lunes, 11 de abril de 2011

Los moneros pintan contra la violencia

Martha Anaya

April 11, 2011

Pinceles, brochas, paletas, tubos y hasta botes de pintura se despliegan en el Jardín Hidalgo en Coyoacán. Y, poco a poco –a veces más rápido de lo que uno imagina–, sobre una larga mampara, los caricaturistas van dibujando rostros, calaveras, uniformes, tumbas, criminales, ahorcados, secuestrados, amordazados, degollados.

Sangre y más sangre es el piso común de los trazos sobre los que se enseñorean la parca, los muertos y los buitres.

Como tal se muestra este domingo la jornada de “Los moneros pintan contra la violencia”, convocada por Rius. Ahí están Hernández, Helguera, El Fisgón, La Dama, Benmotin. Y a ellos se suman voluntarios, artistas, escritores, jóvenes y niños incluso.

Es parte de la campaña “No más sangre”.

Laura Esquivel, directora de Cultura de Coyoacán, está ahí presente. Ella misma se ha manifestado horrorizada por la violencia que cruza el país de un extremo al otro. Más de 35 mil muerto tan sólo en lo que va de este sexenio. Es una forma de “guerra civil” la que estamos viviendo, sostiene la autora de “Como agua para chocolate”.

Laura Esquivel comparte la desazón de tantas y tantas familias literalmente destrozadas. Urge, advierte, restaurar los lazos dañados de la sociedad y de las familias.

- ¿Cómo?

-A través de la cultura. La voluntad camina cuando convergen memoria y deseo.

Tenemos que buscar nuevas salidas, indica la escritora, y la única manera de hacerlo es con ayuda de la imaginación. Necesitamos una visión renovada y ésta vendrá “de la mano del arte, no de las armas”.

Las mamparas se llenan entre tanto de cruces y calaveras. La figura de Felipe Calderón se alza tras ellas portando gorra y casaca militar y se le abrazar –tomar por el hombro—a un narcotraficante bigotón, con lentes oscuros, sombrero y un fusil con la culta apoyada en la larga mancha de sangre.

Los moneros siguen su labor. Sus caricaturas en diarios, revistas, internet, ya no son suficientes. Mucha gente no tiene acceso a ninguno de estos medios, indica Helguera. Por ello, ahora buscan “llevar a las calles” la urgente demanda del alto a la violencia.

La idea del gran mural es, a la vez, una condena al crimen y una exigencia a las autoridades para que cumplan con su responsabilidad de brindar seguridad a la sociedad. Misma exigencia del poeta Javier Sicilia, cuyo hijo Juan Francisco fue asesinado.

No queremos que nuestros seres queridos se conviertan en un número en la negra estadística, dice Laura Esquivel. No queremos que más muchachos, estudiantes, padres de familias, niños y migrantes se conviertan en víctimas o daños colaterales.

Los trazos del enorme mural siguen sumando cruces. La gente –mucha gente—se detiene a mirar. Un niño se asusta al mirar las escenas y dice: “mamá, tengo miedo”.

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