El de Chihuahua, Arturo García Portillo, intentaba defender desde la tribuna de la Cámara de Diputados a Felipe Calderón y los diez años de gobierno del PAN:
“Estos diez años han sido bueno para México”, mencionaba cándidamente, en tono conciliador intentado aplacar los abucheos priistas y gritos del ala dura de la izquierda que le espetaban:
-¡El único sector en el que hemos avanzado es el de las funerarias!
Pasmo, risas, aplausos. El diputado blanquiazul mejor se desentendió: “las palabras no agujerean, sigan…”
Pero esto era apenas el inicio de la retahíla que le soltarían a Calderón y al PAN los diputados de oposición, a raíz del discurso del domingo pasado del Presidente de la República en el que presumió lo que, a su ver, eran los logros del blanquiazul en esta década y, por supuesto, el ramalazo que le lanzó al PRI con aquello de que sería una “tragedia” regresar a lo antiguo, al pasado.
La batería tricolor afiló cuchillos desde su reunión previa a la sesión. Sacaron sus gráficas de nueva cuenta, los datos –basados en documentos oficiales—que contradecían los dichos alegres del Presidente. Quesque hasta iban a pedir juicio político para Calderón, anunciaban en los pasillos, mientras el Presidente de la Mesa Directiva, Jorge Carlos Ramírez Marín declaraba que lo dicho por Calderón “sentencia a muerte al partido político que tiene la mayoría de votos en San Lázaro y acaba prácticamente cualquier posibilidad de acuerdos en lo que queda del periodo de sesiones”.
El tema, pues, subió a tribuna. César Augusto Santiago afirmó que Calderón “no merece el honor de ser Jefe del Estado mexicano” pues nunca ha entendido lo que ello significa; y tras descalificar cada uno de los supuestos logros enumerados en el Auditorio Nacional, el diputado priista calificó a su vez el desempeño del Jefe del Ejecutivo como “torpe”, “oportunista”, “ineficiente”.
Los priistas aplaudían. Los panistas callaban. Es más, ni siquiera estaban presentes los caballitos de batalla del blanquiazul. Sólo Josefina Vázquez Mota se había dado una vueltecita a la curul de Francisco Rojas para pedir no fuesen muy duros con su jefe y regresó a su zona, donde sus colegas ni se inmutaban.
Pero faltaba lo más sabroso. El tamaulipeco Carlos Flores Rico (PRI) subió a la tribuna y comenzó por asentar, con ironía, que Calderón seguramente debía tener muchos asesores porque eran tantos los errores que cometía, que una sola persona no podía hacer tantos a la vez.
Risas de los suyos. El regio Benjamín Clariond se mantenía de pie al fondo del salón de sesiones y disfrutaba con ganas el discurso de su compañero de partido. Flores Rico seguía hilando calificativos a la gestión panista: “Son diez años de un gobierno de ineficiencia, de estulticia; diez años de un gobierno gris, oscuro, malo, de noche…”
Pero las carcajadas y los aplausos priistas se desgranaron cuando el de Tamaulipas lanzó una serie de preguntas:
-¿Qué película está usted viendo, señor Presidente? ¿En qué libro está leyendo? ¿Dónde está usted, señor Presidente? ¿A qué hora cierra la cortina? ¿Por qué no se va, señor Presidente? ¿Por qué no tiene vergüenza, señor Presidente?
Ni siquiera ante ello reaccionaron los del PAN. Siguieron sentados en sus curules sin que uno solo reprochara la andanada priista.
Y aún faltaba por subir a la tribuna Sebastián Lerdo de Tejada, quien supuestamente determinó: ”¡Se acabó; así no se transita en un régimen democrático!”.
Claro, falta ver si hay algo de cierto en ese “¡se acabó!”, o si fue puro bla,bla.
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