lunes, 20 de junio de 2011

Who's the boss?

TOLVANERA


Roberto Zamarripa


Contó el electricista Juan Ignacio Parra, en su declaración ministerial rendida ante la SIEDO de la PGR, que el jueves 2 de junio un cliente suyo conocido como Pichel lo contrató para arreglar una lámpara en el Hotel Palacio de Tijuana (Reforma, 15/06/11. Declaración AP/PGR/SIEDO/UEITA/113/2011. Nota del reportero Benito Jiménez).


El electricista, un tijuanense de 35 años de edad, llegó al cuarto donde se hospedaban Ramón López Apodaca, de 37 años, originario de Navojoa, Sonora y Carlos Gonzalo Pérez Contreras, de 20 años, de Ciudad Obregón, Sonora.


Uno de ellos abrió la puerta. "Era como de 37 o 38 años, de aspecto antisocial, es decir, medio malencarado, fantoche o prepotente, vestido de pantalón de mezclilla". Parra se puso a trabajar y escuchó una conversación entre los dos huéspedes del cuarto según la cual "en cuanto llegara iban a agarrar a una persona que lo iban a desaparecer, que le iban a dar pa' bajo". El sujeto al que iban a desaparecer era "una persona gorda, de short y medio pelón, y que traía una camioneta tipo Explorer".


Parra aseguró haber visto en el lugar dos pistolas tipo escuadra sobre la cama del cuarto. Al electricista, según la versión ministerial, se le hizo fácil avisar a la recepción del hotel lo que había escuchado. El viernes 3 por la tarde fue llevado por personal del hotel ante oficiales castrenses quienes a su vez lo trasladaron a la Zona Militar donde fue interrogado.


Al final, Juan Ignacio Parra resultó detenido, según el parte que consta en la averiguación previa, con una carabina marca US modelo M1 calibre .30.


"Y fajada en su cintura del lado izquierdo, por la parte de la espalda (portaba) un arma tipo pistola marca Rock Island Armory de calibre .38". (Reforma, 15/06/11).


Hoy, junto con todos los acusados por acopio de armas en el caso Hank Rhon, Parra quedó libre.


Justo un año antes, la madrugada del 9 de junio de 2010, efectivos de la Marina encapuchados y armados con fusiles de visión nocturna detuvieron a cuatro jóvenes en una casa de huéspedes de la colonia Roma en la Ciudad de México. Se les acusó de esconder atrás de un lavadero 20 kilogramos de explosivos guardados en una bolsa de mandado (Reforma, 28/06/10. Tolvanera. "Errores").


La Marina consignó ante la PGR a los jóvenes por poseer C4, un explosivo utilizado por grupos terroristas.


La PGR determinó empero que los jóvenes en realidad poseían glicerina, ácido nítrico y parafina, que servirían para hacer cremas cosméticas o velas. Nada de explosivos.


Los muchachos fueron liberados.


¿Qué tienen en común estos dos casos?


Que los informantes para operar las detenciones de estos inocentes -un electricista chismoso y unos jóvenes artesanos- fueron agentes estadounidenses. Fuentes de Seguridad Nacional mexicanas aseguran que en ambos casos la información provino de la DEA, la agencia estadounidense.


En el caso Hank Rhon se desató un operativo militar por las versiones del electricista chismoso. El hombre que sería ejecutado ("una persona gorda, de short y medio pelón, y que traía una camioneta tipo Explorer"), era un informante de la DEA, según advirtió algún funcionario estadounidense al saber la versión del electricista. Por eso se desató el operativo militar y al momento de detener a los sicarios sonorenses -descubiertos por el electricista-, éstos dijeron trabajar para Jorge Hank. De ahí que las pesquisas posteriores los llevaran a la casa de Hank y al desaguisado que se conoce. Los sicarios están libres, Hank salió de la cárcel muerto de la risa, el electricista fue consignado como peligroso delincuente y luego lo dejaron en libertad, pero no le alcanzaba para la fianza, y la credibilidad de la PGR, del Ejército y del gobierno federal y su política de seguridad quedó, de nuevo, en entredicho.


La trama que parece absurda, pero que como dicen los abogados consta en actas, revela la manera en que operan las distintas instituciones de seguridad. El Ejército no avisa a la Marina ni a la SSP para realizar operativos. Como la Marina no le avisó a nadie cuando detuvo hace un año a los artesanos de la colonia Roma.


Según la información de la Marina, los explosivos que supuestamente tenían los artesanos iban a ser utilizados para perpetrar un atentado en el Zócalo durante la inauguración del Mundial de Futbol que sería transmitido en la plaza en pantallas gigantes. Lo incautado era cera para velas.


En el operativo Hank, según la información de fuentes de seguridad nacional mexicanas "la persona gorda" iba a ser ejecutada por los sicarios y la DEA pidió auxilio al Ejército para evitarlo. Después de eso vino la incursión a la casa de Hank. Y todos resultaron inocentes, hasta los sicarios.


La información de "inteligencia" creíble proviene del exterior porque aquí nadie le cree al de junto. Y se obedece con mayor rapidez una petición estadounidense que una orden suprema de las instituciones mexicanas.


Al final de la trama los inocentes resultan culpables y los culpables salen sonrientes de las cárceles y los arraigos.

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