lunes, 19 de marzo de 2012

¡Cuánta suciedad! Roberto Zamarripa

TOLVANERA


Roberto Zamarripa

Acaso ya le informaron a Joseph Alois Ratzinger de los mensajes de bienvenida aparecidos en las tierras que habrá de pisar este fin de semana: "Los Caballeros Templarios se deslindan de cualquier acción bélica, no somos asesinos, bienvenido el Papa". (Manta aparecida en Irapuato). "Bienvenido el Papa a Guanajuato, los Caballeros Templarios aceptamos la tregua (solicitada por el Arzobispo de León)". (Manta aparecida en León. Reforma, 18/03/12).


Acaso alguien ya le explicó a Benedicto XVI que las 13 mantas aparecidas en siete localidades guanajuantenses dándole la bienvenida, firmadas por "Caballeros Templarios", respondieron a una petición de tregua de la jerarquía católica, la misma jerarquía que lo traerá este fin de semana a tierras mexicanas.


Acaso alguien le habrá platicado a Ratzinger que estos Caballeros Templarios que cabalgan por el Bajío mexicano evocan a los cruzados del medioevo, que -en aquellas épocas- en el nombre del Señor conquistaban territorios, amasaban fortunas, mataban y por sus hazañas homicidas recibían indulgencias.


Acaso alguien le explicara a Ratzinger que en las tierras que pisará, en las aledañas, las michoacanas, las guanajuatenses, las jaliscienses, esos Templarios son azote social, y el gobierno federal tiene prohibido entablar diálogo con ellos debido a sus actos criminales.


Acaso esas mantas de bienvenida suponen una interlocución implícita entre este grupo y la jerarquía católica que les pidió sosiego durante la visita papal.


Acaso Monseñor José Guadalupe Martín Rábago, Arzobispo de León, puede jactarse de serenar la tierra con sus llamados a tregua y de estar a punto de lograr una sequía de muerte impensable en el sexenio. Ni un muerto durante la visita papal.


Acaso la visita de Benedicto XVI traerá eso, paz y remanso. Bienvenido sea, pues si eso logra, aunque fueran 72 horas de silencio de metralla, de cabezas rodando, de jóvenes sacrificados, de sangre derramada. Porque a la jerarquía católica mucho le ha faltado para condenar los abusos en la Guerra de la narcoviolencia.


Acaso le han explicado a Benedicto XVI que llega a un país herido donde hace tiempo que la falta de justicia impera, gobierna, demuele. Ausencia de justicia en la tierra. Ausencia de justicia en su Iglesia.


Acaso le informaron que en su programa de visita no habrá reunión con víctimas de pederastia a diferencia de otras de sus giras internacionales donde sí pudo encontrarse con los agraviados, escucharlos y mirarlos a la cara.


Acaso faltó tiempo, espacio, lugar, momento, para darle continuidad al expediente abierto por el propio Benedicto XVI. Fue él quien decidió abrir, al inicio de su papado, el expediente oprobioso de Marcial Maciel. Bien podía darle un cierre digno con un encuentro solemne con las víctimas de Maciel, cara a cara. Y, desde luego, con el compromiso de hacer justicia.


Acaso será cierto lo que supone don José Barba -el persistente personaje de la denuncia y la dignidad que resistió hasta obtener mínimas reivindicaciones a su empeño- de que "Benedicto XVI usará su visita a México para exaltar la popularidad de Juan Pablo II, acelerar su canonización y, de esa manera, sepultar las evidencias del encubrimiento papal a (Marcial) Maciel". (El Hombre que retó a dos Papas. Extraordinario texto de Emiliano Ruiz Parra. Revista Domingo. El Universal, 18/03/12).


Acaso Benedicto XVI no quiere incomodar la raíz de la enredadera de un poder malévolo, del simiente de entresijos de intereses económicos, eclesiásticos y políticos, de las otras indulgencias otorgadas a los corruptos, los violentos y los abusivos.


Acaso será cierto que hacer justicia a los ex Legionarios agraviados desnudaría las complicidades recubiertas de mentiras y engaños, de lavados de dinero compensados con recibos de donación o certificados de exenciones fiscales.


Acaso unos y otros se amarraron a sus poderes eclesiales, económicos o políticos para encubrir la verdad. Cuántos Papas, cuántos Presidentes, cuántas Primeras Damas, cuántos de sus parientes, cuántos Cardenales, cuántos Obispos, cuántos diputados, cuántos empresarios, cuántos entre 1948 y 2010. Cuántos.


Acaso Ratzinger no quiere incomodar la historia, ésa, la reciente, la de una connivencia hipócrita entre poderes que disimularon los abusos y las injusticias.


Acaso Benedicto XVI solo condenará las matanzas posrevolucionarias, la guerra cristera, la violencia callista y la supresión de libertades, y omitirá condenas a las otras injusticias, las recientes, las que implican a sus Obispos y sus protectores.


Acaso Ratzinger ya no repetirá en México las palabras que dijo en Roma durante la Semana Santa del 2005, días antes de ser electo Papa por los Cardenales: "¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar entregados al Redentor!".

Cuánta suciedad. Cuánta de ésa será señalada en la visita papal. O, acaso, será simplemente ignorada.

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