miércoles, 26 de enero de 2011

Contando cruces


Sergio Aguayo Quezada


A la memoria de Samuel Ruiz, Obispo de pobres.


Cuando las cifras son confiables las opiniones se transforman en hechos. Los conteos de muertos en la actual guerra confirman que hay avances dentro de la desorganización oficial, que sigue el menosprecio por la vida humana en nuestra cultura y que los medios independientes pueden jugar un papel vital. El 17 de junio del 2007 Enfoque de Reforma publicó una investigación realizada por el diario sobre el primer semestre de hostilidades. Lo titularon, apropiadamente, "Parte de guerra". Encontraron tal aumento en la mortandad que tomaron la decisión de darle permanencia y desde aquel año es un recordatorio constante del factor humano. Su metodología consiste en sistematizar la información reunida por el Grupo Reforma y, según esta fuente, en 2010 hubo 11 mil 583 ejecuciones ligadas al crimen organizado.


El gobierno declaró la guerra pero no contabilizó las consecuencias. Por ello nos sorprendió que el 3 de agosto de 2010 Guillermo Valdés, director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), informara en el primer diálogo sobre seguridad convocado por Felipe Calderón que los muertos del sexenio ya eran "más" de 28 mil, una cifra superior a lo registrado por los diferentes medios impresos que, para entonces, ya estaban haciendo sus propios cálculos. Hace unos días el vocero de la Presidencia, Alejandro Poiré, volvió a sacudir a la opinión pública interesada cuando declaró que en 2010 hubo 15 mil 273 ejecuciones, ¡3 mil 690 más que la cifra publicada en Reforma!


Según la metodología empleada por el gobierno el conteo inició en algún momento de 2009. Todas las dependencias federales y estatales envían su información al Centro Nacional de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia (Cenapi) de la PGR, que maneja este proyecto con criterios claros y razonables aunque se queda corto en el costo social. La mortandad es mayor porque el gobierno no incluye en sus cuentas las bajas del gobierno, de civiles y a los desaparecidos. Ya habrá tiempo y espacio para comentar y contrastar metodologías.

Reconozcamos el avance de cifras oficiales razonablemente confiables. Daba pena el desorden en las estadísticas. Por ejemplo, en julio de 2010 el procurador general de la República aseguró que los muertos eran 24 mil 826, y un mes después el director del Cisen aumentó 4 mil bajas al conteo. La seriedad y el rigor en el manejo de la información son poco comunes en el aparato de seguridad gubernamental. Siempre me ha impresionado su capacidad para acumular información y el virtuosismo con el cual la desperdician o desechan, sin interpretarla ni hacerla pública. Si el avance aquí reconocido se debe, en buena medida, a Alejandro Poiré, quien por su origen académico entiende la enorme importancia de tener hechos confiables, ¿sobrevivirá el proyecto la inevitable partida de este funcionario?


El descuido con las estadísticas mortales es indicador del menosprecio hacia la vida humana que permea amplios sectores del gobierno y la sociedad y que desarrollaré en otra ocasión. Es inquietante pero revelador que fuera hasta 2009 cuando se pusieron de acuerdo con las diferentes dependencias para crear un mecanismo único que registrara el número de bajas del enemigo. En esa decisión y en otras declaraciones gubernamentales se advierte la frialdad de una clase política insensible y sólo preocupada por blindar sus privilegios. Es lógico que una parte de la sociedad ignore la sordidez de la violencia; es incomprensible que lo haga la autoridad encargada de combatirla.


La sangría humana forma parte de la agenda pública por la acción consciente y deliberada de un diario impreso, Reforma. Como no es el único medio comprometido, se confirma que la única manera de enfrentar nuestros grandes problemas es identificándolos y forzando la discusión y toma de decisiones dentro del gobierno. Al revisar el factor humano es imposible pasar por alto la indiferencia de buena parte del gobierno y la sociedad hacia la vida y la dignidad humanas. En el terreno de los valores hay un enorme déficit pese a ser clave para enfrentar una guerra que ha entrado en su quinto año. ¿Seguiremos sólo contando cruces?


La miscelánea


Se multiplican justificadamente las referencias a los trabajos de Fernando Escalante y Eduardo Guerrero sobre el costo humano de la guerra. Existen otras investigaciones que aportan al debate, entre ellas las de Arturo Arango, Jorge Castañeda y Malgorzata Polanska. El Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia (Casede) preparó una selección de materiales para los interesados (véase www.seguridadcondemocracia.org). En www.sergioaguayo.org hay un link a Casede además de la investigación original de Reforma de 2007, y la metodología oficial de la "Base de datos de homicidios presuntamente relacionados con la delincuencia organizada" de 2010.


Profesor de El Colegio de México. Nivel III del SNI. Posgrados de la Universidad Johns Hopkins. Autor de docenas de libros y artículos académicos. Presidente de Fundar, Centro Pionero en Investigación Aplicada. Panelista de Primer Plano (Canal 11). Premio de Periodismo "José Pagés Llergo". Presidió la Academia Mexicana de Derechos Humanos. Fue parte de la Coordinación Nacional de Alianza Cívica.

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