martes, 15 de febrero de 2011

Juegos de guerra… electoral

Inicio

Ricardo Monreal Ávila

¿Qué hay detrás o, mejor dicho, qué viene por delante de la serie de advertencias sobre la violencia en México, lanzadas por los más altos funcionarios del gabinete de seguridad del presidente Obama (desde Hillary Clinton, secretaria de Estado, hasta Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Interna, pasando por Joseph Westphal, subsecretario de Defensa y James Clapper, director de Inteligencia), inicialmente matizadas con la fórmula “a título personal” y finalmente asumidas como preocupación oficial en la comparecencia del director de inteligencia ante el senado norteamericano?

Lo que tenemos enfrente es un interesante juego de guerra, que va desde la dimensión puramente militar, hasta la esencialmente electoral. Veamos sus efectos de triple play.

En primer lugar, estamos en presencia de una clara, abierta e innegable valoración negativa a los cuatro años de guerra contra las drogas lanzada por el gobierno mexicano. La fórmula “políticamente correcta” utilizada por el gobierno demócrata de Estados Unidos para reprobar la estrategia es la siguiente: “El Presidente de México es muy valiente, es nuestro aliado, somos sus fans…, pero el incendio que ha provocado en su territorio ya está llegando a nuestras puertas y esto no lo vamos a permitir”.

En segundo lugar, la advertencia de una posible vinculación entre células de Al Qaeda y Los Zetas (negada y subestimada hace apenas un año por el embajador Carlos Pascual en uno de los cables de WikiLeaks difundidos por La Jornada el jueves pasado), tiene el claro propósito de ponerle una tuerca más a la ya de por sí apretada, subordinada y tensa relación militar bilateral México-EU. En sólo un año, a los ojos de Washington, pasamos de Estado fallido a narcoinsurgencia y, ahora, a narcoterrorismo. Esta súbita reclasificación de México, además de poner los pelos de punta a cualquiera, tiene el claro propósito de presionar a México para que adopte de manera más comprometida medidas, planes y programas antiterroristas, en el marco de la Iniciativa Mérida, o de algún otro instrumento ad hoc. La fórmula para presionar es muy clara: “Tú, México, tienes un cáncer, el narco; yo tengo una amenaza, el terrorismo; pues bien, mi amenaza será tu cáncer y tu cáncer será mi nueva amenaza si no combates también el terrorismo. ¿Quieres que te siga ayudando contra el narco? ¡Ayúdame entonces contra el terrorismo!”.

En tercer término, tenemos la dimensión electoral. El próximo año habrá elecciones presidenciales en México y Estados Unidos, con preocupaciones y prioridades similares: seguridad y empleo. Obama buscará reelegirse, mientras que Felipe Calderón intentará la hazaña de reelegir a su partido para un tercer periodo. Ambos prometieron empleo a sus electores y ambos fallaron. Les queda la seguridad como tabla de salvación. Por primera vez en muchos años, la (in)seguridad en México será uno de los temas de la agenda electoral tanto en México como en Estados Unidos. Con enfoques, discursos y tonos diferentes, los candidatos de tirios y troyanos, de allá y de acá, en su momento harán de la seguridad un issue de quiebre y diferenciación en sus respectivas campañas.

Es altamente probable que el posicionamiento de los demócratas se corra hacia el endurecimiento, la inflexibilidad y la rudeza que demandan los republicanos y sus simpatizantes. Eso da muchos votos. Los planteamientos van desde el sellamiento y blindaje de la frontera, hasta el envío de tropas a territorio mexicano para combatir la inminente amenaza del narcoterrorismo. No importa quién gane la Casa Blanca en 2012, la única diferencia para México en este tema sería que, mientras los demócratas pedirían un salvoconducto para lanzar una ofensiva contra el narcoterrorismo in situ 24 horas antes, los republicanos enviarían una disculpa diplomática 24 meses después.

Aquí, seguramente se buscará convertir la elección presidencial en un referéndum sobre la guerra al crimen. El candidato del PAN ofrecerá continuarla hasta sus últimas consecuencias; los demás candidatos ofertarán cambiar la fallida estrategia bélica por una política de empleos y educación, como las mejores armas contra el crimen; pero ninguno de ellos podrá darse el lujo de ignorar el tema.

En 2009, el PAN buscó hacer de las elecciones federales un referéndum sobre la política de seguridad. La crisis económica y el desempleo lo apalearon. Hoy, sin embargo, con la recesión económica controlada, la espiral de violencia en ascenso y los temores de Estados Unidos sobre narcoterrorismo, la seguridad entra de lleno a la agenda electoral. En julio de 2012, quien logre convencer tanto en México como en EU que tiene la mejor propuesta para salir del infierno de la inseguridad (junto con el empleo y la educación), ese candidato será el ganador de los juegos de guerra que iniciaron la semana pasada y concluirán en diciembre de 2012.

ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx

No hay comentarios: