lunes, 25 de julio de 2011

Rupturas y deslealtad

Martha Anaya

July 25, 2011

Hay un párrafo en el discurso de Humberto Moreira –expresado durante la sesión del Consejo Político para definir las bases internas de la candidatura presidencial—que llama poderosamente la atención. Es un párrafo cargado de historia que lleva varios mensajes a la vez a los tiempos por venir: advertencia, invitación y amenaza.

El líder nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) lo fraseó así:

“En el PRI de esta hora, que quede muy claro, ya no caben las rupturas; es el momento de un nuevo entendimiento entre nosotros. Un entendimiento cordial, animoso, participativo e incluyente. Sólo así vamos a probarle a la ciudadanía la confiabilidad, la fuerza, la legitimidad y la limpieza de una organización en la que no hay y no habrá lugar para la deslealtad”.

Saltan a primera vista tres palabras: rupturas, entendimiento, deslealtad.

Con la primera y la última –rupturas y deslealtad— los priistas han escriturado, al menos, los últimos 25 años de su andar.

Para no ir muy lejos, remontémonos tan sólo a la rigidez, a la falta de democracia interna y externa, y a la soberbia del sistema a finales de los años ochenta (1987) –durante el primer gobierno tecnócrata-neoliberal encabezado por Miguel de la Madrid–, que derivó en la fractura del partido con la salida de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo y un buen número de seguidores.

Las controvertidas elecciones de 1988, la “caída” y la “callada” del sistema con las que se ungió Presidente de la República a Carlos Salinas de Gortari luego de un pacto tras bambalinas con el PAN, fueron las sonoras campanadas que anunciaron el inicio de su retirada.

En esos comicios se hizo patente que la “lealtad” tradicional de las bases tricolores –camino que sus militantes habitualmente seguían y cumplían a conciencia para alcanzar posiciones en el gobierno– había dado la espalda a los nuevos tecnócratas que manejaron la campaña de Salinas y a su propio candidato a Los Pinos.

De las elecciones presidenciales en 1994 nunca sabremos qué habría ocurrido si no hubiera sido asesinado el candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio. Lo que sí constatamos es que tras su “destape”, uno de los aspirantes que quedó en el camino: Manuel Camacho Solís, rehusó abierta y públicamente la felicitación al candidato presidencial. Como también notamos que la campaña de Colosio no prendía y que el manejo sucesorio de Salinas era tan desaseado que las dudas corroían a los priistas al grado de que el aún mandatario tuvo que salir a decir: “No se hagan bolas, el candidato es Colosio”.

Llegó el magnicidio y con éste el voto del miedo. Amén de la extraña desaparición del escenario del candidato panista, Diego Fernández de Cevallos, tras haberle ganado el debate a Ernesto Zedillo.

Respiración artificial mantuvo así al PRI en Los Pinos otros seis años.

A la siguiente, la del 2000, entregó finalmente el poder.

Sin embargo, su retorno pudo haber ocurrido tempranamente, en el 2006. Las elecciones intermedias mostraron un nuevo impulso del PRI ante la desilusión provocada por el (des)gobierno de Vicente Fox.

Pero he aquí que de nuevo el priismo sufrió otra ruptura importante: la de Elba Esther Gordillo y sus huestes por su enfrentamiento con el entonces presidente del partido, Roberto Madrazo, tras su acuerdo con Fox para sacar adelante un aumento al IVA.

Roberto Madrazo, candidato presidencial del PRI en 2006, ha contado lo que llevó a su estrepitosa derrota en un libro con un título más que sugerente: La Traición, en el que habla precisamente de cómo algunos de los gobernadores priistas le dieron la espalda y accionaron en su contra. Versión, por cierto, corroborada en buena medida por el ex dirigente del PAN, Manuel Espino; y hoy en día cada vez más documentada por algunos de sus actores, como la propia profesora Gordillo.

Es probable que Madrazo, aún sin haber sido “traicionado” por los suyos tampoco hubiera logrado el triunfo frente a Andrés Manuel López Obrador. Pero esa es otra historia. Por lo pronto nos avocamos a lo que ocurrió dentro del PRI. A lo que motivó el discurso de Humberto Moreira este fin de semana.

Porque, efectivamente, ahí se encuentra una parte –sólo una parte—de las razones de sus pérdidas y sus derrotas. Tal es su pasado reciente. Y tales son, en primer término, sus fantasmas a vencer para el 2012: rupturas y deslealtad.

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