viernes, 13 de mayo de 2011

Una pausa


Juan Villoro
13 May. 11

¿Es posible transformar el miedo y el descontento en esperanza? Tal fue el desmedido y necesario propósito de las marchas del pasado domingo.

Conviene hacer una pausa para valorar los logros y las limitaciones de un movimiento que apenas comienza. La convocatoria lanzada por el poeta Javier Sicilia encontró un eco significativo. El Zócalo -único espacio más importante que la televisión- no se llenó pero congregó a decenas de miles de personas.

Una de las críticas más frecuentes que ha recibido la marcha es que se "politizó" o que fue "secuestrada" por opositores al régimen. Sicilia había llamado a marchar en silencio, en señal de recogimiento y comunión ante el dolor. Sólo en parte la marcha fue silenciosa. Resulta imposible mantener la disciplina en un movimiento que no ha sido constituido. En 1968, la Manifestación del Silencio fue resultado de un sólido consenso entre quienes ya habían participado en otros actos y entendían que la mejor forma de enfrentar las calumnias y las acusaciones de "sedición social" era mostrar la fuerza del silencio.

Muy distinto es lo que ocurre ahora. Una enseñanza clara de la marcha: quienes atendieron a la convocatoria se oponen a la política de seguridad del Presidente. Desde su origen, la movilización tenía un componente político. No se "politizó" en el kilómetro 10 ni fue "secuestrada" en el 15: reunió a personas insatisfechas por la actuación del gobierno.

Esto no significa, en modo alguno, que los participantes se opongan a acabar con el crimen organizado. Se trata, por el contrario, de concebir una estrategia más certera y con menor costo social.

Sicilia ha propuesto un pacto para reconstruir un país fracturado. No es difícil compartir su espíritu general, pero vale la pena discutir algunas cosas.

Llama la atención el uso de la expresión "muertos emblemáticos" para singularizar a ciertas víctimas. Todos los caídos deben ser honrados por igual. Una tragedia nacional no admite la selectividad del martirio. También me parece equivocado que, en su primer mensaje, Sicilia hablara del antiguo "código de honor" de los delincuentes. No hay formas tolerables de estar fuera de la ley.

Por otra parte, sólo se podrá salir del problema con la participación del Ejército. El narcotráfico tiene ramificaciones económicas, financieras, sociales, culturales e incluso religiosas. Calderón ha cometido el error de enfrentarlo exclusivamente en plan militar. Cuarenta mil muertos en cuatro años revelan una estrategia errónea. En su muy comentada investigación, Fernando Escalante probó que la presencia del Ejército ha incrementado la violencia regional. ¿Debe llevar esto a un pacifismo irrestricto, admisión anticipada de la derrota? Por supuesto que no: el Ejército no debe salir completamente del escenario sino participar en él de modo más seguro.

Las peticiones que los ciudadanos hacen a un gobierno suelen recibir, en el mejor de los casos, simbólica respuesta. En consecuencia, el éxito de un movimiento depende de fijarse objetivos que pueda cumplir por sí mismo. Entre las propuestas del pasado domingo no está la despenalización de ciertas drogas. Corresponde a un proyecto ciudadano diagnosticar, convocando a especialistas, qué sustancias se podrían consumir sin mayores riesgos y qué impacto tendría esto en la economía. Crear una conciencia informada puede ser el antecedente de una futura legislación.

También se puede avanzar en conocer las historias de las víctimas. El domingo este proceso de sanación social provocó una catarsis que no pudo ser atendida con la atención que merece. Es necesario crear un archivo colectivo para que el sufrimiento no caiga en la desmemoria.

Sicilia ha asumido un papel de enorme trascendencia, a medio camino entre el formador de conciencia y el líder social. Nadie puede forzarlo a que lleve la pesada carga de encabezar un movimiento duradero. Su carisma, su condición ética, su capacidad de interlocución y su trayectoria como intelectual y activista lo convierten en una alternativa inédita en un país cansado de los políticos profesionales.

Si incrementa su significativa participación, tendrá que conocer mejor a sus seguidores. No es raro que quienes inician un movimiento se vean radicalizados o corregidos por quienes los apoyan. De continuar, el movimiento ciudadano deberá perfeccionar sus miras, no sólo para evitar acusaciones de que responde a "otros" intereses, sino para asumir su verdadera condición cívica y política.

El antecedente inmediato de la marcha fue la eficaz campaña "No más sangre", lanzada por Rius y los moneros de El Chamuco. Aunque Sicilia ha evitado asociarse con una corriente determinada, es obvio que su llamado fue atendido principalmente por sectores de izquierda en busca de alternativas.

¿A qué clase de plataforma responde el "¡Basta ya!"? Es lo que deberá definirse en los próximos días. Sus condiciones de éxito dependen de precisar su oposición al gobierno y, al mismo tiempo, de ofrecer una alternativa ciudadana ajena a los partidos. No es un camino fácil. Más difícil era dar el primer paso.

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