lunes, 12 de diciembre de 2011

Credencial de elector platino VIP


Blogger: Héctor Zagal

Estimado Enrique Peña Nieto:

No te hará ninguna ilusión leer estas líneas, pero intuyo que lo harás. La carta que escribí a Paulina causó gran revuelo. Estoy tan sorprendido como tú. Durante estos días le he dado muchas vueltas al hecho. ¿Por qué llamó la atención de tantas personas? ¿A qué atribuyes la difusión?

Aventuro una explicación sencilla, verosímil. Los mexicanos estamos hasta las narices de la arrogancia de los poderosos y, especialmente, del egoísmo de los políticos. La reacción de las redes sociales fue espontánea. ¿Te lo ha comentado tu equipo? En serio, los mexicanos, “la prole”, estamos muy enojados. Y esto no se arregla con spots ni con promesas de campaña.

Hace unos días charlé con un muchacho que repartía volantes a las afueras de un lugar frecuentado por gente pudiente. Tras un rato de conversación, el chico se sinceró conmigo: “¿Por qué los ricos nos odian tanto?”. No supe que contestarle. La clase alta mexicana (y también la clase media) maltratamos y explotamos a los menos afortunados. ¿Qué le hubieras respondido tú? Al menos en mi caso, es verdad; alguna vez he abusado de las personas con menores ingresos, alguna vez los he tratado con desdén. Lo lamento mucho. Les pido disculpas.

Por cierto, me han descalificado llamándome “resentido social”. También eso es verdad. Junto con otros mexicanos, estoy resentido con los políticos. Prometo comentarlo con el psiquiatra. Pero dejemos a un lado mis complejos. Centrémonos en lo importante, la injusticia social: los desnutridos, los desempleados, los enfermos maltratados, las víctimas de los delincuentes (y de los policías), los discriminados. ¿Qué han hecho por ellos los políticos y potentados? ¿No son tu culpa? Comenzamos mal si ya, antes de la campaña, no asumes tu parte de responsabilidad.

La situación del país es grave. Pasea por Santa Fe en el DF. Este barrio simboliza la ignominiosa burbuja color de rosa. ¿No te ofenden los contrastes entre sus barrancas y sus rascacielos? Los ejemplos de este tipo abundan en el país. Es increíble que en Quintana Roo convivan hoteles suntuosos con regiones miserables. ¿Dónde va a parar la riqueza que producen los jardineros, las recamareras, los meseros? ¿Y qué decir de los estados maquiladores del norte? Muchas mujeres trabajan acosadas por la violencia, en condiciones durísimas, en fábricas dignas de una novela de Dickens o de Zola

México: un país rico con millones de pobres y gobernado por semidioses. ¡Ah!, ¡nuestra clase gobernante!, residentes del Olimpo. Los políticos mexicanos gozan de privilegios faraónicos y lujos versallescos. ¿Cuántos empleados tienes a tu servicio?

He conocido a políticos europeos, amenazados por el terrorismo, con menos guardaespaldas que la alta burocracia mexicana. Y no estoy hablando de funcionarios involucrados en el combate a los criminales, sino de burócratas de escritorio. La comitiva de casi cualquier gobernador o secretario supera en número al séquito del rey de Suecia

Para colmo, los privilegios de los políticos se extienden, frecuentemente, a sus familiares inmediatos. ¿Miento?

Cada uno puede hacer con su dinero lo que se le antoje. Sin embargo, el bienestar de ustedes, la clase política, se levanta sobre los hombros de “la prole”. ¿Quién paga los privilegios de los políticos y los partidos? Las obreras de Ciudad Juárez, los campesinos de Zacatecas, los empleados de Ecatepec, los indígenas de Chiapas y Yucatán, los pescadores de Yucatán, los diez millones de mexicanos que mandan dólares desde Estados Unidos. Ellos mantienen a la aristocracia política.

Personalmente, no puedo quejarme. Vivo con relativa holgura gracias a mi empleo. Lamentablemente, tú y yo somos la excepción. Millones de mexicanos honrados se parten el lomo día a día y no ganan lo suficiente.

Mira, no le demos más vueltas. Es injusto que los políticos mexicanos vivan en un país distinto, un país color de rosa. Ustedes viajan en helicópteros y aviones privados, mandan a su personal de “avanzada” para cerciorarse de que sus reservaciones en los restaurantes estén en orden, utilizan teléfonos celulares sin preocuparse por las cuentas, se transportan en camionetas de lujo, llegan a los aeropuertos por salas especiales. Los políticos mexicanos son ciudadanos VIP.

Han dicho que las críticas a tus tropiezos son fruto de la envidia. Puede ser. ¿Te parece raro que “la prole” envide la credencial de elector platino VIP de los políticos mexicanos?

No quiero terminar sin recomendarte una novela, La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. Ojalá te conmueva.

Héctor Zagal

p. s. La semana próxima le escribiré a tu colega Josefina (para que no te lo tomes personal, la cosa va pareja).

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