¡Feliz 1994!
A un político se le puede perdonar casi todo: que no sepa dónde vive, que no sienta la necesidad de sufrir lo que sufrimos, que no sepa exactamente por dónde ni a dónde vamos, y que, sin embargo, se sienta con derecho de pedirnos que le votemos y elijamos para que, con todo el poder de nuestros votos, pueda hacer lo que quiera. No saber el tiempo en que se vive es lo que no se perdona y se cobra en las urnas.
Debo confesar que en las últimas horas del año pasado y las primeras del que inicia, es decir, la noche entre el sábado 31 de diciembre y el domingo 1 de enero, me la pasé pendiente de los noticieros. En mi duermevela, temía que según la campaña de Enrique Peña Nieto el subcomandante Marcos volviera a ocupar Chiapas, y esta vez extendiera sus dominios a otro estado.
Es un insulto para el país que todo lo que tenga que ofrecer Peña Nieto —esperemos que nada más en la parte que es un sueño y no en el trágico final— sea el modelo de gobierno Colosio, en un momento en el cual 43% de quienes votarán tienen entre 18 y 29 años y cuando hay más de un millón y medio que votarán por primera vez, los cuales, cuando murió Luis Donaldo Colosio, estaban naciendo o tenían alrededor de cinco años.
Pero, ¿cuál es el modelo Colosio? Después de una cabalgada tremenda de la quintaesencia de la dictadura de la libertad del mercado y del TLC, Carlos Salinas, con un evidente cálculo político erróneo y una clara intuición de que el país necesitaba una corrección social, nombró a su candidato —que no el del PRI, ni el de la mayor parte del tricolor, como después se vio— Luis Donaldo Colosio.
A partir de ese momento en México pasaron muchas cosas. Ni siquiera la buena intención, el carisma o lo que hubiera podido representar Colosio —que al final del día nunca lo sabremos— justifica que en 2012, dieciocho años después, el candidato del PRI lo que puede ofrecer es un sueño incompleto basado en una realidad política tan absolutamente distinta como la que había en 1993 respecto a la que enfrentamos en este año.
Los directores de campaña de Peña Nieto deben saber que hay grandes diferencias entre 1993 y 2012: primero, el PRI hace casi 12 años perdió el control del poder; segundo, ya se produjo la alternancia; tercero, el país es distinto y ya no depende del TLC y, cuarto, el mundo en general es otro.
¿Qué ha pasado? Tal vez se congelaron en la foto de Lomas Taurinas. Quizá, y estoy de acuerdo, es tan fuerte la necesidad de mitos no corrompidos o destruidos por la fuerza del poder que sólo nos queda Colosio.
Pero hay que saber las diferencias entre el país que llevó a Salinas a nombrar a Luis Donaldo Colosio (y también a morir) y el México que se pretende gobernar ahora.
A Enrique Peña Nieto como a Andrés Manuel López Obrador y quien resulte candidato del PAN les son perdonables muchas cosas, pero lo que no podemos aceptar es que, más allá de que no sepan en qué país viven, no tengan nada que ofrecer.
Porque una cosa es tener a Kennedy como santo democrático de cabecera, por hablar de otra expectativa no terminada pero que empezó a apuntar más, y otra es ofrecernos en el siglo XXI —en la era del Twitter, del Facebook, de internet, de la Primavera Árabe, del final de la estabilidad económica tal como la conocemos— un paseo por un sueño que se acabó recién empezado llamado Colosio.
Es muy malo empezar así. No sé quién les aconseja ni sé lo que buscan. Tampoco sé si lo que quieren es transmitir el mensaje de que ellos han vivido congelados. Lo que sí deben saber es que nosotros, quienes les votamos, respetamos la historia del país que representa Colosio, pero en ese respeto está el saber que nada de lo que pudo haber sucedido hace casi dos décadas es posible que ahora pase porque no se le puede hurtar al pueblo de México, ni a las instituciones, ni a la política, ni a los traumas, ni a los fracasos, ni a los aciertos, los años transcurridos desde Colosio, años, por cierto, que no han sido fáciles.
@antonio_navalon
Periodista
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