TOLVANERA,
Roberto Zamarripa
El tumulto, la plebe apretujada, la masa, las manos al aire que se agitan por una torta, la escenografía necesaria para que un político sienta el apapacho. Los acarreados significan el alma imprescindible de la fiesta electoral. Acuden por un mendrugo de pan, una torta embarrada de mayonesa, un jugo en caja de cartón, un lonchibón, unos tacos del mercado, una soda, un refresco.
Acuden, en su mayoría, obligados, por la fuerza. Condicionados, chantajeados, sobornados. ¿Tienen derechos los acarreados? ¿Vela alguien por la mala comida, el maltrato, los camiones desvencijados, las horas perdidas, las impuntualidades del candidato, los apretujones, la falta de respeto, el desdén, la ignominia?¿Puede ser el IFE una Procuraduría del Acarreado?
El precandidato a diputado federal por el PRI en Chilapa, Sergio Dolores Flores, acarreó a centenas de personas para que le apoyaran en su ceremonia de registro como aspirante. En los requisitos estatutarios no se incluía traer a miles de personas para comprobar su arraigo, sino simplemente entregar papeles, fotografías, actas, comprobantes.
No importa que sea un trámite burocrático. El acarreo es indispensable. En ciertas crónicas suele llamarse exhibición de músculo cuando en realidad es muestra de indignidad. Las personas no valen por su nombre o su pensamiento. Valen por su hambre, su necesidad, su desesperación y docilidad. Una torta apaciguará malestares. Una promesa de apoyo provocará las presencias.
Entre más miseria mayor aforo. Entre más urgencia mayores porras fingidas.
A los acarreados de Chilapa les advirtieron que si no acudían al registro de don Sergio perderían el apoyo del fertilizante necesario para la siembra de maíz que termina siendo de autoconsumo. Lo que son derechos se convierten en chantajes. Eso sí acudirían con la promesa de comida. Y los de Chilapa comieron una torta de jamón en Chilpancingo y almorzaron al regreso unos tacos de huevo contaminados con estafilococo.
Saldo: 709 intoxicados y el rechazo de la inscripción de la candidatura de Sergio Dolores Flores.
El secretario de Salud del Gobierno de Guerrero, Lázaro Mazón Alonso, tuvo una genial idea a partir de este incidente. "Es la primera vez que pasa y les aseguro que ningún político del partido que sea va a buscar que su gente salga perjudicada (...) Yo les recomiendo a todos que hagan sus tortas en la casa", dijo.
Lo que Mazón ignora o se hace es que el fundamento del acarreo es ése, dar de comer, entretener, llevar de viaje. Lo que menos importa es el candidato. Claro, siempre estará determinado por un chantaje. El pase de lista, la supervisión, si no acudes, no hay fertilizante, agua, beca, subsidio.
Es la infame manera de medrar con la pobreza.
El acarreo es inútil y humillante. Costoso y agraviante. Ayer en los campos de futbol del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Ecatepec, miles y miles de personas fueron llevadas de distintos municipios para "participar" en un mitin en apoyo a Enrique Peña Nieto. Si no acuden, les quitan el agua, los permisos, los favores, o los cortan en la cadena de las transas.
No hay, por donde quiera verse, participación espontánea, apoyos incondicionales, desfiles voluntarios de adhesión al candidato. Hay escenografías montadas, gastos en autobuses de servicio público y microbuses ofrecidos por los permisionarios. Es la perversa cadena donde el ayuntamiento o el gobierno estatal otorga los permisos a los dueños del transporte, las placas, los favores para los sitios, las rutas, las tarifas a cambio de la incondicionalidad en el aporte de los vehículos para transportar como ganado a las personas necesarias.
Eso sí, en el PRI del Estado de México suele haber más dinero o dicho de otra forma, siendo el gobierno de esa entidad de filiación priista, el comité estatal partidista tiene mayores recursos para su desempeño. En Chilapa alcanzó para tacos de huevo. En Ecatepec se regalaron tamales, tortas, sandwiches, refrescos, jugos y golosinas.
Pero cómo sería de desbordante la espontaneidad y el entusiasmo de los miles de acarreados que apenas terminó el evento político y todos emprendieron la graciosa huida hacia los camiones y microbuses. Impresionantes son las escenas del cantante Jhonny Laboriel cantando ante sillas vacías. Los acarreados tenían prisa.
¿Quién defiende los derechos de los acarreados? Es tiempo de que el IFE, cuyos recursos millonarios los invierte en insulsos spots de llamado al voto, vire la mira para advertir la humillación, la violación de derechos humanos, los delitos y el abuso que los partidos cometen con los acarreos.
Cuando pide cuentas de precampañas, debe revisar no solo el ajuste de las facturas sino las humillaciones a los ciudadanos.
Y castigar a quienes propician esos actos de vejación ciudadana.
Lo mejor, sin duda, sería que las campañas tuvieran un mayor ingrediente de debates públicos y una menor dosis de acarreos, uso de dinero público, gastos en spots y coerción de ciudadanos.
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