August 18th, 2001 Category: América Latina
por Adolfo Pérez Esquivel
Agradezco la invitación y el honor de presentar a Monseñor Samuel Ruiz en este acto de reconocimiento a su larga labor en bien de los derechos de las personas y los pueblos.
Hace un mes Don Samuel viajó a la Argentina donde participó en diversas actividades, dictando conferencias y sosteniendo reuniones con diversos sectores sociales y religiosos. Siempre es una alegría el reencuentro con otros amigos. Cuando Don Samuel se enteró que sería yo quien lo presentaria en el día de hoy, me dijo: ” Bueno, bueno,…pero no mientas”. Por lo tanto, antes de que me aplique una penitencia, prometo decir la Verdad y nada nos que la Verdad.
Conozco desde hace muchos años a Monseñor Samuel Ruiz, he seguido su trayectoria y compromiso junto a los pueblos, principalmente con los sectores mas pobres y necesitados, en forma muy especial con los hermanos indígenas. Su obra, como Sacerdote y Obispo de la Iglesia Católica es suficientemente conocida, no solo en México y América Latina, es también reconocida en diversas partes del mundo. Por lo tanto no me voy a referir a los aspectos mas generales y conocidos de la obra de monseñor Samuel Ruiz, a su larga labor pastoral y Social como Obispo en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, como la responsabilidad asumida frente a los conflictos que surgieron en México y últimamente en Chiapas, con la rebelión del movimiento indígena.
Quiero referirme a un amigo, a un cristiano, a un hombre que trata de vivir coherentemente la fe y el anuncio de la Buena Nueva, en el compromiso concreto junto a los más pobres y necesitados, nuestros hermanos/as indígenas, víctimas de las injusticias, la discriminación y la explotación.
Don Samuel supo asumir el anuncio y la denuncia reclamando el derecho de las personas y los pueblos, la dignidad y el respeto que nos debemos unos a otros, buscando, acompañando, escuchando y abriendo los espacios para el diálogo y la resolución de los conflictos que permitan encontrar los caminos de la paz, como fruto de la verdad y la justicia.
Conozco a Don Samuel desde hace varias décadas y en ese caminar de la vida compartimos algunas situaciones que quisiera recordar en estos momentos, que hacen referencia no sólo a la situación personal de quienes protagonizamos esos hechos, sino a la vida y el caminar de la iglesia en el continente latinoamericano.
Con el Papa Juan XXIII, Vaticano II, y la Asamblea Latinoamericana de Obispos en Medellin, Colombia, la Iglesia abre sus puertas y ventanas para que entre la luz y sacuda el polvo de muchos siglos. Esta actitud y decisión de profundizar desde dónde, los cristianos anuncian el Evangelio y cuales son sus opciones, se inicia una profunda transformación en la construcción de caminos de luchas y esperanzas en la opción preferencíal junto a los pobres, desde la fe y el compromiso social.
En el continente surgen diversas voces proféticas que anuncian y denuncian la situación de violencia e injusticias que vive la mayoría de los pueblos latinoamericanos. Son las voces de los desposeídos, los sín voz que van recuperando su protagonismo histórico, el sentido de vida, de dignidad y esperanza en que es posible construir un mundo mas justo y humano para todos.
En éste contexto, como contraparte a los pueblos y su protagonismo en que dejan de ser espectadores y se asumen como constructores de sus propias vidas e historias, surgen con fuerza los mecanismos de dominación en todo el continente, donde se impone la Doctrina de la Seguridad Nacional, dónde preparan en la Escuela de las Américas, en Panamá y en las academias militares de los EE.UU., a más de 80 mil militares latinoamericanos entrenados para imponer las dictaduras en todo el continente y con graves consecuencias para la v¡da de los pueblos, que sufren el terror bajo la aplicación de torturas, cárceles, asesinatos y desaparición de personas.
