jueves, 2 de junio de 2011

Ernesto Cordero


PLAZA PÚBLICA


Miguel Ángel Granados Chapa

De los nueve candidatos presidenciales que ha postulado Acción Nacional cinco han sido abogados. Dos fueron ingenieros, uno administrador de empresas y uno más empresario sin título profesional. De cumplirse el designio del presidente Calderón, el décimo candidato panista al Poder Ejecutivo tendría como primer grado académico el de actuario. Ernesto Cordero estudió la carrera correspondiente en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, ITAM, institución privada que junto con la Escuela Libre de Derecho es hoy el origen de los altos cargos de la Federación.


Hasta que apareció esa carrera en la Facultad de Ciencias de la UNAM, un actuario era un empleado de la judicatura encargado de notificar a las partes los acuerdos de los juzgadores, y de dar fe de actuaciones judiciales. No solían gozar de buena fama y ciertamente no de remuneraciones adecuadas, que suplían con dádivas de los litigantes. Hablo en pasado para estar cierto de lo que digo, aunque no será extraño que esa reputación y su origen sigan siendo parte de la cotidianidad en la vida de los juzgados. En cambio, los actuarios cuyo fundamento académico son las matemáticas gozan de prestigio y alcanzan relevantes posiciones no sólo en el ámbito de los seguros, que fue su primordial campo de acción, sino en otros espacios privados y públicos.


Cordero estudió en el propio ITAM una maestría en economía y cursó el doctorado respectivo en la Universidad de Pennsylvania. Pero el actuario, aunque se vista de economista, actuario se queda. Ocurre al secretario de Hacienda lo que a su jefe y propulsor, Felipe Calderón, que no deja de ser abogado de la Libre aunque después haya estudiado economía en el propio ITAM y administración pública en Harvard. Como actuario, en consecuencia, es de esperarse que Cordero haya aplicado sus conocimientos matemáticos a la evaluación y prevención de los riesgos en que pudieron incurrir Calderón y él mismo al hacer explícita en mayo (el mes de su nacimiento) su condición de precandidato presidencial favorito del Presidente.


Fue inoportuno el momento en que se oficializó esa precandidatura. Apenas tres días antes Cordero había firmado la postulación de su ex jefe Agustín Carstens a la dirección gerencia del Fondo Monetario Internacional. Y si bien el impulso a esa candidatura corre ahora a cargo de la Cancillería, es irresponsable que el presentador formal abandone a su presentado para centrar su atención en su propia promoción electoral. Si bien alcanzó a hablar del tema con los ministros de Finanzas del primer mundo, incluida la candidata de Europa al mismo cargo, Christine Lagarde, no estará presente durante la campaña, a efectuarse del 10 al 30 de junio.


En el ámbito interno, el momento de su lanzamiento, por no ser acompañado de su renuncia, lo expuso a riesgos que van actualizándose. Por un lado, puso de manifiesto algo que se sabe y que sin embargo ahora se expresa. Cordero no es un candidato natural, ante cuya postulación interna el resto de los aspirantes se inclina. Al contrario, salvo el silencio de Javier Lozano, que de antemano se había declarado partidario de Cordero en caso de no ser él mismo el ungido, la evidencia de que el secretario de Hacienda es el predilecto de Calderón ha generado un ambiente si no hostil por lo menos ingrato en torno suyo. Aunque es previsible que, como subordinados que son del Ejecutivo, Alonso Lujambio y Heriberto Félix terminarán sometiéndose a la decisión que no les favorece, por lo pronto no han dejado de expresar su disgusto por la cargada encabezada por los gobernadores de Baja California, Puebla y Sonora (el de Baja California Sur no cuenta en materia de política interior panista) de la que partió Cordero para reconocerse de modo explícito como pretendiente presidencial. A los dos secretarios de Estado no les quedará más remedio que admitir la orden que de modo tácito han recibido de su jefe, o irse del gabinete, a probar suerte por sí mismos, con mínimas posibilidades de éxito, presos como estarían entre el oficialismo expresado en Cordero y la autonomía de Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel y Emilio González Márquez, ninguno de los cuales tiene por qué atender sugerencias de continuar su participación o retirarse de la liza.


Aun los sectores inclinados a dar como buenas las decisiones del Ejecutivo, por su sola procedencia, independientemente del acierto o desacierto de su contenido, esperan que Cordero se ausente cuanto antes. Temen que su capacidad de decisión sea frágil, y por lo tanto coloque en mala posición las finanzas nacionales. El Banco de México ha dado a conocer la encuesta que periódicamente realiza entre pronosticadores de la economía mexicana, cuya conclusión es que el crecimiento está desacelerándose a causa de similar fenómeno en la economía norteamericana. Para la cúpula empresarial es preferible que haya un secretario en funciones hasta noviembre de 2012, que enfrente las consecuencias de sus decisiones, y no uno que ande en otra cosa.


Cordero se pone en riesgo, además, mientras siga expresando como secretario de Hacienda sus opiniones. Cayó en la tentación de entrar en un viejo dilema sobre la pobreza en o de México. La creencia que fraseó Humboldt hace más de dos siglos, de que México era un cornucopia, un cuerno de la abundancia, cuyos habitantes son pobres no es verdadera. Ahora, según Cordero, es un país de renta media con población pobre. Su conocimiento matemático no alcanza para reconocer imposible que haya un país de ingresos medios sin pobres que tiren hacia abajo el promedio.

Cajón de Sastre


Si alguna vez tuvo una oportunidad real de ser candidato panista a la Presidencia de la República (¿no el también ex priista Miguel Ángel Yunes Linares fue postulado al gobierno de Veracruz?), y si no hubiera sido ya destapado su cercano amigo Ernesto Cordero, Javier Lozano Alarcón perdió el martes la posición que, según aseguraba, tenía ya garantizada. En su comparecencia con tres secretarios de Estado más ante comisiones de la Permanente, se mostró como quien es, rijoso y provocador aun frente a miembros de su propio partido, el actual. Y hasta ha pretendido haber realizado una hazaña de dignidad al poner en su lugar a los diputados y senadores a los que ofendió. No entiende (porque al perder su elección no pudo serlo) que los legisladores son elegidos y él sólo es subordinado de otro poder.

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