-¿Cuál fue la respuesta a la mafia en Italia y cómo se vertebró simultáneamente ésta en el combate contra la corrupción?-, le preguntó el juez español Baltazar Garzón al ex alcalde de Palermo Leoluca Orlando.
El siciliano respondió de entrada: “La corrupción es el problema más grave para las democracias…”
Pero ese fue apenas el punto de arranque –el pretexto– para que Leoluca hablara ayer en el foro sobre Legalidad democrática, ética y de seguridad organizado por la Cámara de Diputados, de lo que realmente quería y que él ha llamado “crímenes de identidad”.
El ex alcalde de Palermo comenzó el hilo de esta tesis señalando que las mafias “no son un fenómeno tropical”, pues si bien “nacen en el calor, engordan en el frío”: el mundo del dinero sucio es tal que Palermo, Italia, ¡hasta Europa! les han quedado chicas.
Pero además, indicó, las mafias han cambiado desde la caída del muro de Berlín –y el arribo de la globalización—y han dado un salto cualitativo en su actuar: antes, digamos, eran delincuentes “normales” por llamarlos de algún modo: corrompían y asesinaban.
Ahora no. Ahora no sólo matan una vez, sino dos veces porque están asesinando también los valores de los pueblos. Estamos ante la “criminalidad de identidad”.
Por ejemplo, explicó, los valores esenciales en Sicilia son el honor, la familia, la amistad. “Pues bien, ahora las mafias matan en nombre del honor, de la familia, de la amistad. “Están matando doblemente, porque matan a la gente y matan la cultura a la vez”.
Pasa lo mismo con la mafia rusa, china o japonesa. O con los musulmanes, que “pervierten la identidad del Corán y matan en nombre del profeta. Matan doblemente”.
¿Qué pervirtió Hitler en Alemania? Lo que más respetan los alemanes: la ley, el respeto hacia la autoridad.
“Tenemos que cortar esa relación entre la identidad y la ilegalidad, y respetar la ley. Si no –advirtió—tendremos la corrupción y las mafias”
El “poder mafioso” es un poder cultural, económico, financiero, religioso y político. Si no lo entendemos en toda esa magnitud, no vamos a entender el problema, alegó. Por ello se necesita combatirlo con dos ruedas: jueces, fuerzas del orden y la ley por un lado; y escuelas, educación, participación de empresarios, de la iglesia, de la sociedad civil, por el otro.
Policías y jueces no son suficientes no son suficientes para enfrentar este fenómeno. “Las dos ruedas deben ir a la misma velocidad porque si sólo camina la represión terminarán diciendo: estábamos mejor cuando estábamos peor”.
-¿Qué son los narcocorridos?, lanzó al auditorio el ex alcalde.
-Son esa rueda que gira sin respetar la legalidad.
Leoluca Orlando –hombre que enfrentó a la mafia siciliana y tiene que ser protegido hasta la fecha por cuerpos de seguridad—insistió en que las mafias actuales “usan y pervierten los valores fundamentales de los pueblos”.
Son tres los valores globales que se usan y se han pervertido por parte de la mafia, expuso: el de la libertad, el de la competencia y el del desarrollo.
Las mafias los usan así: la libertad, en una libertad sin reglas; la competencia, en la formación de monopolios; el desarrollo en acaparar la riqueza en manos de pocos.
“Los valores se han pervertido”, resumió.
-¿Cuál es el valor esencial del mexicano?
El mismo respondió:
-El valor de avanzar…
Sólo que ese avance –dijo—, se trastocó en este dicho tan mexicano: “El que no tranza, no avanza…”
¿Y qué pasa con la gente común?, interrogó en otro momento de su intervención. Respondió él mismo con una breve historia: Si uno busca un médico y no lo encuentra, busca a otro; si busca a ese otro y no lo encuentra, va en busca de un tercero; pero si tampoco lo encuentra, busca al brujo.
Bueno, cuando las instituciones no funcionas –concluyó–, las personas buscan por otro lado su respuesta, buscan a su brujo: a los mafiosos. Ellos les otorgan una seguridad perversa, de a mentiras, pero es lo único que encuentran.
Por ello, subrayó una vez más Leoluca Orlando, la necesidad de avanzar con las dos ruedas de la carreta para poder enfrentar a las organizaciones criminales que hoy en día no sólo asesinan individuos, sino que además trastocan valores y matan culturas.
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