-¡Es un traje a la medida para (Enrique) Peña Nieto!-, acusaba el senador perredista Carlos Navarrete
-Las propuestas que hace Navarrete Prida son vergonzosas y aberrantes-, agregaba el diputado Armando Ríos Piter–. Le está dando un cheque en blanco el Ejecutivo, y con ello a las Fuerzas Armadas, para declarar un “Estado de excepción”. Mayor barbaridad no se puede plantear.
De lo que se trata, sostenían los perredistas sumados en bloque con sus dirigentes Jesús Zambrano y Dolores Padierna, era del intento “del viejo PRI por regresar a los 70’s, a los años de la Guerra Sucia, al 68, al halconazo: quieren dotarse de antemano de esos elementos porque creen que van a llegar a Los Pinos en el 2012…”
La nueva iniciativa de Ley de Seguridad Nacional presentada por el mexiquense Alfonso Navarrete Prida –cuya aprobación buscarán este mismo día en la Cámara de Diputados en una sesión “rápida y furiosa”, a decir del presidente de la Comisión de Defensa, Rogelio Cerda–, era lo que había congregado la mañana de este martes a los del sol azteca en San Lázaro.
Por ello, en bloque –dirigencia, senado, diputados—, llamaban a evitar un “albazo” con el que priistas y panistas “militarizarán el concepto de seguridad nacional”; y proponían en cambio estudiar con calma el dictamen, quitarle “los filos peligrosísimos” que le habían agregado los mexiquenses no sólo a la minuta enviada por el Senado sino a la propuesta del Ejecutivo, e ir en conferencia (diputados y senadores) a un periodo extraordinario.
Si los perredistas –y la izquierda en general—estaban alarmados ante lo que veían venir, del lado tricolor ocurría otro tanto. Desde la noche del lunes sonaron las alarmas en una reunión “durísima”, a decir de César Augusto Santiago, que sostuvo la bancada del PRI en la Cámara de Diputados, cuando se dieron cuenta de lo que contenía la iniciativa de la Ley de Seguridad nacional que quería aprobar Navarrete Prida.
Tanto, que la mañana de este martes destilaban aún reproches y acusaciones. Para calmar los ánimos en las filas del propio tricolor, se pospuso para este miércoles la discusión del tema dentro de la bancada para ver cómo van a votar. Pero muchos de ellos aguardaban esta mañana respuestas a algunas de las preguntas planteadas en la noche anterior por su ex dirigente Beatriz Paredes en torno al súbito descongelamiento de esta iniciativa y sus ominosos agregados:
Uno: ¿Quién lo pidió?
¿Fue el secretario de la Defensa? –apuntaban– Si así fue, argumentaban unos, que lo ponga por escrito de puño y letra y venga en papel sellado por la Sedena. ¿Fue el Presidente Felipe Calderón? Si es así, reinterrogaban, ¿por qué le estamos haciendo el trabajo sucio? ¿Por qué el PRI empuja esta reforma y no el PAN? ¿Por qué los panistas están tan calladitos y ni siquiera se despeinan? ¿Fue Enrique Peña Nieto?, se interrogaban otros. ¿Por qué, para qué?
Dos: ¿Qué viabilidad tiene de que pase en el Senado?
La respuesta de los impulsores de esta nueva iniciativa fue el silencio. Evidentemente sabían que simplemente no transitaría. De lo que se trataba –y eso lo expresarían evidentemente fuera de la reunión y “en corto” era, por un lado, de obstaculizarle y quitarle reflectores a Manlio Beltrones con su Reforma Política porque la ven como su “plataforma electoral”; y por otra parte, “congraciarse” con los militares con vistas al 2012 aún y cuando la iniciativa de Navarrete Prida no pase en el Senado.
Como quien dice, se trataba de estorbar a Beltrones y lanzar señales a los militares.
Tres: ¿Por qué nuestra apuración en aprobar esta iniciativa si nosotros no somos gobierno?
Las respuestas a los planteamientos hechos por Paredes seguramente tendrían como respuesta verdades inconfesables, rejuegos políticos perversos. Navarrete Prida, Francisco Rojas y toda la bancada mexiquense simplemente se removerían incómodos ante los cuestionamientos de sus compañeros.
Pero nada de eso los detendría. Todavía la mañana de este martes Navarrete Prida y los suyos seguían afanosos en su tarea y su decisión de sacar adelante el nuevo dictamen de Ley de Seguridad Nacional.
La presencia y la postura en contra de esta iniciativa por parte del padre Alejandro Solalinde, del escritor Javier Sicilia y del contador Eduardo Gallo, les hacía lo que el viento a Juárez. Distribuían al por mayor copias de su iniciativa e intentaban convencer a los suyos de sus “bondades”.
Entre tanto, Navarrete “el bueno” –así identificaban los reporteros al senador Carlos Navarrete—alzaba su voz desde el pequeño salón de conferencias de San Lázaro y llamaba a los diputados del Estado de México “para que no se les calienten los granizos electorales”.
Es inaudito, refreía el senador perredista, que nos digan que no tienen tiempo para un periodo extraordinario porque tienen elecciones en su estado. ¡Que renuncien entonces a sus curules, o que se vayan a hacer proselitismo los fines de semana!
Pero sobre todo, pidió una explicación directa y clara de por qué se quiere ir más allá de la propuesta de Ley de Seguridad Nacional del propio Ejecutivo: “Que Peña Nieto dé la cara y diga por qué quiere ir más allá de Calderón”.
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