No le conozco un solo gran sermón. Ni una sola obra pía. Ni tampoco muchos feligreses. Pero es un obispo harto taquillero entre la clase política. Un facilitador, más que un religioso. Enlace entre los hombres del poder y los hombres del dinero. Por eso lo buscan. Lo hacen grande. Lo festejan.
Sus cumpleaños son verdaderos hitos de las páginas y revistas “de sociales”. Por ahí, invariablemente, Carlos Slim, el verdadero patriarca de la comunidad libanesa. Y los gobernadores. Y miembros del gabinete. Políticos y empresarios de toda ralea.
El de este martes 17 de enero no fue muy diferente a otros ágapes previos. Si acaso, con menos figuras políticas. Por ejemplo, no anduvo por ahí ninguno de los presidenciables.
Misa, primero; comida, después. Como tres mil invitados y como dos mil guaruras. La mayoría, de los políticos. Sí, de quienes se comprometen a cada rato –aunque sea nada más en los discursos– a combatir la inseguridad.
Autos de lujo y una veintena de helicópteros. Los mejores, el de Slim que pagamos los usuarios de telefonía y adquirientes de muchos otros casi todos los servicios, y el de Eruviel, pagado por los contribuyentes del Estado de México.
Y entre tanta y tanta cordialidad, apretones de mano y abrazos con estentóreas palmadas en la espalda, hubo pleitos para ocupar lugar en el presídium. A grado tal que el homenajeado tuvo que llamar la atención a los “colados”, pues le quitaron su lugar –¿premonición?— a Beatriz Paredes Rangel.
¿Quién sería? ¿El actor Güicho Domínguez? ¿El fajador La Chiquita González? ¿Cuál de los dos arribistas?
Quienes no perdieron su asiento de privilegio fueron Norberto Rivera, Onésimo Cepeda, Vicente Fox y Marta Sahagún, Ivonne Ortega, Carlos Peralta, Juan Francisco Ealy, ni Eruviel Ávila.
Todos ellos se dieron cuenta de que el Arzobispo de la Ciudad de México no saludó, ni siquiera volteó a ver –¡se acabó el amor!– a la mal llamada ex pareja presidencial.
Otros gobernadores: el de Hidalgo, a quien el presentador llamó “electo” –pues quizá le pasa lo que a Eruviel: que nadie sabe si ya tomaron posesión o todavía son los antecesores quienes dictan las grandes decisiones–, el de Nayarit, el de Campeche, el de Oaxaca…
Y una pléyade de empresarios, de origen libanés en su mayoría, a quien el Obispo ha llenado de bendi$iones, merced a sus contactos entre los administradores públicos.
De tantos favores cruzados, estoy cierto, todos los asistentes, por “buenas gentes” se van a ir derechito al Cielo.
La asignación de mesas contó a la hora de la hora.
En primera línea, María de toditititos los Ángeles Moreno. Y Raúl Salinas de Gortari con novia nueva, joven y guapa, a grado tal que, retador, parecía entonar mentalmente aquella clásica de José Alfredo: “pero voy a sacar juventud, ¡¡¡de mi carteeeera!!!
Atrasito más empresarios –los que se sabe poseen cuentas bancarias menos abultadas; tal vez hasta en cartera vencida–, comunidad libanesa, el ex procurador Mancera, diputados –la mayoría priistas, como Omar Fayad–, el pre-candidato (Peña dixit) verde, verde, verdísimo a la gubernatura de Chiapas, la ex subprocuradora Fromow…
En la tercera y cuarta fila más miembros de la comunidad libanesa. La local, del DF. Pero también la que se descolgó desde Campeche, Puebla y Yucatán. Y de ahí hasta la última fila, empresarios de medio pelo, estirando el cuello, buscando la mirada del obispo que tiene apellido de supermercado, pero que ni por “el buen fin” pone en oferta sus servicios de intermediación, lobbyst o “coyote”.
Nueva en estas lides, la controvertida Isabel Miranda de Wallace llegó a la misa como a la 13.30 horas. Demasiado temprano. Lo regular es llegar tarde, para ver y dejarse ver. Y fue nombrada en el discurso del obispo sin que consiguiera arrancar muchos aplausos de los ahí presentes.
Rueda de la fortuna. A la mesa 265 de las 300 habilitadas para que los asistentes degustaran el menú — botana libanesa, jabalí a las brasas, shawarma, carnero estilo pastor, borrego y pollo relleno y dulces árabes—estaba sentado Oscar Espinosa Villarreal. Muy pocos se dieron cuenta de que por ahí andaba. Hace 20 años hubiese estado en el presídium.
Y ante los dedos de novia –el postre, pues–, habló el obispo festejado. Y Eruviel. Y ya para rematar se acordaron que el anfitrión, ahí en Huixquilucan, era Alfredito del Mazo III al que nombraron ya que casi todos se iban, como para que no se sintiera –¡otra vez!– desplazado por Eruviel.
Hubo por ahí quien se tomó una foto con Fox. “Sí –aceptó el esposo de Martita–, pero rapidito porque se me va el avión”.
Y sí. Muy frecuentemente se le va el avión.
Por eso en la gráfica todos quienes les rodean aparecen soltando la carcajada.
Aunque el festejo no es cosa de risa. Sí de muchos pesos, euros, dólares, contratos, firmas, promesas, apoyos…
Lo común, pues, en el supermarket de la grilla.
Índice Flamígero: El Evangelio, según Antonio Chedrahui: “”Podemos salvar al país, pero no con la división que causan los insultos, la guerra sucia y los golpes bajos. Ya el pueblo está hastiado de esto. México debe estar unido, nos llama a salvarlo. Escuchemos su voz; unámonos en la paz y en la unión, porque nuestro país fue creado para la vida y no para dar muerte”.
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