La mañana había sido algo complicada. Comencé por ir a pagar el predial. A sus oficinas en la delegación Cuauhtémoc, porque luego el comprobante del pago vía internet no lo aceptan en las del Agua del gobierno del Distrito Federal (para ellos no vale ese comprobante de pago) y hay que hacer mil trámites si uno quiere presentar algún reclamo por el cobro de agua.
Huelga decir que me tardé horas, aunque llevaba mi recibo; pero resulta que “las barras” que aparecen en el recibo del predial no sirven más que para pagar en bancos y entonces hay que pasar por un mostrador equis para que le hagan a uno el formato correspondiente. Llegué a las ocho y media de la mañana, me tocó la ficha 449.
El “inspector”, según me dijo uno de los vecinos en la fila, se encontraba presente y por eso estaban atendiendo “de volada” ahora, porque otras veces que había venido a estas horas los “compas” se ocupaban en desayunar o simplemente en hacerse los locos. Todo iba bien al principio, avanzaba la fila, pero al poco rato desapareció el tal inspector y el paso se hizo más lento.
Después de un buen rato nos dimos cuenta que lo que avanzábamos ante el famoso módulo para el formato se perdía más adelante porque había que pasar a la caja y ahí nomás estaban abiertas dos, así que la cola era aún mucho mayor. ¡Rebelión general! Y eso que la mayoría era lo que llaman “adultos mayores”.
A hablar con la gerente o encargada de la oficina. ¡Que abran más cajas!, reclamamos.
-Eso estamos viendo…-, respondió.
Seguimos a la espera. Media hora después del reclamo, se abrió una tercera caja. No la haré larga (porque tengo otras cosas que contarles), simplemente diré que tardé dos horas en pagar el famoso predial.
Pero no fue lo peor de la mañana. Luego pasé al banco a pagar el Seguro Social. Las boletas de pago aún no estaban liberadas. Fui entonces a las oficinas del IMSS para que me entregaran los recordatorios de pago y liberaran mi pago en un disquete de 3 1/2 (A) que hay que llevar.
Cuarto piso. El elevador sin funcionar. Llego y de las cuatro jovencitas que atendían sólo una trabajaba y, por supuesto, estaba atendiendo a cuantos acudíamos. Pregunté si alguna otra podía atendernos. Respondieron que no porque sólo en la computadora de la susodicha se encontraba el programa que se requería. Y además, jeje, las otras computadoras no funcionaban.
Otra hora de espera.
Salí de ahí finalmente con mi formato de pago y fui al banco. Esperar turno en los mostradores –no en las cajas, sino ahí donde atienden a los clientes–. Finalmente me toca. El joven tras el escritorio mete el disquete en su computadora, se le queda mirando, gira la pantalla hacia mí y me dice: “Está en blanco, no trae nada grabado.”
Regreso a las oficinas del Seguro. De vuelta los cuatro pisos en esos horrendos escalones. Le digo a quien me atendió que no aparece nada grabado. Ella revisa el disquete y he aquí que sí aparece la información. “Debe ser algún problema con el programa del banco –me dice, ¿a cuál fue?”
Le digo que al HSBC que está a la vuelta, donde siempre pago. Me propone entonces que vaya a Banorte, “a ver si ahí reconoce el programa”. ¡Ah!, y además me advirtieron que la formateada del disquete era válida sólo para este día.
Voy a Banorte. Me asomo y miro la cantidad de gente aguardando para ser atendida en sólo dos mesas. ¡Imposible! Le calculé al menos hora y media de espera más y eso a ver si reconocía el programa para luego pasar a pagar a la caja.
Renuncié sin más a pagar este día el Seguro Social y me fui al mercado. Ya era la una y pico. Voy con mi marchante y veo el precio de los limones: ¡cuarenta pesos el kilo! En cuanto puesto pregunté era lo mismo.
Este no es me día, me dije. Voy de regreso a casa. Tomé un taxi para llegar lo más pronto posible y en el camino el taxista comienza a repelar del gobierno y suelta sin más:
-Si yo no tuviera familia, estaría preso o muerto…
-¿Y eso?-, le digo.
-Porque me dedicaría a matar políticos-, respondió seco.
¡En la torre!, me dije, éste está más enojado que yo.
Afortunadamente había llegado a mi destino y me bajé de volada dejándole hasta el cambio.
twitter: @marthaanaya
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