viernes, 8 de abril de 2011

¡Ni un asesinato más a un joven y a un niño!

Espacio civil

En solidaridad con Javier Sicilia y su familia y todas las que han perdido un/a integrante.

Este fue el grito final que retumbó este miércoles en Cuernavaca, Morelos, en una concentración histórica de más de 35 mil personas para expresar el hartazgo de la situación que viven en esa entidad. Este hecho, inédito en la vida morelense, en el que el dolor y la rabia fueron una constante, se presenta como consecuencia del homicidio de los jóvenes Juan Francisco Sicilia (hijo del poeta Javier Sicilia), Julio César Romero Jaime, Luis Antonio Romero Jaime, Gabriel Anejo y tres personas más.

Estos homicidios han conmovido profundamente la vida en esa entidad y el país. Las réplicas de la manifestación en la capital del estado de Zapata se dieron en más de 30 ciudades de 27 entidades de la República Mexicana y en más de 15 ciudades de América Latina, Europa y Estados Unidos. No deja de ser sorprendente y a la vez alentador la espontaneidad y el alcance de la respuesta a la convocatoria que formularan Javier Sicilia y el movimiento civil de Cuernavaca hace tan sólo unos días.

Y la verdad no es para menos. Estos dolorosos y lamentables asesinatos se suman a muchos más producto de una dramática situación en esa entidad y en nuestro país. La multitudinaria respuesta se explica, en parte, justo por la incapacidad de las autoridades, por la impunidad que empodera a una delincuencia cada vez más estúpida y brutal. Basta recordar cómo hace unos meses ante el "aviso" (más bien amenaza) que circuló en internet para que un fin de semana la gente no saliera, no hubo autoridad que hiciera frente. En los hechos, la delincuencia impuso "un toque de queda", incluso se cerraron oficinas públicas, privadas, escuelas y negocios. La situación ha llegado a tal nivel que hay gente de esa ciudad que con ironía demoledora se refieren a ella como la "ciudad de la eterna balacera"... y ¿el gobernador? y ¿el presidente municipal? y ¿el Congreso? Francamente queda la sensación de que en Morelos no hay gobierno.

El dolor e indignación que provocan la muerte de jóvenes como Juan Francisco, y muchos más en nuestro país, mueve a preguntar qué tiene que pasar para que se acabe esto y dejen de morir jóvenes y no jóvenes en Morelos, Tamaulipas, Ciudad Juárez y un largo etcétera. Es un drama que gran parte de nuestra juventud tenga por "opciones" la pobreza, la migración, la delincuencia o la violencia.

Por eso se hace pertinente citar lo que dijo Sicilia, aún con las huellas de llanto reciente que le provocó el recuerdo de su hijo, el miércoles ante el palacio de gobierno: "Lo vuelvo a repetir, lo dije frente al cuartel militar. No podemos permitir que ni un niño ni un muchacho más mueran; no son bajas colaterales, no son números, eran vidas que cegaron. El Ejército nos debe devolver la dignidad y la confianza a este país. No queremos verles fuera de sus cuarteles. Y a los políticos les repito: Si no pueden, váyanse, pero hay que asegurarse que se vayan porque cuando uno manda a chingar a su madre a alguien, hay que asegurarse".

Lo anterior, implica una vez más, insistir en la revisión de la estrategia gubernamental en contra de la delincuencia. Enfocarse en los aspectos de justicia social, lucha contra el poder económico de la delincuencia, combatir eficazmente la impunidad y la participación de servidores públicos en la comisión de delitos, entre otros aspectos. También se requieren sabiduría, capacidad y sensibilidad de las autoridades.

Sin embargo, el escenario parece desolador. El mismo día de la plurimanifestación el titular de la Secretaría de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, nos avisa, de pésima manera por cierto, que faltan siete años más en esta lucha. ¡O sea que no vamos ni a la mitad!... La distancia entre el clamor y reclamo ciudadano y la posición gubernamental luce abismal.

Por supuesto que se quiere, espera y exige que se tutele los derechos humanos a la seguridad y a la justicia, pero queda claro que no en la forma que proponen y operan las autoridades de nuestro país. Uno de los mensajes de Cuernavaca es sin duda seguridad sí, pero así no.

Se hace indispensable insistir, hasta que se oiga, entienda y atienda: "¡Ni un asesinato más a un joven y a un niño!".

Defensor de los derechos humanos

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