Es un plan sistemático de destrucción y sometimiento, cometiendo contra los pueblos un genocidio que hasta el día de hoy estamos tratando de superar, para que se logre la justicia, para que nunca mas vuelvan a repetirse esas graves violaciones de los derechos humanos.
Guatemala es uno de los países con el índice mas alto de violaciones de los derechos humanos en toda América Latina, miles de personas fueron victimas de la violencia, muchas tratan de salir del país y tras largas marchas, buscan refugio en las fronteras de México, otros intentan llegar a diversos países, como EE.UU. y Europa para salvar sus vidas, las de sus familias y las comunidades.
En esta situación dramática, grupos comunitarios, sobrevivientes de las masacres, la mayoría mujeres y niños, tratan de salir, de llegar a los campamentos de refugiados en la selva del Peten, en México, en los campamentos Emiliano Zapata, Cuatro Pueblos, entre otros.
En uno de mis viajes a la región, tuve la oportunidad de compartir con Don Samuel y el ACNUR y los equipos de pastoral de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, como con grupos internacionales, la labor humanitaria que realizaban ayudando a los miles de guatemaltecos refugiados en los campamentos del Peten. Entre tanto dolor y angustias, también había lugar para la esperanza y la vida. Recuerdo que Don Samuel en ese viaje celebró una boda en el campamento que llevó la alegría y esperanza a las comunidades indígenas.
El exilio de personas de otros paises latinoamericanos, se producía individualmente, y después trataban de reunirse con sus familias, los guatemaltecos salían en grupos comunitarios, ya que las aldeas fueron arrasadas por el ejército y masacrados en su mayoría, en particular los niños, jóvenes y adultos. La ayuda y asistencia humanitaria dadas a las víctimas fue una de las preocupaciones pernanentes del Obispo Samuel Ruiz y del equipo de Pastoral de su Diócesis, tratando que encuentren en México el espacio necesario de protección y solidaridad .
En su pemanente preocupación por la defensa de los derechos humanos y de los pueblos, junto a otros obispos, sacerdotes y laicos, desarrolla una intensa acción a través del Comité de Solidaridad con los pueblos de América Latina, iniciando viajes a diversos países, con grupos, y movimientos sociales cristianos y no cristianos, aportando su reflexión y compartiendo la oración y el caminar de la Iglesia.
Un hecho vivido intensamente y que tal vez no se le ha dado la trascendencia que tuvo, -y tiene- para la Iglesia y los pueblos, se produjo en el mes de agosto de 1976, concretamente el día 12, cuando se realizaba en Riobamba, Ecuador, en la Casa de la Santa Cruz el Encuentro de Obispos Latinoamericanos para compartir las experiencias pastorales y reflexionar sobre las opciones y caminos de la Iglesia en América Latina. El anfitrión del encuentro era el Obispo de la Diócesis de Riobamba Monseñor Leonidas Proaño. Participé del encuentro junto a sacerdotes, teólogos y asesores, acompañando a 17 obispos latinoaméricanos y 4 de los EE.UU. hispano-parlantes.
El encuentro estuvo marcado por acontecimientos que nos commocionaron a todos, el asesinato del Obispo de la Rioja, Argentina, Monseñor Enrique Angelelli, por la dictadura militar argentina, el 5 de agosto. Vivíamos momentos difíciles y violentos en todo el continente y era necesario saber cómo ayudar a los pueblos.
El encuentro se inició invocando la memoria de Monseñor Angelellí. Sabíamos que la reunión de obispos era observada por las autoridades la dictadura militar ecuatoriana. Monseñor Leonidas Proaño, Obispo de Riobamba era crítico a la situación que vivía el país y un gran defensor de los derechos humanos, en particular de los indígenas, víctimas de la represión por las tierras, por los terratenientes y las autoridades provocando muertes de los campes¡nos.
