martes, 18 de enero de 2011

18 meses de oscuridad




Alberto Aziz Nassif


18 enero 2011
aziz@ciesas.edu.mx

La sucesión presidencial, tan lejana y tan cerca, ha empezado a prender las alarmas por el clima político que se ha producido en esos días. Es muy importante hacer un alto en el camino antes de que la crisis de violencia que vive el país contamine más a la política y la lleve de nuevo a una inercia de polarización de la que será complicado salir.

Hay una diferencia básica entre lo que fue la “guerra sucia” en la sucesión presidencial de 2006 y la situación en la que hoy está México: para decirlo de forma breve, la diferencia son los más de 34,612 muertos (hasta diciembre de 2010) de la “guerra” en contra del narcotráfico. Por la gravedad de la violencia que se ha generalizado —hasta llegar a tener más de 15 mil muertes ligadas al crimen organizado en 2010— llama la atención la bravuconería del nuevo presidente electo del PRI, Humberto Moreira, que como en los mejores tiempos del tricolor llega a provocar y señala como fracasos del panismo la seguridad, el aumento de la pobreza y la educación. El profesor Moreira reproduce imágenes del pasado como la foto con los líderes de la CTM y contamina más un clima político que se encuentra bastante turbio. A las provocaciones del líder tricolor, que recrea una suerte de estilo neofoxista, se puede sumar la golpiza a manos de supuestos priístas, que tiene entre la vida y la muerte al representante del PRD en el Instituto Electoral de Guerrero, Guillermo Sánchez Nava, como un botón de lo que puede suceder en las elecciones estatales del 2011.

En la contraparte, también ha habido una reacción exagerada de los funcionarios panistas en contra de Moreira. En este país, a falta de un debate político, las discusiones se llenan de adjetivos y descalificaciones. De esta forma, en unos cuantos días el escenario creado por Moreira ya puso a una parte del gobierno federal a responderle o, mejor dicho, a caer en la provocación. Así desfilaron primero Gobernación, luego el presidente del PAN, más tarde el secretario de Desarrollo Social, y siguieron el secretario de Educación y el secretario del Trabajo. Y para no quedar fuera de la polémica, López Obrador también lanzó sus baterías en contra de Moreira, al que calificó de cínico.

Al mismo tiempo, la violencia sigue su escalada mortal; la primera quincena del año ha tenido el registro de muertes más alto, más violento; imaginemos cómo va a estar el resto del año. En Ciudad Juárez fue asesinada la activista Susana Chávez a menos de un mes de haber sido asesinada Marisela Escobedo a las puertas del palacio de gobierno. Hace una semana, en Acapulco hubo 28 homicidios; hace unos días, en Xalapa, otros 14; el domingo, en Nezahualcóyotl, nueve más. De nuevo, Felipe Calderón hace otra reunión para “dialogar” sobre la estrategia de seguridad, y otra vez se confirma el triunfalismo del gobierno; Calderón responde las críticas, pero no modifica un milímetro su estrategia. Entre la negada “guerra” de Felipe Calderón en contra del narcotráfico, la “guerra” sucia de la política —que antecede a la sucesión presidencial— y la violencia que sigue imparable, el país ha entrado en una fase más oscura, muy complicada, que posiblemente dure 18 meses, hasta la sucesión presidencial.

Si en el año 2000 la elección se jugó como un referéndum entre seguir con el PRI o ir a la alternancia, seis años después tuvimos un referéndum más complicado entre seguir con el panismo o ir a un gobierno de izquierda; ahora, de nuevo, nos vamos a encontrar con otro referéndum. Eso es lo que ha estado empezando a producirse en estos días: el dilema entre el regreso del PRI, que según Gobernación representa al viejo régimen, o seguir por la ruta actual con un panismo deficiente que ha llevado el país a la difícil situación actual. ¿No hay otra opción?

Si vemos hacia otras realidades, nos encontramos con lo que acaba de suceder en Estados Unidos, donde murieron seis personas en Tucson y está muy grave una congresista. Esta tragedia es resultado de un discurso extremo y polarizante creado por la ultraderecha del Tea Party, que sólo necesitó de un asesino para jalar del gatillo y producir un crimen de odio. Frente a ello, el presidente Obama logró ubicarse por encima de las partes y cambiar el clima de polarización. En lo que se ha considerado como uno de los mejores discursos de su presidencia, Obama dijo entre otras cosas: “en tiempos en que nuestro discurso ha pasado a ser tan polarizado, tiempos en que estamos demasiado deseosos de echarles la culpa por todos los problemas del mundo a quienes discrepan de nosotros, es importante que hagamos una pausa por un momento y nos aseguremos de estar hablando unos con los otros de manera conciliadora”. Cualquier vínculo que hagan estas palabras a la polarización que se ha empezado a generar estos días en México es bienvenido.

Investigador del CIESAS

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