jueves, 16 de febrero de 2012

La fuerza del voto - Gerardo Hernández


Capitolio

Gerardo Hernández

La decisión de quién será el próximo presidente depende de alrededor de setenta y ocho millones de mexicanos.

El entorno global favorece al candidato del Movimiento de Regeneración Nacional, Andrés Manuel López Obrador. Una de las condiciones para ganar es que no se eche por la borda como lo hizo en 2006. El PRI gobernó setenta años y el PAN está por cumplir doce en el poder. Uno y otro tienen activos y pasivos. El peor es la corrupción. La pobreza no es solo una afrenta, sino un riesgo latente, una bomba que puede estallar en cualquier momento si no se atienden las causas más profundas que la causan.
México conoce la alternancia hacia la derecha, mas no hacia la izquierda. Si el PRI suponía que los votantes jóvenes ignoraban sus errores del pasado y que los adultos ya los habían olvidado, él mismo se ha encargado de recordarles el partido que es en realidad. El mismo de hace doce, dieciocho, treinta años. Si en ese lapso no se modernizó, menos se democratizó. El PAN vivió por décadas de denunciar al PRI, como ahora vuelve a hacerlo, hasta que asumió el control del país. Solo para reproducir conductas que censuraba desde la oposición.


La izquierda se presenta hoy como opción viable, en mejores condiciones incluso que en 2006, cuando se creía que el PAN, con otro período en la Presidencia, emprendería los cambios y reformas que Fox dejó pendientes, por inepto o distraído. Un gobierno socialista no es la panacea universal, pero puede significar el principio de transformaciones profundas y de largo aliento que México no puede posponer indefinidamente, según lo expusieron López Obrador y el coahuilense Fernando Turner, el 17 de enero en Saltillo, durante la presentación del Plan de Crecimiento Económico suscrito con la iniciativa privada.
En las elecciones de 2006 critiqué desde estas páginas al López Obrador atrabiliario, pendenciero, arrogante. De haber actuado como hoy lo hace, sereno, conciliador, respetuoso de las instituciones que en el pasado mandó al demonio, habría ganado la Presidencia. En un mundo globalizado, donde el poder oscila entre izquierdas, derechas y centros —en democracia, los extremos se excluyen a sí mismos—, tener un gobierno socialista en México no asustaba. El que infundía temor era su candidato. Por eso perdió.


¿Qué circunstancias internas y externas favorecen a López Obrador? La comprensión, sobre todo entre la juventud del mundo —la coincidencia aquí es crucial—, de que la economía, la política y la gestión pública no pueden seguir por derroteros que no solo eternizan los desequilibrios sociales, sino que los profundizan. Hoy en el planeta existen más pobres, más desempleados, más violencia, más drogas, más desaparecidos, más inseguridad, más corrupción, más impunidad. Lo peor es que no se vislumbren soluciones a corto plazo.


Si López Obrador entusiasma y suma adeptos en sectores donde antes solo tenía detractores —el empresarial, por ejemplo—, es porque ofrece lo que el PAN y PRI no pueden cumplir, pues en el fondo responden a los mismos intereses, a los mismos dogmas y a la misma lógica del poder. Faltan poco más de cuatro meses para las elecciones. La decisión de quién será el próximo presidente depende de alrededor de setenta y ocho millones de mexicanos, muchos de los cuales desean cambiar el país con el arma más poderosa a su alcance: el voto.

gerardo.espacio4@gmail.com

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