Estábamos reunidos en grupos cuando un destacamento militar fuertemente armado, invade la Casa de retiro, de la Santa Cruz y fuimos detenidos y llevados al cuartel Militar en la Ciudad de Quito. Entre los obispos se encontraba Monseñor Samuel Ruiz. Fueron momentos de fuerte unidad y oración, muchos se preguntaban -¿sí esto pasa con los obispos, que son reprimidos y llevados a prisión -.¿Qué pasa con los pobres, con aquellos que nada tienen y son víctimas de la violencia?. La reflexión sobre la situación del continente, la represión desatada contra los pueblos y la iglesia, marcaron una etapa en la escalada de la violencia y del genocidio que implantaron las dictaduras en toda América Latina.
La opción junto a los Pobres, a los hermanos/as indígenas marcó el caminar de la Iglesia de San Cristóbal de las Casas. Don Samuel puso su palabra y compromiso en el anuncio y las denuncias como en las acciones concretas de solidaridad y apoyo, en toda su acción pastoral.
Cuando se desata el alzamiento índígena en Chiapas, cansados de soportar la violencia, humillación y exclusión social durante siglos en México, la primera reacción del gobierno es la represión pero gracias a la acción decidida de la sociedad civil, de los grupos y movimientos solidarios y la acción sostenida de Monseñor Samuel Ruiz, quien se constituye en el interlocutor autorizado, para evitar que el conflicto desemboque en la violencia y se llegue al diálogo de los indígenas, con las autoridades regionales y nacionales, adquiere una relevancia tanto a nivel nacional como internacional.
Una figura emblemática surge entre el movimiento indígena, el Sub-comandante Marcos, como Vocero y guía de las reivindicaciones indígenas. La dificil tarea que Don Samuel asume es lograr llegar a negociaciones que permitan resolver el conflicto y que se respete el derecho de los indígenas a través de la Verdad y la Justicia para alcanzar la Paz. Su prédica, decisión y resistencia, ayudó a que la situación no se desborde en actos de violencia, fue una acción equilibrada y serena que hasta el día de hoy está tratando de encontrar una solución definitiva sobre el derecho de los pueblos indígenas.
Don Samuel soportó las calumnias, los ataques, como el efectuado contra su hermana, víctima de la violencia de aquellos que pretenden continuar la opresión contra los pueblos indígenas. A pesar de todo, Samuel Ruiz nunca claudicó.
En reconocimiento a su trabajo permanente en defensa de la vida y la dignidad de las personas y los pueblos, lo he presentado como Candidato al Premio Nobel de la Paz y al premio Fomento de la Paz de la UNESCO. Mas allá de si se le otorga o no, creo que lo más valioso es su dedicación como sacerdote, vivir la fe en el compromiso y la oración junto a su pueblo y todos los pueblos.
Hoy Don Samuel continúa su tarea serena y profunda, como Obispo Emérito de la Diocesis de San Cristóbal de las Casas. Me sumo al homenaje que hoy le brinda la Ciudad de, Nuremberg, a un hombre que es tetimonio de vida era la defensa de los derechos humanos y un Pastor que desde la fe, nos muestra los caminos de la Vida y la Dignidad.
Querido hermano, que el Señor con su infinita bondad te continúe dando fuerza y esperanza. Todos los que te acompañamos te damos gracias por tu testimonio de Vida. Recibe el fraterno abrazo de Paz y Bien.
Discurso ofrecido por el autor en la Opera de Nuremberg el 16 de Setiembre del 2001, en honor al Obispo Emerito de Chiapas Samuel Ruíz, al recibir el Premio Internacional de Derechos Humanos. El Jurado del Premio decidió invitar a Adolfo Pérez Esquivel a ofrecer el discurso laudatorio en reconocimiento a los esfuerzos del Premio Nobel de la Paz para que la verdad y la justicia lleguen también a las familias de los desaparecidos alemanes en Argentina. En 1998, a propuesta de Pérez Esquivel se creó en Nuremberg la Coalición contra la Impunidad en Argentina, con sede en nuestro Centro de Derechos Humanos/DIML.)
