lunes, 2 de mayo de 2011

8 DE MAYO

El Semanario, Opinion

Parte importante del territorio nacional está dominado ya por el crimen organizado y una región más amplia por el miedo que éste promueve entre la población para inmovilizarla. No sólo se trata del tráfico de drogas, se extiende al secuestro, la extorsión, el tráfico de personas y armas, y decenas de crímenes más.

La cooptación por parte del crimen organizado de las autoridades a nivel municipal y estatal cubre ya gran parte de la República y penetra a partidos políticos, legisladores, sectores empresariales y, seguramente, a autoridades federales. La descomposición del tejido social es grave y bien sabemos que su reconstitución llevará años.

Lo importante es encaminarse ya a su reconstrucción y no ahondar en su descomposición, que sumiría aún más al país en el caos y el crimen. La falta de alternativas educativas y laborales para decenas de millones de jóvenes y el culto al narcotráfico como medio posible para acceder al “éxito social”, presenta a la violencia como alternativa de vida. ¿Qué nos espera en un país donde el “éxito” para un amplio sector de la población joven se asocia a la violencia? De ahí el atinado señalamiento de Sicilia en el sentido de que en esta guerra se sacrifica a los jóvenes, tanto como víctimas como victimarios.

El dominio de territorios y la cooptación de instituciones que deberían ser una expresión de la democracia y de la defensa del interés público por parte del crimen organizado son aún más graves cuando esos poderes han sido cooptados, de manera sistemática, por diversas “mafias legales”, por los llamados poderes fácticos. En uno y otro ámbito de la vida social, política y económica, nos enfrentamos con las prácticas de las mafias, de los monopolios, de las grandes corporaciones, de la partidocracia. Todos ellos actuando contra el interés general.

Son ellos los que nos han negado los derechos ciudadanos, los que han impedido que se desarrollen las herramientas para evitar que se abuse de nosotros. Difícilmente se podrá enfrentar el crimen organizado y la descomposición del tejido social en una sociedad cooptada también por estos poderes que manipulan la información, que deterioran la cultura, que nos explotan y que secuestran la democracia.

Los pasos que se han dado en otras naciones para limitar la cooptación del Estado y sus instituciones por parte del crimen organizado se han sustentado en procesos democratizadores y han conformado estrategias tanto contra los poderes ilegales como contra los poderes legales. En este sentido, las palabras de Javier Sicilia se han dirigido tanto contra la estrategia equivocada del gobierno federal en la guerra contra el crimen organizado, como contra los partidos y la clase política en su ambición ciega de poder; contra el sector empresarial en su obsesión descarnada por incrementar sus ganancias sin tomar en cuenta los derechos laborales como contra los sindicatos, poniendo como ejemplo al SNTE que tiene secuestrada la educación y la política en nuestro país. La crítica se amplía también contra nosotros mismos, contra la sociedad civil que es la única instancia que puede impulsar el cambio tan profundo que en todos estos ámbitos requiere el país para poder retejer el tejido social que comienza a ser ya un conjunto de harapos.

El pacto que requerimos como sociedad debe atravesarnos a todos, debe fortalecer la democracia para que los poderes públicos sean eso, expresiones del interés público. Significa que los poderes fácticos legales sean acotados, que no invadan y violen los derechos ciudadanos. Debemos, como sociedad, obligarlos a eso: a no violar nuestros derechos, sólo así nos podemos conformar en una sociedad más fuerte y más justa para enfrentar los poderes fácticos ilegales.

Tienen que perseguirse y cortarse los flujos financieros del crimen organizado hacia los estratos políticos y empresariales, tienen que fiscalizarse los recursos de los legisladores y los funcionarios públicos para que puedan ser monitoreados por la sociedad civil. Pero lo más importante, tienen que restablecerse las oportunidades y esperanzas para los jóvenes de este país, al tiempo que debemos fortalecer los ejemplos éticos venciendo el miedo en que nos quieren mantener unos y otros. Empecemos este 8 de mayo.

El autor es director de El Poder del Consumidor, AC

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