martes, 4 de enero de 2011

Geografía de la pobreza


Eduardo R. Huchim
4 Ene. 11

Hace casi tres décadas, en septiembre de 1981, cuatro reporteros del entonces joven diario unomásuno, dirigido por Manuel Becerra Acosta, publicaron una serie de reportajes sobre una suerte de geografía de la miseria. Víctor Avilés, Ricardo del Muro, David Siller y Miguel Ángel Velázquez recorrieron las zonas más pobres del país, ubicadas en dos grandes regiones: la Pacífico sur (Chiapas, Guerrero y Oaxaca) y la centro-este (Hidalgo, Puebla y Tlaxcala).

Los reportajes indicaban que Oaxaca era la entidad con los mayores grados de marginación, aunque Puebla albergaba en su sierra norte la población oficialmente más pobre del país: Ahuacatlán, "un pueblo que muere sin prisa".

¿Qué ha pasado con la pobreza extrema en México en los últimos 30 años? Otros reportajes, éstos de Daniela Rea y Silvia Garduño (Reforma, 01/02/10), exhiben un panorama desolador: 54 municipios de México poseen un índice de desarrollo humano (IDH, parámetro de la ONU para medir el bienestar) similar o inferior al de Haití. Igual o cercanas a la situación haitiana están 22 poblaciones de Oaxaca, 10 de Chiapas, 9 de Guerrero, 7 de Veracruz, 2 de Puebla, y a una, Jalisco, Nayarit, Chihuahua y Durango, con un total de 640 mil mexicanos. Ahuacatlán, que hace 30 años era el poblado más pobre, hoy tiene un porcentaje de alfabetización menor que el haitiano: 55 vs. 62%. Coicoyán de las Flores, Oaxaca, y Metlatónoc, Guerrero, poseen los indicadores más bajos de IDH.

Los datos sobre el rezago socioeconómico del país saltan frecuentemente. Uno de ellos figura en el reciente estudio del Coneval y la UNICEF: como consecuencia de la crisis económica, aumentó el número de hogares con hambre, técnicamente en "inseguridad alimentaria severa": 8% de los hogares reportó en 2008 que un niño o un adolescente tenía hambre pero no alimentos, y en 2009 el porcentaje creció a 17% (Margarita Vega, Reforma, 19/11/10). Además, mientras en la mayoría de los países de Latinoamérica la pobreza se redujo, en México creció 3.1 puntos (de 31.7 a 34.8%) entre 2006 y 2008, según la CEPAL (ídem, 01/12/10).

Es teniendo en cuenta esos datos como puede dimensionarse mejor la irresponsabilidad de quienes exigen y consumen injustificadamente presupuestos multimillonarios -con la complicidad de las legislaturas que los aprueban-, sin practicar, adicionalmente, una verdadera rendición de cuentas tanto en el ámbito federal como en los estados.

La mayor parte de la clase político-empresarial mexicana, además, no parece haber entendido que abatir la pobreza extrema conviene a todos, pero tal abatimiento no se dará por taumaturgia ni sólo con políticas asistenciales, sino que se precisa buscarlo mediante el crecimiento económico con un eje esencial: la generación de empleo bien remunerado. Recordemos, en este sentido, otro dato frustrante: entre 2000 y 2007, once países latinoamericanos tuvieron un crecimiento mayor que México.

Si la justicia social no bastara para demandar el abatimiento de la miseria con políticas más allá de lo asistencial -no basta entregar el pez sino también financiar los medios para pescar-, es preciso tener presente la advertencia del rector de la UNAM, José Narro Robles: "Saldemos la factura para evitar la fractura" (Rosa Elvira Vargas, La Jornada, 11/09/10).

Sin pretender certezas, me pregunto, ahora que recientemente se cumplieron los 100 años del estallido revolucionario, si esa fractura ya comenzó con el reclutamiento, por parte de la delincuencia organizada, de cientos de jóvenes que prefieren unos meses o breves años de confort a una larga vida en la miseria. Por supuesto que no puede haber paralelismo con los revolucionarios de 1910, pero las motivaciones se tocan al menos en dos aspectos: la desesperanza y la incapacidad de las élites para combatir con efectividad la miseria agobiante y la desigualdad hiriente.



Omnia

Señoras y señores locutores, conductores de programas de radio y televisión, comentaristas, escribidores de guiones, maestros de ceremonias, similares y conexos: "increíble" significa que no puede creerse o es muy difícil de creer. Por tanto, no es el mejor sinónimo para decir: notable, extraordinario, sorprendente, buenísimo, excelente, sin precedente, impar, excelso, buenérrimo, superior, insólito, relevante, supremo, excepcional, inaudito, asombroso, sin igual, soberbio, singular... Por piedad y buen gusto, ¿podrían algunos de ustedes, acaso como propósito de año nuevo, reducir el uso de esa palabreja -"increíble"- que satura hoy el espacio radioeléctrico?

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