Fuente: http://bit.ly/gCphs8
por Adolfo Pérez Esquivel
Agradezco la invitación y el honor de presentar a Monseñor Samuel Ruiz en este acto de reconocimiento a su larga labor en bien de los derechos de las personas y los pueblos.
Hace un mes Don Samuel viajó a la Argentina donde participó en diversas actividades, dictando conferencias y sosteniendo reuniones con diversos sectores sociales y religiosos. Siempre es una alegría el reencuentro con otros amigos. Cuando Don Samuel se enteró que sería yo quien lo presentaria en el día de hoy, me dijo: ” Bueno, bueno,…pero no mientas”. Por lo tanto, antes de que me aplique una penitencia, prometo decir la Verdad y nada nos que la Verdad.
Conozco desde hace muchos años a Monseñor Samuel Ruiz, he seguido su trayectoria y compromiso junto a los pueblos, principalmente con los sectores mas pobres y necesitados, en forma muy especial con los hermanos indígenas. Su obra, como Sacerdote y Obispo de la Iglesia Católica es suficientemente conocida, no solo en México y América Latina, es también reconocida en diversas partes del mundo. Por lo tanto no me voy a referir a los aspectos mas generales y conocidos de la obra de monseñor Samuel Ruiz, a su larga labor pastoral y Social como Obispo en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, como la responsabilidad asumida frente a los conflictos que surgieron en México y últimamente en Chiapas, con la rebelión del movimiento indígena.
Quiero referirme a un amigo, a un cristiano, a un hombre que trata de vivir coherentemente la fe y el anuncio de la Buena Nueva, en el compromiso concreto junto a los más pobres y necesitados, nuestros hermanos/as indígenas, víctimas de las injusticias, la discriminación y la explotación.
Don Samuel supo asumir el anuncio y la denuncia reclamando el derecho de las personas y los pueblos, la dignidad y el respeto que nos debemos unos a otros, buscando, acompañando, escuchando y abriendo los espacios para el diálogo y la resolución de los conflictos que permitan encontrar los caminos de la paz, como fruto de la verdad y la justicia.
Conozco a Don Samuel desde hace varias décadas y en ese caminar de la vida compartimos algunas situaciones que quisiera recordar en estos momentos, que hacen referencia no sólo a la situación personal de quienes protagonizamos esos hechos, sino a la vida y el caminar de la iglesia en el continente latinoamericano.
Con el Papa Juan XXIII, Vaticano II, y la Asamblea Latinoamericana de Obispos en Medellin, Colombia, la Iglesia abre sus puertas y ventanas para que entre la luz y sacuda el polvo de muchos siglos. Esta actitud y decisión de profundizar desde dónde, los cristianos anuncian el Evangelio y cuales son sus opciones, se inicia una profunda transformación en la construcción de caminos de luchas y esperanzas en la opción preferencíal junto a los pobres, desde la fe y el compromiso social.
En el continente surgen diversas voces proféticas que anuncian y denuncian la situación de violencia e injusticias que vive la mayoría de los pueblos latinoamericanos. Son las voces de los desposeídos, los sín voz que van recuperando su protagonismo histórico, el sentido de vida, de dignidad y esperanza en que es posible construir un mundo mas justo y humano para todos.
En éste contexto, como contraparte a los pueblos y su protagonismo en que dejan de ser espectadores y se asumen como constructores de sus propias vidas e historias, surgen con fuerza los mecanismos de dominación en todo el continente, donde se impone la Doctrina de la Seguridad Nacional, dónde preparan en la Escuela de las Américas, en Panamá y en las academias militares de los EE.UU., a más de 80 mil militares latinoamericanos entrenados para imponer las dictaduras en todo el continente y con graves consecuencias para la v¡da de los pueblos, que sufren el terror bajo la aplicación de torturas, cárceles, asesinatos y desaparición de personas.
