viernes, 12 de agosto de 2011

De Washington a Beijing

Francisco Rodríguez

August 12, 2011

— 12:00 am

A José Luis Sánchez Pizzini,

un verdadero conocedor de la economía y las finanzas mundiales

Jim Rogers, un multimillonario inversionista y escritor estadounidense, decidió abandonar el elegante Upper West Side neoyorquino por una confortable residencia en Singapur, donde se ubican los ingresos per capita más altos del mundo. Quiere que sus dos hijas adquieran una educación acorde al siglo XXI: que hablen y dominen el mandarín, una de las dos lenguas obligatorias en la escuela a la que asiste Happy, la mayor de ellas.

Pero Rogers también da otra razón contundente para explicar su mudanza: “El dinero está en el Oriente (planetario), y los deudores en el Occidente. Prefiero –dice– estar del lado de los acreedores que del de los deudores”. Cualquiera, ¿no cree usted?

Y es que no sólo Rogers se ha mudado.

Paulatinamente, el gobierno mundial ha cambiado de domicilio. Poco a poco abandona el Distrito de Columbia para instalarse en la Ciudad Prohibida de Beijing. Económica y financieramente, los nuevos cuarteles generales están ubicándose ya en Hong Kong y Shanghái, desertificando edificios en Manhattan, la City londinense o la Börsenplatz de Frankfurt.

Hay signos incontrovertibles que la mayoría de los analistas omiten referir y a los que muchos políticos temen mencionar: las obras de infraestructura, por ejemplo. Hoy los grandes puentes, los trenes rápidos, las bien planificadas ciudades y carreteras se construyen en Asia y ya no en el norte de América o el occidente de Europa, mientras –por ejemplo– la mayor parte de los freeways del territorio estadounidense están en peores condiciones que el Periférico de la ciudad de México.

Esta nueva crisis, empero, ha dejado asomar que los estadounidenses deben a los chinos hasta la camisa.

¿A qué obedece el éxito de los países del Lejano Oriente y, en contrapartida, el deterioro que ya es fracaso de las naciones occidentales?

A sus políticos, evidentemente.

Y es que, mientras los primeros mantienen sistemas mixtos de economía liberalizada con dosis de autoritarismo, por estos meridianos los economistas adictos al monetarismo y los grandes consorcios financieros e industriales mantienen secuestrados y a sus órdenes a los gobiernos.

Mucho tiene qué ver el regionalismo asiático, donde se da la verdadera cooperación internacional, mientras que en estos lares priva la vieja máxima de “el hombre, lobo del hombre” que se traduce en explotación de los recursos humanos y naturales de los vecinos, aquí traducido en maquiladoras, fundos mineros, petróleo, plantas automotrices con raquíticos salarios para los mexicanos.

La riqueza de México, también, se ha mudado desde hace siglos a las arcas del imperio en turno.

El futuro del país es ominoso. Seguimos atados a la decadente economía de los vecinos del norte. Los centros financieros del país están fuera de nuestro territorio: en Nueva York, Bilbao, Londres, Ottawa. Las grandes decisiones políticas se siguen dictando en Washington. Y es el Banco Mundial, también asentado en el Distrito de Columbia, el que dicta qué y cómo deben aplicarse las políticas asistencialistas que nuestra Sedesol vende como “sociales”.

Discurso tras discurso en la APEC, los últimos residentes de Los Pinos –también quien hoy ocupa militarmente la casa presidencial– hablan y hablan de diversificar nuestros mercados, de estrechar lazos con las economías de los países del Oriente del Pacífico, bla, bla, bla.

De ahí no pasan…

¿Qué esperamos para dejar de escribir nuestras peticiones a Washington y empezar a dirigir la correspondencia importante a Beijing o Shánghai?

¿Será que en Los Pinos no saben cuál es siquiera su código postal?

Índice Flamígero: No al Lejano Oriente, como me gustaría –o más lejos, cual sugieren algunos lectores–, pero sí aquí a la esquina del país dirigiré mis pasos la próxima semana. ¿El motivo? Darle a usted vacaciones. Que durante los siguientes cinco días laborables no tenga usted a este escribidor machaque y machaque sobre lo mismo: la inutilidad de (ciertos) políticos. Usted ya sabe a quién y a quiénes me refiero, ¿o no? Platicamos aquí, nuevamente y con su venia, el lunes 22 de agosto. ¡Pásela bien!

www.indicepolitico.com / pacorodriguez@journalist.com

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