lunes, 4 de julio de 2011

El milagro de Río



En las favelas más violentas de Río de Janeiro, dos años han sido suficientes para reducir a cero los homicidios y arrebatar a los delincuentes el control de las calles. El cambio no se logró con armas de alto poder, sino con las Unidades de Policía Pacificadora y una estrategia opuesta a la guerra que se libra en México contra el crimen organizado.

Por Anabel Hernández
04/07/2011

Berlín, Alemania

El 23 de junio pasado, en el Castillo de Chapultepec, el presidente Felipe Calderón afirmó iracundo que no había otras propuestas ni formas para resolver el problema del narcotráfico y la violencia, que su gobierno había tomado la decisión correcta.

Indolente ante la protesta y las lágrimas ciudadanas, Calderón advirtió que mantendrá su estrategia policiaco-militar que hasta ahora ha costado más de 40 mil vidas y que no ha mermado ni la violencia ni el poder de los narcotraficantes.

¿El presidente pidió propuestas? Hoy Reporte Indigo presenta una estrategia opuesta a la que aplica el gobierno federal y que ha cambiado por completo la vida de más de 200 mil familias que viven en las 63 favelas más violentas y delictivas de Río de Janeiro, en Brasil, como Santa Marta y la tristemente célebre Ciudad de Dios.

En tan sólo dos años, el número de homicidios se redujo a cero y los grupos de delincuencia organizada ya no tienen el control de las calles.

Reporte Indigo entrevistó en exclusiva al protagonista de este cambio. Se trata del coronel Robson Rodrigues da Silva.

Éste es el milagro de Río y ésta es su historia.

LAS SIMILITUDES CON MÉXICO

El coronel Robson Rodrigues da Silva es un jefe policiaco fuera de lo común, y no sólo por ser altamente carismático.

Se formó en la policía militar, donde sólo se conciben estrategias de guerra para resolver conflictos, pero hoy es el coordinador de la Unidad de Policía Pacificadora que ha comenzado a llevar la paz a las favelas (barrios) de Río de Janeiro.

Durante años, más de 2 mil favelas de Río de Janeiro han estado controladas por el narcotráfico y todas las modalidades del crimen organizado. La ciudadanía ha vivido a merced de los delincuentes, y el Estado no ha sido capaz de darle paz y seguridad.

Camiones incendiados, helicópteros derribados a punta de metralleta, narcomenudeo en las calles a todas horas, criminales muertos, niños y mujeres asesinados en el fuego cruzado entre una policía militar brutal y una delincuencia igual de salvaje. Ése era el pan de cada día en las 63 favelas más conflictivas. Eran el México de hoy.

Si uno ve las fotografías de los narcobloqueos, los tiroteos y los policías y militares armados hasta los dientes, pareciera una postal de Ciudad Juárez, Michoacán, Monterrey o Nuevo Laredo.

Los operativos de la policía militar de Río y el Ejército tejieron historias negras de brutalidad, sangre e impunidad. Las arbitrariedades cometidas inspiraron incluso películas como “Tropa de Élite”, estrenada en 2007.

Quienes vivían en las favelas controladas por el narco no sabían si temerle más a la autoridad o a los criminales. Morían entre los dos fuegos.

Hoy, en las 63 favelas ocupadas por la Unidad de Policía Pacificadora de Río, la que comanda el coronel Robson, el índice de homicidios se redujo a cero.

En los barrios miserables donde hace unos años los delincuentes eran capaces de derrumbar los helicópteros de la policía de choque, hoy se comienza a respirar la paz.

Entrevistado por Reporte Indigo en Berlín el 8 de junio pasado, Robson explica por qué y cómo fue concebido este plan de paz, y no de guerra.

LA POLICÍA PACIFICADORA

Hace más de 20 años, Robson Rodrigues da Silva se enlistó en la Academia de Policía Militar de Río de Janeiro por necesidad. Pertenecía a una familia humilde y le urgía encontrar trabajo, aunque fuera de policía. El empleo no le gustaba.

Hace unos años, la Licenciatura en Antropología que estudió en la universidad federal de esa ciudad le hizo cambiar para siempre su perspectiva del crimen y la forma de solucionarlo. Y comenzó a gustarle lo que hacía.

Su hambre de transformar los conceptos que regían a la policía militar se juntó con la necesidad del gobernador de Río, Sergio Cabral, de abatir con métodos menos violentos la incontrolable delincuencia que imperaba en las favelas.