Es un plan sistemático de destrucción y sometimiento, cometiendo contra los pueblos un genocidio que hasta el día de hoy estamos tratando de superar, para que se logre la justicia, para que nunca mas vuelvan a repetirse esas graves violaciones de los derechos humanos.
Guatemala es uno de los países con el índice mas alto de violaciones de los derechos humanos en toda América Latina, miles de personas fueron victimas de la violencia, muchas tratan de salir del país y tras largas marchas, buscan refugio en las fronteras de México, otros intentan llegar a diversos países, como EE.UU. y Europa para salvar sus vidas, las de sus familias y las comunidades.
En esta situación dramática, grupos comunitarios, sobrevivientes de las masacres, la mayoría mujeres y niños, tratan de salir, de llegar a los campamentos de refugiados en la selva del Peten, en México, en los campamentos Emiliano Zapata, Cuatro Pueblos, entre otros.
En uno de mis viajes a la región, tuve la oportunidad de compartir con Don Samuel y el ACNUR y los equipos de pastoral de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, como con grupos internacionales, la labor humanitaria que realizaban ayudando a los miles de guatemaltecos refugiados en los campamentos del Peten. Entre tanto dolor y angustias, también había lugar para la esperanza y la vida. Recuerdo que Don Samuel en ese viaje celebró una boda en el campamento que llevó la alegría y esperanza a las comunidades indígenas.
El exilio de personas de otros paises latinoamericanos, se producía individualmente, y después trataban de reunirse con sus familias, los guatemaltecos salían en grupos comunitarios, ya que las aldeas fueron arrasadas por el ejército y masacrados en su mayoría, en particular los niños, jóvenes y adultos. La ayuda y asistencia humanitaria dadas a las víctimas fue una de las preocupaciones pernanentes del Obispo Samuel Ruiz y del equipo de Pastoral de su Diócesis, tratando que encuentren en México el espacio necesario de protección y solidaridad .
En su pemanente preocupación por la defensa de los derechos humanos y de los pueblos, junto a otros obispos, sacerdotes y laicos, desarrolla una intensa acción a través del Comité de Solidaridad con los pueblos de América Latina, iniciando viajes a diversos países, con grupos, y movimientos sociales cristianos y no cristianos, aportando su reflexión y compartiendo la oración y el caminar de la Iglesia.
Un hecho vivido intensamente y que tal vez no se le ha dado la trascendencia que tuvo, -y tiene- para la Iglesia y los pueblos, se produjo en el mes de agosto de 1976, concretamente el día 12, cuando se realizaba en Riobamba, Ecuador, en la Casa de la Santa Cruz el Encuentro de Obispos Latinoamericanos para compartir las experiencias pastorales y reflexionar sobre las opciones y caminos de la Iglesia en América Latina. El anfitrión del encuentro era el Obispo de la Diócesis de Riobamba Monseñor Leonidas Proaño. Participé del encuentro junto a sacerdotes, teólogos y asesores, acompañando a 17 obispos latinoaméricanos y 4 de los EE.UU. hispano-parlantes.
El encuentro estuvo marcado por acontecimientos que nos commocionaron a todos, el asesinato del Obispo de la Rioja, Argentina, Monseñor Enrique Angelelli, por la dictadura militar argentina, el 5 de agosto. Vivíamos momentos difíciles y violentos en todo el continente y era necesario saber cómo ayudar a los pueblos.
El encuentro se inició invocando la memoria de Monseñor Angelellí. Sabíamos que la reunión de obispos era observada por las autoridades la dictadura militar ecuatoriana. Monseñor Leonidas Proaño, Obispo de Riobamba era crítico a la situación que vivía el país y un gran defensor de los derechos humanos, en particular de los indígenas, víctimas de la represión por las tierras, por los terratenientes y las autoridades provocando muertes de los campes¡nos.
