miércoles, 23 de septiembre de 2009

Tengo la camisa negra

La afiliación de los artistas creadores a las causas populares no es nada nuevo. Desde los poetas como Miguel Hernández o García Lorca, los escritores como Zolá, Steinbeck o Arthur Miller, muchos de los mejores talentos estuvieron ligados a las exigencias de las mayorías, sin contar a los grandes pintores casados con la propaganda de izquierda.

El caso más notorio es, sin duda, el de la música popular; los hermanos Parra en Chile dieron ejemplo a la vez estoico que melodramático de sus destinos. En Cuba, Carlos Puebla era más revolucionario que los barbudos antes de que se inventara la Revolución. Joan Manuel Serrat ha estado siempre con las causas populares, de la misma manera que en México Eugenia León, Óscar Chávez, Tania Libertad, Delfor Sombre o Caíto.

El domingo pasado, en la Plaza de la Revolución de La Habana, un grupo notable aunque incompleto de artistas presentó un concierto kilométrico ante una multitud que se estima en más de un millón de personas; bien pudieron ser más, puesto que la explanada que ha sufrido las peroratas interminables de Fidel Castro bajo un sol abrasador es inmensa.

Juanes fue el líder de este esfuerzo, bautizado como Paz sin Fronteras. Tal vez el título suene un poco a hueca propaganda política; así lo quisieron ver los integrantes del viejo exilio cubano de Miami para quienes la intolerancia es regla imbatible de conducta. Lo cierto es que 15 artistas del género menor de seis países bailaron y cantaron durante cinco horas a una temperatura ambiente de 32 grados. La verdad es que lo hicieron muy bien. Yo no sé si se cumplió con la intención, como se dijo con profusión, de propiciar el acercamiento de las familias de cubanos divididas por la política de un lado y otro del estrecho de la Florida. Yo no sé si todos estos “compañeros de viaje” —para usar la vieja terminología estalinista— le hicieron el caldo gordo al aparato de difusión político-cultural del régimen castrista.

De lo único que no me queda duda es que fue un acontecimiento musical a toda madre. Y que el que se perdió la oportunidad, de propia voluntad, de participar en él —arriba del escenario, en la plaza o al través de la televisión— ya se lo perdió. Tendrá que esperar a otro concierto de Paz sin Fronteras que será en el sitio emblemático de Ciudad Juárez, México.

felix.cortes@multimedios.com

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