miércoles, 20 de abril de 2011

Valle de Chalco

PLAZA PÚBLICA

Miguel Ángel Granados Chapa

Afectados una vez más por inundaciones, vecinos del Valle de Chalco protagonizan, para su mal, un caso paradigmático de lo que son la política y la administración pública cuando usan a la gente pobre en vez de realmente servirla.

El domingo en la madrugada, fuertes lluvias (semejantes a las que en la víspera cayeron sobre la Ciudad de México) causaron la rotura del bordo del río de La Compañía. Las aguas negras que eran contenidas por el bordo tuvieron libre flujo y se derramaron sobre las casas de más de 300 familias y llegaron hasta la autopista México-Puebla, cuyo tránsito se interrumpió durante varias horas, hasta que concluyeron las tareas de limpieza necesarias para dejar funcionando normalmente esa concurrida vía.

Muchas de las familias dañadas por la inundación dominical padecieron una semejante en febrero del año pasado. Y un número menor, pero no por ello menos importante, habían sufrido estragos semejantes hace ya más de una década, en 2000. En ambos momentos se anunciaron obras que impedirían la repetición del suceso, avisos que como es obvio resultaron contradichos por la realidad.

Valle de Chalco nació con mal fario porque fue producto de la rapacidad y no de la planeación urbana en las inmediaciones de la Ciudad de México, necesaria para desfogar la altísima concentración humana y vehicular en el Distrito Federal. El presidente Carlos Salinas practicó la lenidad que ha sido la norma en esos casos con los invasores y defraudadores que venden terrenos en espacios faltos de servicios urbanos. Y después de que cientos de miles de personas se habían asentado en la zona para satisfacer su necesidad de vivienda, sin remediar las carencias urbanas, Salinas propició la conversión de esa comarca en un municipio, donde se aplicaron algunas de las recetas del programa nacional de solidaridad. Ese proyecto no era, como lo decía su propaganda, "una nueva manera de hacer las cosas". Era más de lo mismo: la explotación política de la pobreza, la creación de un escenario para mostrar resultados conseguidos en forma tan artificiosa que tan pronto como se fue Salinas desaparecieron. Todavía pudieron los lugareños contar con un momento más de distinción, cuando el próximo santo Juan Pablo II los visitó para ilustrar su contacto con los más pobres.

Los fraudes así encimados han ido mostrando sus efectos al correr del tiempo. El sobrepoblamiento ha generado una demanda de agua que a su vez condujo a la sobreexplotación de los mantos acuíferos con daño a la textura y densidad del suelo. Entre otras consecuencias de tal alteración ocurrió que el canal de La Compañía, que debía servir como vía para el desagüe empezó a dejar de cumplir su función pues su curso se invirtió. Ello produjo la inundación del año pasado. Entonces se resolvió construir un túnel, en un nivel inferior al alterado canal, para suplir su funcionamiento. La obra, que implica una planta de bombeo, fue inaugurada apenas hace cinco semanas. En su discurso inaugural el presidente Felipe Calderón fue contundente: "estamos haciendo una obra enorme que evitará y terminará con las inundaciones del río de La Compañía en los municipios de Chalco, Valle de Chalco, Ixtapaluca y Solidaridad". Se percató de inmediato que había incurrido en un error y corrigió al recordar que Valle de Chalco ha recuperado su nombre actual después de que la demagogia priista lo denominó Solidaridad.

Calderón insistió en el carácter definitivo de la obra: "Con eso vamos a evitar las inundaciones". Y recordó, como algo que pertenecía francamente al pasado, que el año anterior había platicado "con la gente de las colonias de El Molino, de San Isidro, de Avándaro, tanto en Ixtapaluca como en Valle de Chalco".

Los colonos de San Isidro han sido dañados dos veces por las inundaciones. Muchos de ellos estaban apenas estrenando mobiliario, pagado con los auxilios del gobierno estatal, que demoraron en llegar. Y ahora de nuevo esos muebles están echados a perder.

La fractura del canal fue causada por una suma de factores evitables. Por un lado, se acumuló basura en el cauce del canal, la que tiran los habitantes y la que depositan allí los concesionarios que prestan el servicio de limpia a los ayuntamientos de la comarca, que quieren minimizar sus costos deshaciéndose de los desechos tan pronto como pueden, sin depositarlos en la forma prevista por la ley. El personal de Conagua, que opera el túnel de un mes de vida, debió retirar la basura o abrir las rejillas para que esos desechos no impidieran el ingreso del agua caída en exceso. Así lo reconoció el propio director de la Comisión Nacional del Agua, José Luis Luege.

No es banal señalar que una vez más, cuando se ve en el aprieto de hablar sin un guión preparado por sus asesores, el gobernador Enrique Peña Nieto muestra sus limitaciones para articular una frase completa. Y cuando lo consigue, corona su expresión con un verbo hechizo, como taponear, mismo que fue recogido por la versión ofrecida a la prensa por su oficina. Peña Nieto, hay que apreciarlo, estuvo el domingo y el lunes en el teatro de los acontecimientos, ofreció una ayuda de 20 mil pesos a cada familia afectada, y se reunió con miembros del gabinete federal en la Secretaría de Gobernación. El propósito fue formar un grupo de trabajo que coordine las acciones del gobierno estatal y el de la República.

Esperemos que ese grupo de trabajo identifique las zonas frágiles en el nuevo túnel y en el viejo canal. Los vallechalquen- ses merecen seguridad.

Cajón de Sastre

Cada día crece la duda y aun la sospecha sobre el papel que el Ejército quiere que Rodrigo Elizalde, apodado El Chemis, desempeñe en la averiguación (que ya no les corresponde, sino al Ministerio Público) sobre el asesinato de Juan Francisco Sicilia y seis personas más. El hecho mismo de que los militares recibieran con toda naturalidad al presunto delincuente, no obstante que fue presumiblemente detenido por una partida de maleantes y, tras torturarlo sin misericordia, lo entregaron a las autoridades, despierta dudas sobre su relato. Ante las autoridades, su testimonio fue desde el principio inconsecuente y sólo ha servido para pretender involucrar a familias ajenas a la vida y la muerte del joven Sicilia, en uno de cuyos domicilios la tropa cometió atropellos que, conocidos públicamente -no sé si denunciados ministerialmente- no han ameritado siquiera una disculpa de los jefes de los abusivos.

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