lunes, 21 de marzo de 2011

La cena


Roberto Zamarripa

La virtualidad de la candidatura de Enrique Peña desborda. Su omnipresencia mediática abruma y desgasta. El exceso le daña y su promoción dejó de ser noticia para instalarlo como una botarga mediática: es enorme, impacta, provoca simpatías, pero cuando esa imagen deformada de la realidad es exhibida, las reacciones para defenderla resultan desproporcionadas, como manotazos de un gigante torpe.

El poder actual de Enrique Peña reside justamente en el fortalecimiento de su figura imaginaria. Peña goza de los poderes sobre el mundo inexistente: es Presidente de la República del Spot. El uso de los recursos públicos se dirige a la expansión de la virtualidad y a fortalecer la Presidencia spotiana para enarbolar la imagen de un personaje inatacable. Eso, suponen sus estrategas, lo posicionará como imbatible en los comicios presidenciales del 2012.

Por ello cualquier rasguño a esa figura omnímoda genera reacciones desproporcionadas.

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¿Cómo explicar el encuentro convocado el pasado miércoles 9 de marzo por la presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, María del Carmen Alanís, con el representante del PRI ante el IFE, Sebastián Lerdo, el diputado tricolor y embajador del gobernador Enrique Peña, Luis Videgaray, el consejero electoral Marco Baños y el candidato a consejero Enrique Ochoa, subordinado de Alanís en el Tribunal Electoral? (Reforma, 17/03/11)

¿Cómo explicar la presencia de esos comensales en un penthouse de la colonia Jardines de la Montaña al sur de la Ciudad de México para discutir la resolución del IFE que sanciona al gobernador Peña por violar la ley electoral?

Una espléndida vista del Bosque de Tlalpan enmarcó el encuentro en el cual, un invitado adicional -Frank del Río- habría recibido una encomienda: hacer jugosos ofrecimientos a los magistrados del Tribunal Electoral para tratar de revertir en esa instancia la decisión del IFE que castigó a Peña por violar la Constitución al promover su imagen con spots sobre su Quinto Informe de Gobierno, convertidos en mensajes de precampaña presidencial pagados con recursos de la ciudadanía mexiquense.

La magistrada Alanís podría alegar que citó en su domicilio a los representantes del PRI y de Enrique Peña para escuchar a las partes del juicio. Pero eso rompería con una tradición establecida: la de recibir a las partes de un litigio en sus oficinas del Tribunal, tal como lo publicita en su agenda. Entre enero y marzo de este año -durante 57 días de trabajo, según su agenda pública- Alanís ha tenido seis audiencias de alegatos. Otras actividades que ha tenido en esos 57 días son 97 acuerdos con coordinadores, 44 acuerdos con ponencia, 25 participaciones en sesiones previas del Pleno del Tribunal y 12 en sesiones públicas. Tuvo 16 actividades académicas y en cuatro días laborables no tuvo ninguna actividad: el viernes 11 y el lunes 14 de febrero cuando solicitó vacaciones para tomar un fin de semana largo. Y también los pasados jueves 17 y viernes 18 de marzo, cuando no tuvo agenda pública pero tampoco pidió vacaciones, según la información disponible del Tribunal. Allegados a la presidenta informaron que había decidido tomar el puente del 21 de marzo para ir a esquiar a Estados Unidos, por lo que seguramente los días le tendrán que ser descontados, pues difícilmente el Tribunal pagaría una diversión en la nieve.

Por lo pronto, ya hay una inmoralidad derivada de la desesperación: intentar revertir una sanción legal contra Peña con un acuerdo indebido entre la parte sancionada y la sancionadora.

Si Alanís debe explicaciones sobre este encuentro, Marco Baños, el consejero electoral, debería renunciar. Acudir con el Tribunal para revertir una decisión votada en el IFE marca su absoluta falta de institucionalidad y respeto a la ley que se comprometió a ejercer.

El director de capacitación del Tribunal Electoral, Enrique Ochoa, otro de los participantes en la cena del 9 de marzo, es aspirante a consejero del IFE. Si antes de ser consejero ya actúa oficiosamente a favor de un partido o un gobernador o un precandidato presidencial, qué sucederá cuando resulte electo como integrante del IFE. Ochoa tendría que declinar a sus aspiraciones.

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Peña no parece interesado en competir bajo reglas democráticas e institucionales. El poder virtual que ejerce lo ciega. Y a su entorno lo seduce. Las reglas democráticas, los pesos y contrapesos, las instituciones reguladoras de la equidad, parecen estorbarle. Da manotazos torpes que lastiman a instituciones que aún tienen credibilidad.

No se pide ni minuta ni menú de las cenas. Simplemente, apego a la legalidad.

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