Ramón Aguirre Velázquez, Manuel Bartlett Díaz, Alfredo del Mazo González, Sergio García Ramírez, Miguel González Avelar y Carlos Salinas de Gortari desfilaron en una pasarela organizada por Jorge de la Vega Domínguez, en su calidad de dirigente formal del tricolor, para “democratizar” la selección del candidato presidencial que, de antemano, había sido designado por “el fiel de la balanza”, cual don José López Portillo dixit.
Había que aparentar “democracia”. Meses antes, y con el fin de “evitar que Estados Unidos impusiera a Salinas de Gortari como candidato presidencial”, cual me dijera Porfirio Muñoz Ledo, priístas de indudable relevancia habían creado una Corriente que pretendía democratizar al viejo PRI y que terminaron expulsados de sus filas.
Algo similar a aquellos hechos se ha montado deliberadamente en el PAN por estas fechas.
Deliberada y, para no variar, fallidamente, se echó a andar un mecanismo aparentemente democratizador de la decisión que, en su calidad de primer panista del país, en su momento habrá de adoptar el ocupante de Los Pinos Felipe Calderón Hinojosa.
Fechada en la segunda semana de mayo del presente año, circuló por los más altos niveles de la burbuja panista, una tarjeta que sugería varias recomendaciones: retomar el modelo adoptado por el Partido Revolucionario Institucional en 1987, y anunciar que el partido hoy en el gobierno tiene siete precandidatos a la presidencia de la República. Uno más, lo que no significa que sean mejores.
Veinticuatro años después el PAN ha retomado esa estrategia al anunciar durante la última semana de abril por medio de su vocero Gustavo Madero –pues el presidente panista en funciones es Felipe Calderón– que ese partido tiene como precandidatos a Santiago Creel, Ernesto Cordero, Emilio González, Heriberto Félix, Javier Lozano, Alonso Lujambio y Josefina Vázquez Mota, en estricto orden alfabético para que no se acuse de antifeminista por colocara a la dama en cuestión hasta atrás.
El documento en cuestión, después de un amplio análisis en el que se resumen las fortalezas y debilidades de cada uno, concluye que quienes resumen los elementos necesarios para ser considerados finalistas son:
1)Ernesto Cordero,
2) Heriberto Félix, y
3) Alonso Lujambio.
Presuntamente dirigido a Felipe Calderón, el documento solicita asimismo que se inicie “la operación” con los delegados federales de las distintas dependencias de la fallida Administración calderonista, lo que –en obediencia al documento– ocurrió los días 13 y 14 de mayo, cuando el señor Calderón solicitó a los 1 mil 800 funcionarios “de angora” reunidos por el rumbo del Hipódromo de las Américas de la capital nacional que, palabras más o menos, salieran y movieran los corazones de los mexicanos para difundir sus acciones y logros… lo que hasta la fecha no han hecho por falta de material.
Finalmente, el documento de marras –una suerte de guión para ungir al heredero– propone que durante este julio se dé el “descarte” para que de los siete precandidatos queden en la lista final sólo los tres arriba mencionados.
Así las cosas, el señor Calderón –que en su estilo de gobernar ha mostrado un desmesurado estilo priista– busca asemejar su decisión, como en 1987 lo hizo el PRI.
A ver si no se equivoca como lo reconoció en el 2009 Miguel de la Madrid le sucedió con Salinas.
Por lo pronto, lo que ni en sueños han alcanzado es que en los medios se hable de “siete distinguidos panistas”. Porque distinguidos, lo que se dice distinguidos…
Índice Flamígero: Durante los gobiernos priístas, en tiempos de sucesión presidencial, el oficial mayor de la Secretaría de Gobernación era el encargado de coordinar la operación política y generación de recursos de su homólogos y equivalentes en la distintas dependencias “para la campaña”. El dato viene a colación para quienes dan por muerto al secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix Guerra, pues desde principios de año su oficial mayor, Germán de la Garza Estrada, es coordinador general de oficiales mayores y equivalentes del Gobierno Federal. Por algo será, ¿o no?
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