Hace buen rato que los intelectuales abandonaron al priismo. Y nada más patente de ello que la reunión realizada ayer en la Fundación Colosio para darle la bienvenida –y apoyar con sus investigaciones—al nuevo líder electo del tricolor, Humberto Moreira.
Los nombres en torno a la distinguida mesa que entornó al coahuilense –bajo la conducción del presidente de la Fundación, Marco Antonio Bernal—eran entre otros los siguientes: Oscar Pimentel, Carlos Román, Humberto Cervantes, Jorge Alanís, Esther Dagdug, Mario Velasco, Carlos Cárdenas, Guillermo Deloya, Pablo Montoya de la Rosa, Rolando Durán, Jorge Varona.
¿Les dicen algo estos nombres? Son algunos de los actuales presidentes de las filiales de la Fundación Colosio en los estados.
Bueno, pero quizás estos otros algo le digan o los recuerde: Juan Rebolledo Gout, Carlos Jiménez Macías, Sami David, Rodolfo Becerril Straffon, Roberta Lajous, Cristina Alcayaga, Miguel Angel Porrúa.
Y sin embargo… Efectivamente, hace tiempo que el PRI está ayuno de intelectuales e ideólogos que le acompañen.
De los últimos tiempos recuerdo a Enrique González Pedrero, director del IEPES (antecedente de la Fundación Colosio) durante la campaña de Carlos Salinas de Gortari en 1988. Todavía en su sexenio –gracias a su seducción personal—contó con apoyos como los de Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze, aunque hoy tilde a este último poco menos de acomodaticio y de “emborronar” la historia a su gusto y conveniencia.
Pero de hecho, grupos pensantes –incluidos los priistas—comenzaron a abandonar abiertamente al PRI desde el sexenio de Miguel de la Madrid. Fue entonces que se formó la llamada “corriente crítica”, integrada entre otros por Rodolfo González Guevara, Porfirio Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas y muchos más que terminaron saliendo del PRI. Y fue entonces también que aumentaron las firmas críticas en los periódicos en sus páginas editoriales.
En el sexenio de Ernesto Zedillo lo único que recuerdo de los intelectuales de su etapa es que a él le agradaba muchísimo Jorge Volpi –entonces un joven escritor—y promovía su lectura entre los reporteros de la “fuente” presidencial.
Para cuando el PRI perdió la Presidencia de la República en el año 2000, prácticamente ya no contaba –hicieron mutis– con plumas ni intelectuales de peso en su entorno, ya no digamos entre sus filas.
De todo ello conversábamos ayer con Roberta Lajous y Cristina Alcayaga mientras aguardábamos la presencia de Moreira –se tardó tanto en aparecer que hasta chiflidos hubo apremiándolo– en el patio interior de la Fundación Colosio. Y es que fue precisamente en casa de Cristina que tuvo lugar la primera reunión (en 1991) para crear la Fundación Colosio. Hace veinte años, ni más menos.
Se trataba, nos decía, de dejar atrás el Iepes, un órgano meramente partidista, y crear una Fundación que abriera las puertas de la investigación y el pensamiento a corrientes de pensamiento distintas al priismo, una especie de think tank del partido para alimentar el debate: “fueron los primeros visos de pluralidad, queríamos abrir puertas y traer ideas nuevas”; y evitar, por supuesto, que se utilizara como trampolín político.
De ahí que sus primeros presidentes fueran: Mariano Palacios Alcocer, Francisco Ruíz Massieu y el hoy rector de la UNAM. Más adelante pasarían por ahí Enrique Jackson, Rosario Green, Agustín Basave, Beatriz Paredes, Carlos Sirvent, Oscar López Velarde, Luis G. Aguilar, Sabino Bastidas, Francisco Rojas.
Pero la Fundación –fuera de su primera época– realmente no tendría presupuesto suficiente para atraer investigadores de nivel, y al poco rato ya ni la atracción del poder surtiría efecto, pues simplemente lo habían perdido.
Y más que eso, como reconoce Salinas en su libro Democracia Republicana, perdieron también el debate de las ideas.
Ayer, todo ello quedaba al desnudo en la reunión convocada por la Fundación Colosio con Humberto Moreira. La pobreza intelectual presente resultaba alarmante. Más, si se trata del partido que quiere volver a dirigir los destinos de este país.
twitter: @marthaanaya
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