSS, Checoslovaquia y China, lo vigiló de cerca.
Pero el rojo del cristal con que EU miró a México distorsionó la realidad. Cárdenas no era comunista, ni incondicional de la URSS, la que irónicamente no le perdonó haberle dado exilio a León Trotsky. Era, simple y llanamente, un nacionalista mexicano, concepto imposible de entender dentro del maniqueísmo de la Guerra Fría.
AGENTES PAGADOS
En respuesta a los lectores que me pidieron citar la fuente de la información que manejé en Los Cañonazos de la CIA (El Semanario, Edición No. 259, 12 de noviembre), referente a los pagos de ésta a López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, en la versión de Internet reproducimos las cinco páginas de la extensa Historia de la CIA en México que hablan del proyecto secreto de subsidios. El documento, como puede observarse, sigue significativamente censurado.
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