Brasil aspiraba a ser sede de la Copa Mundial de Futbol para 2014, y no era posible mostrar al mundo el amargo rostro de los barrios controlados por la delincuencia.

Rodriguez da Silva señala que en 2008, Cabral tuvo la idea de crear la Policía Pacificadora. De 2004 a 2009, la policía carioca y la de Sao Paulo habían matado a 11 mil personas.

“Es un hombre que supo conciliar con el gobierno federal y con el gobierno municipal. Consiguió una conciliación con todas las esferas de poder. Él vio que para que Río de Janeiro se transformara en una localidad atractiva económicamente, era necesario cambiar la problemática de las favelas”, señala el coronel.

“Para los moradores de las favelas y los noticiarios y periódicos, los moradores de las favelas son bandidos, cualquier bala perdida puede matar. Hay las que vienen del narcotráfico y otras de parte de la policía.

“Las balas perdidas son sólo eso, balas perdidas, y las vidas de la gente y los niños que se llevan por delante también se pierden”, se señalaba en reportajes publicados en 2008.

Hace más de un año, Robson Rodrigues da Silva fue nombrado responsable de afinar el proyecto de la Policía Pacificadora y llevarlo a la práctica. No fue una tarea fácil.

LAS UPP

“La Unidad de Policía Pacificadora (UPP) es un nuevo modelo de seguridad pública que promueve la aproximación entre la población y la policía aliada al fortalecimiento de políticas sociales en las comunidades.

“El objetivo es recuperar territorios ocupados desde hace décadas por traficantes y, recientemente, por milicianos”, señala la información oficial de la Secretaría de Seguridad Pública de Río de Janeiro.

“Las UPP’s representan una importante ‘arma’ del Gobierno del Estado del Río y de la Secretaría de Seguridad para recuperar territorios perdidos y llevar la inclusión social al grupo más carente de la población”.

Rodrigues da Silva señala que la tarea de las UPP es hacer una sociedad democrática de derecho.

“En mi país eso no era posible porque la concepción, la ideología, era de una cultura de guerra. Había la concepción de las clases más conservadoras de que la única manera de hacer la función de control social era la represión.

“El ejército, a través de la Policía Militar, estaba en las calles haciendo la tarea de policías. Eso generó más problemas en función de que enfrentaban a una criminalidad internacional que produce muchos efectos en Río de Janeiro, como tráfico de armas, de drogas, debido a un desfasamiento histórico del Estado.

“Eso provocó que se crearan guetos de separación como las favelas, donde los narcos se protegían con fuerte armamento de guerra”, explica el policía y antropólogo.

Las favelas, dice, eran un refugio para los grupos de la delincuencia organizada y era fácil cometer cualquier delito. Almacenaban grandes cantidades de droga y armas.

“Entonces, la única manera en que funcionaba la policía era con represión. La violencia provocó más violencia.

“Había una espiral de violencia muy clara. Llegaron a haber 120 mil muertos en todo Río de Janeiro, sin contar a los desaparecidos. Dentro de las favelas hay muchos cementerios clandestinos”, señala.

Cambiar esa dinámica parecía imposible, tal como ocurre en México. La UPP nació de manera accidental cuando un grupo de vecinos de una de las favelas más conflictivas, Santa Marta, pidió al alcalde de Río la intervención de la policía porque una guardería estaba siendo utilizada como cuartel general de una banda de narcotraficantes.

“La población pidió una intervención policial, y nuestro comandante dijo que teníamos que tener más policías para ocupar el local. La policía hizo la petición al gobierno, y a partir de ahí, diseñamos un programa de ocupación regular con presencia definitiva.

“En un primer momento se usó la fuerza”, explica Robson Rodrigues. “Tanto los policías como los narcos tienen fuerte armamento y miedo. En los primeros momentos hubo una resistencia por parte de los narcos, que creyeron que entraríamos y saldríamos. Con la presencia definitiva de la Unidad de Policía Pacificadora, la paz se convirtió en una realidad”.

La ocupación de cada favela se fue dando después de estudiar la realidad de cada una de ellas, su dinámica social, sus problemas, los grupos delictivos de influencia, su forma y lugares estratégicos de operación. No llegaron sin entender la realidad del entorno.