Estábamos reunidos en grupos cuando un destacamento militar fuertemente armado, invade la Casa de retiro, de la Santa Cruz y fuimos detenidos y llevados al cuartel Militar en la Ciudad de Quito. Entre los obispos se encontraba Monseñor Samuel Ruiz. Fueron momentos de fuerte unidad y oración, muchos se preguntaban -¿sí esto pasa con los obispos, que son reprimidos y llevados a prisión -.¿Qué pasa con los pobres, con aquellos que nada tienen y son víctimas de la violencia?. La reflexión sobre la situación del continente, la represión desatada contra los pueblos y la iglesia, marcaron una etapa en la escalada de la violencia y del genocidio que implantaron las dictaduras en toda América Latina.
La opción junto a los Pobres, a los hermanos/as indígenas marcó el caminar de la Iglesia de San Cristóbal de las Casas. Don Samuel puso su palabra y compromiso en el anuncio y las denuncias como en las acciones concretas de solidaridad y apoyo, en toda su acción pastoral.
Cuando se desata el alzamiento índígena en Chiapas, cansados de soportar la violencia, humillación y exclusión social durante siglos en México, la primera reacción del gobierno es la represión pero gracias a la acción decidida de la sociedad civil, de los grupos y movimientos solidarios y la acción sostenida de Monseñor Samuel Ruiz, quien se constituye en el interlocutor autorizado, para evitar que el conflicto desemboque en la violencia y se llegue al diálogo de los indígenas, con las autoridades regionales y nacionales, adquiere una relevancia tanto a nivel nacional como internacional.
Una figura emblemática surge entre el movimiento indígena, el Sub-comandante Marcos, como Vocero y guía de las reivindicaciones indígenas. La dificil tarea que Don Samuel asume es lograr llegar a negociaciones que permitan resolver el conflicto y que se respete el derecho de los indígenas a través de la Verdad y la Justicia para alcanzar la Paz. Su prédica, decisión y resistencia, ayudó a que la situación no se desborde en actos de violencia, fue una acción equilibrada y serena que hasta el día de hoy está tratando de encontrar una solución definitiva sobre el derecho de los pueblos indígenas.
Don Samuel soportó las calumnias, los ataques, como el efectuado contra su hermana, víctima de la violencia de aquellos que pretenden continuar la opresión contra los pueblos indígenas. A pesar de todo, Samuel Ruiz nunca claudicó.
En reconocimiento a su trabajo permanente en defensa de la vida y la dignidad de las personas y los pueblos, lo he presentado como Candidato al Premio Nobel de la Paz y al premio Fomento de la Paz de la UNESCO. Mas allá de si se le otorga o no, creo que lo más valioso es su dedicación como sacerdote, vivir la fe en el compromiso y la oración junto a su pueblo y todos los pueblos.
Hoy Don Samuel continúa su tarea serena y profunda, como Obispo Emérito de la Diocesis de San Cristóbal de las Casas. Me sumo al homenaje que hoy le brinda la Ciudad de, Nuremberg, a un hombre que es tetimonio de vida era la defensa de los derechos humanos y un Pastor que desde la fe, nos muestra los caminos de la Vida y la Dignidad.
Querido hermano, que el Señor con su infinita bondad te continúe dando fuerza y esperanza. Todos los que te acompañamos te damos gracias por tu testimonio de Vida. Recibe el fraterno abrazo de Paz y Bien.
Discurso ofrecido por el autor en la Opera de Nuremberg el 16 de Setiembre del 2001, en honor al Obispo Emerito de Chiapas Samuel Ruíz, al recibir el Premio Internacional de Derechos Humanos. El Jurado del Premio decidió invitar a Adolfo Pérez Esquivel a ofrecer el discurso laudatorio en reconocimiento a los esfuerzos del Premio Nobel de la Paz para que la verdad y la justicia lleguen también a las familias de los desaparecidos alemanes en Argentina. En 1998, a propuesta de Pérez Esquivel se creó en Nuremberg la Coalición contra la Impunidad en Argentina, con sede en nuestro Centro de Derechos Humanos/DIML.)
Fuente: http://bit.ly/gCphs8
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