miércoles, 16 de marzo de 2011

Catástrofes


Froylán M. López Narváez

El desastre del tsunami, inducido por uno de los terremotos más devastadores de los tiempos recientes, ha creado damnificaciones atroces, pérdidas japonesas cuantiosas y alarmas y miedos humanos y de la gente dedicada a los negocios magnos en las metrópolis gobernadoras de negocios, vidas y civilizaciones actuales.

Las desgracias por muerte en las centrales atómicas, en Fukushima, en las cercanías de Tokio, junto con la planta de Tokai, no han sido inmediatamente abundantes. Ayer se repartía yoduro de sodio para prevenir intoxicaciones productos de las radiaciones. Las carencias de alimentos, habitaciones o alojos agravan velozmente los daños a millares de japoneses, que venían sufriendo quebrantos financieros, sociales y políticos crecientes.

El primer ministro Naoto Kan, descreído por sus compatriotas y atosigado por la tragedia enorme, compareció para reclamar unidad entre los nipones. Es "la peor crisis desde el final de la II Guerra Mundial", una de las infamias de genocidio perpetrada por el imperialismo norteamericano, bajo el alegato que justifican con el argumento de que lo que se perpetró era por motivos democráticos, defensivos.

El gobierno japonés cumple con su necesidad, parcialmente, de tranquilizar no sólo a los habitantes cercanos del infortunio natural, el terremoto y al maremoto fatales. No obstante, hasta ayer al mediodía había temores fundados de que la tragedia fuese de dimensiones brutales si se expandían las explosiones de Fukushima y Tokai, ya había prevenciones en otra planta, la de Onagawa, por su aumento de nivel de radioactividad.

La mortandad inicial, advertida pronto, era de 10 mil víctimas mortales y 600 mil desplazamientos. Los daños se calculaban, también de entrada, en unos 100 mil millones de euros. La devastación es desastrosa y afecta no sólo al país asiático. Pronto se soco- rrió con financiamientos bancarios y bursátiles de emergencia para evitar caída honda del índice Nikkei; no obstante los negocios bursátiles europeos se fueron a la baja.

La compañía de electricidad de Tokio, empresa privada, no había dado explicación ninguna de las causas que prohijaron que los sistemas de refrigeración de los reactores (cinco) hayan fallado. Se divulgó que en Japón están instaladas 24 plantas y que las demás no han sido peligrosas. No se ha temido que se repita o magnifique el drama hasta analogarse con Chernóbil. Sobrevienen consideraciones contradictorias, aunque prevalece la idea de impedir, de reducir pavores.

La experiencia fatal de Harrisburg, Estados Unidos, ha sido recordada, a la par que se hace saber que la gravedad fue de 5 y la actual de 4, que le hace aparecer no tan devastadora.

El beneficio y los negocios de las plantas nucleares es mediano en la Unión Europea; 15% es su abastecimiento de energía en el continente europeo. La envergadura de este desastre japonés ha conllevado reunión de emergencia en Bruselas para evaluar la damnificación y "tomar nota de las lecciones aprendidas".

Vale referir asunto de ética contemporánea, ante la búsqueda y establecimiento de una ética futura. Hans Jonas: "...el 'primer deber' debe ser, visualizar los efectos de largo plazo del proyecto tecnológico... ...Es imposible que la visualización ofrezca el tipo de certeza que los expertos afirman ofrecer. El deber de visualizar el impacto futuro de la acción -llevada a cabo o no- significa actuar bajo la presión de una incertidumbre aguda".

Con la misma preocupación solidaria, se imponen reflexiones y acciones sobre "la morbosidad inherente a las ideas de modernidad -o posmodernidad- la característica más notoria de la posmodernidad -origen de su fuerza y debilidad- es que sospecha de la certeza y no promete garantía alguna" (Jonas). Lo cual quiere decir que los humanos tendrán que preguntarse sobre las gracias y desgracias de la "civilización", el "progreso", los cálculos políticos y de ganancias.

No es anticipable qué se decidirá a resultas de esta tragedia descomunal. No se sabe qué efectos de revaloración económica y social, de sentido adjudicable a la vida, en tiempos del sinsentido de vivir, de drogarse, de entretenerse y agotarse en hedonismos, en placeres tan sabrosos como efímeros y superficiales.

Finalmente: "el peligro del desastre que responde al ideal baconiano de poder sobre la naturaleza mediante la tecnología científica surge no tanto de las limitaciones de su desempeño como de la magnitud de su éxito... el temor principal se relaciona con el apocalipsis de una dinámica no intencionada". Hoy no parece para tanto.

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