Guadalupe Loaeza
Nos encontrábamos, Pável Granados y yo en una comida que ofreció el gobierno del estado de Veracruz con motivo de la fiesta de La Candelaria. Otra razón por la que Javier Duarte, gobernador de Veracruz, organizara una fiesta tan concurrida era para mostrar los espléndidos resultados de la restauración de Tlacotalpan, luego de las inundaciones del año pasado. Esa tarde, la ciudad en donde naciera Agustín Lara se veía particularmente bonita y alegre. Se hubiera dicho que había renacido con un esplendor todavía mayor, gracias a los apoyos de la iniciativa privada y de la ciudadanía que donó hasta sus ahorros con tal de ver restaurada esta ciudad patrimonio de la humanidad.
Curiosamente los asientos que nos tocaron en el banquete servido por Martha Ortiz se encontraban frente a un joven gordito vestido de guayabera blanca. Por más que hicimos el intento de saludarlo, el joven nunca nos volteó a ver, estaba demasiado ocupado atendiendo su BlackBerry. De pronto vimos en la tarjetita que estaba frente a su lugar que este joven tan absorto en sus correos era nada menos que el gobernador electo de Quintana Roo, Roberto Borge. En ese momento, Pável y yo quisimos hablar acerca de su estado y de Andrés Quintana Roo. Sin duda fue un hombre muy valiente, comprometido con la causa de la Independencia, pero además un gran escritor, autor hasta de poemas con el tema de la Independencia, le comentó, sin lograr que el joven mal educado levantara la mirada de su aparato. Claro, el esposo de Leona Vicario, a quien admiro tanto porque estando embarazada y encarcelada, seguía luchando por la causa de Morelos. El joven mal educado no se dignaba a vernos. Era evidente que nuestros comentarios lo tenían sin cuidado. Llegó un momento en que me dirigí a él de una forma más personal y le dije: Qué privilegio ha de ser para usted, siendo tan joven, gobernar un estado igualmente joven, con menos de 40 años de existencia. Además, es uno de los estados más turísticos... El joven mal educado continuaba sin dirigirnos no nada más la palabra, ni siquiera una mirada. Era tal su descortesía, que Pável y yo no sabíamos si seguir esforzándonos por hacer plática con el gobernador electo por el PRI. Me hubiera gustado haberle mandado un mensaje desde mi BlackBerry para llamar su atención. Señor gobernador electo, estamos aquí frente a usted y no hay manera de establecer ningún tipo de diálogo, le hubiera escrito en un mensajito. Lo más llamativo era su actitud de junior prepotente, enemigo de los buenos modales y su indiferencia. No pude evitar preguntarme si tendría el mismo comportamiento frente a su electorado. ¿Qué clase de gobernador podía ser un individuo tan insensible y poco cortés hacia una señora que no hacía más que interesarse en su estado? ¿Por qué se sentía tan importante si nadie, de todos esos priistas que había en la fiesta, venía a saludarlo? ¿Cómo es posible que un joven de 31 años (bastante pasado de peso) actúe con esa arrogancia, si en ese momento todavía no era gobernador? No me lo quiero imaginar a un año de estar en el poder. En el momento en que se sirvió un postre, por cierto delicioso, el joven mal educado se levantó súbitamente de la mesa y se fue sin despedirse. Pável y yo no lo podíamos creer, incluso comentamos los dos al mismo tiempo, pobre Quintana Roo.
Por eso no me extrañó en absoluto el anuncio de que el nuevo jefe de Seguridad de Quintana Roo se tratara del general Carlos Bibiano Villa Castillo. No hay duda, Dios los cría y ellos se juntan... Porque hay que decir que el general Villa es un personaje siniestro, que se atrevió a decirle a la periodista Sanjuana Martínez: "Mujeres halconas hay como unas cuatro en cada red. Son mujeres pobres, gordas, todas jodidas, pero también se mueren. Con ellas no batallo, simplemente les pongo un hilo en la cabeza y se ahogan. No deben vivir. Al menos mueren completas. Un detalle por ser mujeres". Respecto a estas declaraciones el flamante y mal educado gobernador no ha dicho una sola palabra. Tampoco han abierto la boca ni la Sedena, ni la Presidencia. Hay que decir que la incursión del general Villa en Quintana Roo es un acuerdo con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), entidad a quien el presidente Felipe Calderón ha encomendado la lucha contra el narcotráfico. Como dijera José Miguel Vivanco, director de la división de las Américas de Human Right Watch, quien al escuchar lo anterior en el programa de Aristegui dijo: "Es barbarie pura México no se lo merece... El gran responsable de todo esto es Felipe Calderón, porque nunca ha tenido la precaución esencial de reivindicar el estado de derecho, los valores democráticos y específicamente los derechos humanos en su lucha contra el narcotráfico".
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