domingo, 4 de septiembre de 2011

La República al museo

A la Mitad del Foro


Las imágenes llevaban a evocar el tiempo de los cronistas parlamentarios; de aquellos de ironías filosas y capacidad crítica que dejaría pasmados a los intelectuales inorgánicos del asombro infantil que repiten sin cesar el halago al poder que no interfiere con la sacrosanta libertad de expresión. Si hubiera asistido desde el más allá uno de esos cronistas, resonarían sus palabras todavía bajo la sombrilla pétrea del Museo de Antropología: Para presidentes de altura, ministros de cabotaje.

Nada. Este primero de septiembre no hubo informe a la nación del estado que guardan los asuntos públicos. La República se refugió en el museo y el secretario de Gobernación se vistió de cartero para entregar en discreto saloncito de recepciones la caja de cartón enviada por su jefe, Felipe Calderón. Titular del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión que informa por escrito al Poder Legislativo... con lo que cumple y a la vez deforma lo que debiera ser informe al pueblo de México a través de sus representantes. Francisco Blake, mensajero fatal. Y Emilio Chuayffet en la ventanilla de una triste oficialía de partes. Con razón tuvo que esperar el secretario de Gobernación y hacer tiempo el presidente de la Cámara de Diputados para que hubiera quórum y se declarara instalada la Legislatura.

En el museo sólo faltó la inmarcesible presencia de Porfirio Muñoz Ledo, el que exigió se cancelara el pasillo central del salón de plenos en San Lázaro, porque era ornato faraónico para recibir al presidente de turno con el Ritorna Vincitor. Pero no hubo excesos cortesanos ni abyecta sumisión de los legisladores del priato septuagenario que superaran los de la toma de posesión de Vicente Fox. El adelantado de la revolución como la Cristera, subió a la tribuna y en lugar de dirigirse al Honorable Congreso de la Unión, conforme a la tradición republicana, se dirigió a sus hijos, a su familia, para hacer gala de su desprecio por el poder constituido y sus instituciones; preámbulo al acto inaugural de la teocracia soñada en el Auditorio Nacional, con el crucifijo en la mano y con rumbo al desastre del grosero desaire de su sexto informe: No tuvo valor para entrar al salón y entregó el mamotreto en los pasillos de la antesala.

Cuatro años acudió Felipe Calderón al Auditorio. Se acabaron los gitanos que iban por el monte solos/ Están los viejos cuchillos tiritando bajo el polvo. No hay quinto malo. Tres días de luto nacional decretaron por las víctimas del criminal atentado en el casino Royale en Monterrey. Y luego el gesto de austeridad por respeto a los muertos: en lugar del Auditorio Nacional con capacidad para miles de invitados al mensaje solemne del día de la alternancia, que vino a suplir al vergonzoso día del presidente, el Museo de Antropología como marco inigualable para la persistencia del gran Tlatoani, y para ver a los que no lo reciben en el Congreso, acudir a rendir pleitesía al Señor, mi Señor, gran Señor...

En lugar del palaciego besamanos y del recuento de interrupciones para aplaudir al del mensaje dirigido a sus invitados: relato de logros y proclamas guerreras, como recurso del método para la transición en presente continuo. Y en el nuevo escenario, los mismos personajes en busca de autor; las poses de grupos y los aspirantes alineados y sonrientes con la esperanza de que no haya desaparecido la kremlinología con la caída del muro. El saludo afectuoso, el apretón de manos para muestra de que la legitimidad es cuchilla que corta por los dos filos. Santiago Creel y José González Morfín en tète a tète, mientras Carlos Romero Deschamps sonríe sobre el hombro del hombrecito (seguramente con la vista fija en Juan José Suárez Coppel y la imaginación desatada por el negociazo de las acciones de Repsol y el por qué nada le consultaron al consejo de administración de Pemex, en el que está representado el sindicato).

Hay quienes sobreviven al naufragio. Joaquín Gamboa Pascoe, elegante y distante de sus huestes cetemistas, en amable plática con Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco por la bendición cardenalicia y aspirante a candidato del PAN a la Presidencia para hacerle el cuarto a Gustavo Madero. Y entre el abogado cetemista y el líder de los petroleros al que le madrugaron los de Gamboa cuando murió Leonardo Rodríguez Alcaine. Presente Joel Ayala, de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado. Ni sombra de Elba Esther Gordillo, beneficiaria de los desmantelamientos al amparo de la derecha, azul y tricolor, así como de las izquierdas fugaces que condenan el corporativismo obrero y aplauden al corporativismo empresarial.

Leonel Godoy, gobernador de Michoacán, santo varón de paciencia infinita no se apareció en el Museo de Antropología. Y no sería por el proceso electoral en marcha, porque ahí estaba Luisa María Calderón, hermana del que invitó a oír su mensaje y candidata del PAN al cargo de gobernador de Michoacán. Mientras la hermana mayor acompañaba al hermano que despacha en Los Pinos, Fausto Vallejo, candidato del PRI, hacía campaña y hacía cuentas de los escasos recursos que reciben los ayuntamientos: de cada peso que se recauda, reciben tres centavitos y medio. Sobre los cinco años del gobierno federal dijo, lisa y llanamente: La canasta básica se achicó, la gasolina sigue subiendo, los excedentes petroleros no han llegado, no se sienten. No hay obra de infraestructura y equipamiento suficiente, hay más desempleo, más pobres y no ha descendido la corrupción.

Silvano Aureoles Cornejo, candidato de PRD, PT y Convergencia, confía en que los 300 mil votos de la elección interna basten para remediar la fractura de la izquierda en la tierra del general Cárdenas. Pero las fisuras no empiezan en la sierra tarasca. En el Museo de Antropología se hizo presente Marcelo Ebrard, atento al viejo proverbio de la cercanía da influencia; Andrés Manuel López Obrador sigue en campaña permanente, ahora por la Huasteca potosina, y acepta lo que digan las encuestas; pero no se ha acordado quién las tendrá a su cargo y definirán el universo de hombres libres. Y ya surgió un grupo que propone la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas. Y los leales del presidente legítimo casi exigen que Cuauhtémoc niegue toda posibilidad de contender.

Una joven periodista preguntó a Salvador Allende si volvería a ser candidato por tercera ocasión: Señorita, ya tengo dispuesto que en mi lápida escriban: Aquí yace Salvador Allende, candidato a la Presidencia. No hay remedio. Y lo comprueba el artículo de Elvira Vargas: De pronto, sin ser atronador ni unánime, pero sí perfectamente audible, un aplauso anuncia la llegada de Josefina Vázquez Mota, quien recorre entre saludos, abrazos y sonrisas la distancia que la lleva hasta su lugar con los líderes de las bancadas en el Congreso. No ocurre lo mismo, empero, con Santiago Creel ni con Ernesto Cordero, junto con ella los principales aspirantes a la candidatura del PAN a la Presidencia.

Eso y el largo aplauso a los militares. Tal como sucedía cuando los informes eran en el Congreso de la Unión y se vivía los años del cesarismo sexenal. Hábitos más persistentes que los vicios, que el impulso irresistible de sumarse al llamado presidencial cuando proclama: ¡La Patria está en peligro!

Y ese fue el insistente reclamo de Felipe Calderón en el Museo de Antropología, en la nueva mudanza del informe del desdén a la República. Queda otro año para cambiar el modo y emular al Mago de Oz.

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