SE GANARON LA CONFIANZA DE LA SOCIEDAD

“La confianza se ganó con la proximidad, conociendo los problemas de la población. Si los rituales militares son rituales de deshumanización, ahora nosotros hacemos rituales de proximidad y humanización.

“Mi mirada de antropólogo me facilitó investigar nuevas soluciones para los conflictos”, comenta el coronel. “Por ejemplo, algunos valores están muy presentes en la cultura local, es una sociedad cristiana, y los valores cristianos nunca son rechazados.

“Los niños, las mujeres y las familias se convirtieron en vehículos muy importantes para una aproximación y una política de prevención con el reconocimiento de que todos nosotros somos seres humanos y necesitamos de una sociedad pacífica.

“Cuando los policías identifican estos valores, se involucran en una relación de proximidad. Es un proceso de cambio que necesita paciencia”, afirma.

Después de la ocupación de Santa Marta, se aplicó la misma estrategia en las favelas más violentas.

Actualmente, la UPP tiene 17 unidades en 63 favelas. “Para 2014, habremos de tener ocupadas 175 favelas que son las más violentas y peligrosas de Río de Janeiro”, explica Robson.

Las UPP llegaron a las calles de las favelas y ahí se instalaron. En las más importantes han establecido un centro de operaciones desde donde realizan una tarea preventiva, no sólo en materia policiaca, sino también social.

UNA SOCIEDAD ACTIVA

“La gente de Río es una gente muy solidaria, pero el clima de guerra que se vivía impedía esta solidaridad”, señala Robson Rodrigues da Silva.

“Ahora las UPP han alcanzado un hecho muy importante, un hecho simbólico: mueven los sentimientos de solidaridad. Se han hecho alianzas con nosotros para hacer programas sociales, pero yo he dicho que nosotros no hacemos programas sociales, hacemos tareas de prevención para un grupo muy específico: para los niños y jóvenes que son más vulnerables socialmente”.

Los policías que mataban o abusaban de los pobladores de las favelas con el pretexto de combatir la delincuencia cambiaron sus uniformes negros de Robocop –como los que usa la Policía Federal mexicana– por los de una policía de barrio con pantalón azul marino, camisa azul cielo de manga corta y el rostro descubierto, sin ocultarlo con pasamontañas o caretas que permiten la impunidad y el anonimato.

Ahora los policías ofrecen clases de guitarra, futbol y otros deportes para los niños y jóvenes, que son la población más vulnerable.

“Son lenguajes de proximidad universales que canalizan la fuerza de los jóvenes y cambian la violencia por mecanismos de paz”, explica el coronel da Silva.

Agrega que no ha sido un proceso fácil porque en esas comunidades se valora la capacidad de ejercer la violencia.

“Para ellos era un bien simbólico que les permitía ascender en la jerarquía de las bandas de narcotraficantes, pero cuando nosotros hicimos la ocupación de las favelas, comenzamos a cambiar estos mecanismos. Hay un cambio de los valores estimulado por nosotros a través de programas de mediación de violencia.

“Se recupera la confianza en la policía, es un proceso relativo. Persiste el miedo, pero con el pasar de los días, la confianza se va ganando”, señala.

TRANSFORMACIÓN DE LA POLICÍA

Las Unidades de Policía Pacificadora no fueron concebidas como grupos de élite.

“Nosotros no queremos que sea un grupo especial porque la creación de los grupos especiales fragmentan a la policía”, explica Robson Rodrigues.

Los policías que integran las UPP fueron capacitados con un curso básico de formación de policías basado en el respeto a los derechos humanos.

La capacitación no es de tres meses, como ocurre en México con la Policía Federal, sino de ocho meses más un mes de prueba y adaptabilidad en campo. Después de eso, los policías ya pueden comenzar a trabajar.

“Hay una capacitación básica en las academias de policía, pero en el programa de las UPP estamos experimentando otro tipo de entrenamiento. La formación militar trae un prejuicio muy grande en relación al poder de comunicación del individuo”, explica el coronel.

Como antropólogo, sabe que la negociación y la conciliación son más poderosas que el uso de la fuerza pública. El reto era enseñar a los policías militares a dialogar y negociar. Y fue entonces cuando a Robson Rodrigues se le ocurrió una idea impensable: dar clases de teatro.

“Nosotros estamos hoy haciendo experimentos a través del teatro, aunque algunos policías son reticentes a esto”, reconoce.

