Bucareli
Jacobo Zabludovsky
Lunes 21 de marzo de 2011
A 20 meses de la terminación del sexenio, la de la guardería infantil de Hermosillo puede dejar su sitio de primer lugar como tragedia histórica a la que se oculta en Laguna Verde.
La alarma en Japón ha reabierto el debate sobre el riesgo nuclear. En el país que sufrió el terror de las dos primeras bombas atómicas, las medidas de seguridad son las más estrictas del mundo en torno a las centrales que transforman el átomo en herramienta provechosa a la sociedad. A pesar de ello, por encima de la cautela emanada del recuerdo y del miedo, un terremoto sin precedentes y un tsunami nunca visto, sucesivos para multiplicar su capacidad destructiva, recuerdan al hombre que no debe jugar con fuego y menos con una fuerza más poderosa que aún no ha aprendido a dominar.
Mientras los grandes estadistas se apresuran a proteger sus pueblos, en México nos sentimos satisfechos, tranquilos, orgullosos del deber cumplido: según la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardas (totalmente inútil), nuestra única central nucleoeléctrica, la de Laguna Verde, en Veracruz, “…tiene los mejores índices operativos y de seguridad a escala internacional”.
La semana pasada el nuevo gobernador de Veracruz, el secretario de Energía, el director de la Comisión Federal de Electricidad y el director del Instituto de Investigaciones Nucleares visitaron Laguna Verde y coincidieron en que “no existe nada de qué preocuparnos”. Qué casualidad: son los personajes que según Greenpeace ya están de acuerdo en construir en México hasta 10 nuevos reactores nucleares en los próximos 17 años.
La misma empresa finalista de la licitación para el tranvía del Centro Histórico del DF, proyecto modesto de 17 mil millones de pesos, impulsa la construcción de estas centrales nucleares. La misma que instaló tranvías en países árabes como Túnez, antes de que el sátrapa depuesto huyera a lugar seguro donde disfrutar de sus ahorros. La misma que ofrece centrales utilizando “los esquemas llave en mano, que son paquetes completos con nulo riesgo para la CFE…”, para que no pase lo que en Laguna Verde, “que rompió el récord de tiempo de construcción de 10 años”. Las frases entrecomilladas se transcriben de la revista Energía Hoy, de marzo de 2011, contenidos en un artículo que exalta los méritos de la constructora.
Los seductores argumentos son ecuánimes para los funcionarios que deciden, pero no tranquilizan a los vecinos de la central nuclear veracruzana. En el municipio de Vega de Alatorre se han dado 105 casos de cáncer, según testimonio grabado de una vecina. Enfermos con síntomas graves han sido trasladados a hospitales con mayores recursos científicos para atenderlos. Bernardo Salas Mar, físico matemático, académico de la UNAM y ex trabajador de Laguna Verde, considera preocupante lo que pueda ocurrir. Consta en declaración grabada que fue despedido cuando sugirió el cumplimiento de normas de seguridad, que no ha cambiado el pésimo mantenimiento y pide una investigación a fondo. Recuerda que el 8 de marzo de 2006 el reactor número 2 estuvo “a la deriva”. El boletín se concretó a decir que nada pasó y omitió detalles.
Hoy se reunirá en sesión especial y urgente el consejo de gobernadores de la Asociación Internacional de la Energía Atómica, organismo de Naciones Unidas que carece de toda fuerza ejecutiva para enfrentar la crisis mundial ante el desastre nuclear japonés que según Carlos Bravo, biólogo responsable de energía de Greenpeace, es “ingobernable”. Y todos coinciden, incluyendo a quienes lucran con el proyecto nuclear, en que uno de los problemas todavía no resueltos es qué hacer con los residuos radiactivos. “No se sabe qué hacer con ellos —afirma Bravo— no hay soluciones técnicas para solventar la amenaza que suponen los residuos. Después de 50 años todavía no hay respuestas”.
Alemania, Francia, Estados Unidos, todas las potencias suspenden o revisan sus proyectos de energía nuclear. En México al contrario: comienza una campaña para comprar lo que el mundo rechaza. Así era el del tranvía, negocito sucio de fierros viejos.
Cuando queda impune una tragedia espantosa como la de Hermosillo, los mercaderes de la técnica, la política y el dinero se sienten seguros, se hacen cómplices y convierten a México en un patio de monipodio, una corte de los milagros sin límite para las ambiciones más perversas y criminales.
Günter Oettinger, comisario de Energía de la Unión Europea, califica de “apocalíptica” la situación en Japón y habló de posibles “nuevas catástrofes”. Pero en México las calaveras nos pelan los dientes.
Una campaña de spots nos convencerá de que la radiactividad sólo mata el hambre.
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