miércoles, 27 de julio de 2011

Deslindarse de Calderón

Martha Anaya

July 27, 2011

No son pocos los panistas que consideran que la gestión de Felipe Calderón –y muy especialmente la prevaleciente situación económica que sigue empobreciendo a muchos y su fallida lucha contra el crimen organizado–, lleva la principal responsabilidad en las derrotas electorales que han sufrido a lo largo del sexenio y que podrían culminar con su derrota en la elección presidencial del 2012.

Algunos lo mencionan en charlas privadas. Pero todos, todos los aspirantes del blanquiazul por la candidatura presidencial, saben que es un tema a abordar y a franquear –al igual que ocurrió al final del desilusionante gobierno de Vicente Fox–, si quieren posicionarse mejor ante la ciudadanía.

En la reunión que sostuvieron los panistas el fin de semana pasado, el tema salió a colación cuando Gustavo Madero presentó las cifras de las derrotas y su correlación con la baja calificación a la gestión del Presidente de la República.

En términos claros, lo que mostraba el presidente del partido es que si querían realmente entrar a la competencia, tendrían que deslindarse de la gestión de Felipe Calderón.

Y aunque hubo voces que salieron en defensa del Presidente de la República, lo cierto es que saben que Madero tiene razón.

El problema que enfrentan los aspirantes, entonces, es cómo hacerlo. Cómo deslindarse de Calderón sin agraviarlo.

Ernesto Cordero y Alonso Lujambio no sólo pertenecen al gabinete calderonista. Es su “padrino”. Darle la espalda a su jefe, a quien los designó y les abrió la oportunidad para sucederlo, les es cuesta arriba. Señalar al Presidente de la República con el dedo flamígero para escalar posiciones y lograr así mayores simpatías, podría incluso revertírseles.
Están en un brete. Aún no saben cómo resolver el dilema. Van a la cola de las preferencias entre los panistas.

Josefina Vázquez Mota no se caracteriza precisamente por sus lealtades. Sabe mantener distancias y mantiene velas encendidas hasta el último momento. Así jugó en la pasada elección presidencial: le dijo a Calderón que le daba su apoyo, pero no actuó en su favor sino hasta que se dio su nominación como candidato (por ello la desconfianza del equipo calderonista que encabezaba Juan Camilo Mouriño).

En ésta, ella misma juega hasta ahora entre las dos aguas: estoy con el Presidente, pero no del todo. Se asume panista pero calderonista de hueso colorado. Su posición le ha redituado y seguirá por esa senda. Encabeza las simpatías blanquiazules.

Santiago Creel no cuenta con la simpatía del Presidente de la República, ha vivido en carne propia defenestraciones y descolones promovidos por Calderón. Nada le debe. De hecho, Creel enarbola precisamente la condición de no ser uno de los favoritos del Presidente para sucederlo.

Es el único que utiliza la malquerencia presidencial como un activo. Sin embargo, en su caso, esto no parece suficiente para llevarlo a competir de nuevo por “la grande”. Su última carta podría ser precisamente un rompimiento abierto y total con Calderón.

La debilidad o fortaleza del PAN y de sus aspirantes en la contienda, será al final lo que defina la magnitud del deslinde con la gestión de Felipe Calderón.

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