“Como parte del entrenamiento, se montan obras de teatro con los policías. Nosotros percibíamos que había una necesidad de que los policías pudieran aprender a dialogar para generar una realidad de paz sin la necesidad de armas convencionales.

“El diálogo es un arma magnífica para la proximidad y la mediación de conflictos. Todas éstas son nuevas herramientas sistematizadas a través de programas pedagógicos atractivos para los policías, para que ellos mismos puedan incorporarlas en su trabajo diario. Estamos realizando un cambio paradigmático”, dice.

El coronel Rodrigues señala que existe un proyecto para crear una escuela nacional de policías de paz. Actualmente hay 3 mil 300 elementos, pero para fines de 2011 serán 6 mil.

Falta mejorar los sueldos, que siguen siendo muy bajos. Quienes pertenecen a las UPP reciben una gratificación que corresponde al 50 por ciento de su sueldo, por lo que ahora reciben mil reales al mes. “Lo cual sigue siendo poco”, reconoce el coronel.

Rodrigues da Silva explica que el éxito del programa se debe a que la propia población de las favelas supervisa a los policías y denuncia cualquier acto de abuso o corrupción.

“Cuando hay un conflicto, yo voy directamente a las localidades para mediar con la sociedad”, dice.

El programa tiene un alto índice de aceptación entre la población de Río de Janeiro. El 7 de junio pasado se publicó una encuesta en la que más de 53 por ciento de la sociedad dijo estar dispuesta a contribuir con hechos para que se mantengan las UPP.

Actualmente, los miembros de estas unidades portan armas convencionales, no el armamento de alto impacto. El paso siguiente es cambiar el armamento convencional por uno no letal.

DISMINUYE VIOLENCIA, PERO LAS DROGAS SIGUEN

El plan de trabajo de las UPP está en constante evolución. Nacieron para operar como policía preventiva, no de combate al crimen, aunque su actuación ha minimizado los delitos en las favelas.

“La violencia letal en las favelas se redujo a cero, no hay más armas de guerra. Nuestro objetivo era la ocupación territorial. Antes eran los narcos quienes la tenían. Para ellos, el territorio es un capital de acumulación de riqueza, les permite la creación de redes delictivas que se amplían y genera una actividad criminal a gran escala. Ahora, en las favelas donde están las UPP, la autoridad recuperó el control del territorio”, explica Da Silva.

Lo que no ha sido erradicado es el narcotráfico. “Continúa el tráfico de drogas, pero ya no es descaradamente a la luz del día en la vía pública, sino que es de manera escondida para no ser sorprendidos por la Policía Pacificadora. En las favelas trabaja una Policía de Investigación, que es la que investiga el tráfico de droga”, apunta.

Las UPP son criticadas al interior de Brasil porque supuestamente sólo pretenden cambiar la imagen de Río para la Copa Mundial de Futbol. Hay quienes temen que después del campeonato, las UPP abandonen las favelas y las cosas vuelvan a ser como antes.

Hasta ahora, reconoce Rodrigues da Silva, no están presupuestados los recursos necesarios para mantener el programa a largo plazo, pero afirma que las UPP no son un plan cosmético, sino un programa que será permanente y se irá extendiendo a otras regiones de Brasil.

“Aún perduran los conflictos, es un programa abierto, no está terminado, faltan muchas cosas por hacer”, afirma.

La rápida transformación de las favelas recuperadas comienza a conocerse como el milagro de Río y ha atraído el interés de la comunidad internacional.

Los gobiernos de Estados Unidos, Argentina e Israel, alumnos de Harvard, Barack Obama y hasta Madonna se han interesado en las UPP y han ido a ver con sus propios ojos el milagro.

México necesita un milagro similar y aprender de la experiencia de Río de Janeiro, pero el coronel Robson Rodrigues señala que hasta ahora no ha habido ningún acercamiento de las autoridades mexicanas.

El presidente Calderón afirmó que mientras no hubiera otras propuestas para combatir al narcotráfico, seguiría optando por su guerra, su fallida “guerra”.

Su gobierno está obligado a reconocer que existen otros modelos que no cobran vidas de civiles inocentes, ni aumentan la violencia y sí dan resultado.

Lo que ocurre en las favelas rescatadas de Río de Janeiro es un claro ejemplo de que las cosas pueden hacerse de otra forma.

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