martes, 22 de marzo de 2011

Rápido y rabioso


Ricardo Monreal Ávila

2011-03-22

Fiel a su costumbre de desconocer al mensajero en lugar de reconocer el mensaje, el gobierno mexicano retiró de manera rápida y rabiosa su confianza al embajador norteamericano, Carlos Pascual, después de que WikiLeaks difundiera los cables donde se exponen de manera crítica las debilidades y amenazas de la lucha contra el crimen y, en general, de la política interior de la actual administración.

La operación gubernamental mexicana contra Pascual incluyó desde declaraciones públicas calificándolo de “ignorante” hasta el cierre de puertas de oficinas estratégicas como la Sedena y Seguridad Pública, pasando por la cancelación de eventos donde pudieran coincidir físicamente el titular del Ejecutivo mexicano y el embajador norteamericano.

¿Contienen mentiras arteras los cables del ex embajador o, por el contrario, expresan verdades incómodas? Las observaciones acerca de la falta de coordinación entre las fuerzas mexicanas de seguridad, la “aversión al riesgo” del Ejército, la actitud suplicante de los miembros del gabinete mexicano para que el gobierno norteamericano se involucre más en la lucha contra el crimen, el papel maquilador de la Marina mexicana respecto de los organismos de inteligencia norteamericanos, la lentitud y torpeza de la institución castrense para actuar en casos relevantes, así como el color grisáceo de los aspirantes presidenciales del PAN y la debilidad del gobierno panista después de las elecciones federales de 2009, son una apretada síntesis de lo que muchos observadores académicos, legisladores de oposición, periodistas y analistas políticos han publicado en los medios mexicanos y en el extranjero en los últimos años. En todo caso, lo relevante no es el mensaje, sino el mensajero.

Por otra parte, el contenido crítico de los reportes de Pascual no dista mucho del estilo de otros embajadores de EU exhibidos por WikiLeaks en países como Argentina, Chile, Alemania, Rusia, Turquía y Afganistán, donde se privilegian las conductas personales de los gobernantes y la forma como sus administraciones sortean las crisis y el “estrés” de gobernar. No por ello, alguno de estos presidentes ha solicitado la remoción de los diplomáticos norteamericanos. El gobierno turco, incluso, fue mucho más inteligente que el mexicano para manejar la crisis de los cables: “Si Washington supiera lo que nosotros decimos de ellos… Así que estamos a mano”.

La reacción desmedida, la rabia y la rudeza innecesaria (es decir, torpeza en términos diplomáticos) del gobierno mexicano, hay que buscarla entonces más allá del contenido de los cables. Una respuesta de este tipo sólo presenta cuando en una relación fundada originalmente en la confianza, se fisura de tal manera por obra y gracia del sentimiento contrario, la traición.

Todo indica que el gobierno mexicano se sintió traicionado por el ex embajador Pascual en el sentido que Voltaire definió este ingrediente agrio de la política: “el que revela el secreto de otros pasa por traidor, el que revela el secreto propio pasa por imbécil”. Pintar como imbécil al gobierno mexicano en los cables secretos de la embajada fue la primera traición del ex embajador.

Hay un segundo sentimiento de traición más doloroso. El gobierno mexicano ha buscado afanosamente el reconocimiento de Washington en su lucha contra el crimen. No le interesan las opiniones en México ni de los mexicanos, porque las considera políticamente interesadas, desinformadas o manipuladas por los grupos delincuenciales. En cambio, las porras, hurras y vivas del gobierno de EU son oxígeno puro en esta búsqueda afanosa de legitimidad. Pues bien, los cables del ex embajador iban en sentido contrario: dinamitaban y minaban el reconocimiento de una de las principales fuentes de legitimidad del gobierno mexicano. Para una administración que diseñó una guerra con el fin de legitimarse internamente y de convertir a Washington en su fiel aliado, el embajador se convirtió en un crítico infiel, en un “traidor” más.

¿Qué sigue después de Pascual? Tres desenlaces previsibles: 1) que la embajada se quede con un encargado hasta noviembre de 2012 y se maneje a control remoto desde Washington (como los aviones espía no tripulados), cuando sucedan las elecciones presidenciales norteamericanas; 2) que en lugar de un académico especialista en Estados fallidos llegue un procónsul enderezador de aliados desfallecidos (tipo Negroponte); 3) que nombren a un diplomático porrista, acrítico y a modo del gobierno mexicano, que en lugar de describir la dura realidad se convierta en publicista de las mentiras oficiales. Esas con las que se puede engañar a algunos durante algún tiempo, pero no a todos todo el tiempo (Lincoln dixit).

ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx

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