“Acepto y reconozco, yo, Elba Esther Gordillo, que sí apoyé a (Miguel Ángel) Yunes…”
Así, con ese aroma del discurso de los poderosos, la maestra dejó caer el golpe sobre su antiguo aliado.
“No era una relación histórica”, indicaría a manera de explicación a su abandono por aquél que en su momento le sirvió y al que le abrió un hueco en la administración –el ISSSTE– vía una negociación con Felipe Calderón.
Y se lanza contra él: “¡Que se transparente y se aplique todo el rigor de la ley a quienes han abusado de los recursos de los trabajadores!”
¿Qué ocurrió entre Elba Esther y Yunes para desatar la ira de “Doña Macabra”?
Nunca lo respondió.
Miguel Ángel Yunes, de natural dado al debate y a responder a cuantos cuestionamientos se le hacen, ha guardado elocuente silencio. Ésta vez, el enemigo –la enemiga—es poderoso.
Pero el distanciamiento entre ellos tiene ya algo más de un año. Se evidenció durante las elecciones para la gubernatura en Veracruz.
En ese entonces, recordemos, Yunes Linares fue como candidato de la coalición PAN- Panal (el partido de Elba Esther). Diríase, ante tal decisión, que la relación entre ambos aún era buena.
Pero algo ocurrió a medio camino. En las últimas semanas previas a la elección, se hablaba en los medios veracruzanos de la “traición” de Elba Esther a Yunes.
Los resultados de la elección favorecieron al priista, Javier Duarte. El candidato del PAN-Panal gritó, pataleó, impugnó, intentó echar abajo el resultado.
Extrañamente, los panistas se hicieron a un lado. La maestra lo dejó solo.
El profesor Víctor Bolaños, representante de la CNTE en Orizaba, comentaba entonces que el día de los comicios, al medio día, los “operadores” de la maestra habían recibido la instrucción “de ir con Duarte”.
¿Qué ocurrió?, le preguntaron al dirigente opositor del SNTE. Bolaños respondió:
“Nunca lo vamos a saber. No sabemos si le convino más negociar con (Enrique) Peña Nieto directamente o si recibió instrucciones de Calderón”.
Pero no sólo eso. En la toma de posesión de Duarte, Elba Esther Gordillo apareció –para asombro de muchos priistas—como invitada especial.
Quizá por ahí habría que comenzar a deshilar la madeja, aunque no termina por explicar el por qué ahora, un año después de la elección en Veracruz y ante el aparente silencio de Yunes, la lideresa del sindicato de maestros lanza a sus huestes contra su ex protegido.
¿Mera venganza por algún agravio?
¿O será acaso –esa transformación de madrina a madrastra–, una especie de sacrificio a Huitzilopochtli con miras al 2012?
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