La experiencia de lo ocurrido con Vicente Fox Quesada debiera prevenirnos sobre el entusiasmo y las expectativas puestas por los oaxaqueños y muchos mexicanos en Gabino Cué. La democracia, con lo que su implementación significa, no es cura milagrosa a las enfermedades de los políticos mexicanos ni a las desviaciones del sistema de gobierno. Es labor de todos los días.
Leo en el portal de Internet oaxaqueño usosycostumbres.org lo siguiente: “En el estado de Oaxaca, México, los pueblos indígenas mantienen vigentes sus sistemas normativos tradicionales en la elección de autoridades municipales. Este sistema de organización social y política, conocido comúnmente como usos y costumbres, les da una identidad cultural propia y los constituye como un ejemplo de democracia participativa directa.
“Estos procesos de elecciones municipales son sumamente complejos, ya que aún con su valioso potencial democrático, han surgido situaciones de división comunitaria, conflicto y violencia”.
Esa entidad tiene 570 municipios, de ellos sólo 152 se rigen por el sistema de partidos, los otros 418 por el sistema de usos y costumbres. Flavio Sosa, diputado, lo sabe muy bien, y en ese conocimiento basa su éxito para ir construyendo su propio poder. Desconozco si Gabino Cué sabe de esos intereses que guían al activista de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, agrupación de difícil articulación política e ideológica, precisamente por sus usos y costumbres.
Estuve en Oaxaca diez días. Asombrado por la riqueza cultural, gastronómica y el trato de sus habitantes, todavía resentidos por el descalabro económico propiciado por el activismo de la APPO. Es el único lugar de la república donde no he repetido plato fuerte regional en la comida durante mi estancia, también el único donde el orgullo de su patrimonio cultural obliga al turista y al visitante a replantearse la manera de aproximación al conocimiento, al contacto con esa entidad.
El pasmo con el que se sale del templo de San Jerónimo Tlacochahuaya, del museo de Santo Domingo; el azoro con el que se atestigua la creatividad de las mujeres sentadas al telar de cintura, para diseñar de acuerdo a la emoción del momento. La visita a Ocotlán de Morelos, donde la casa de Rodolfo Morales es tan importante como el templo y el claustro por él restaurados con dinero propio, y para cuya preservación dejó perfectamente organizada una fundación. La labor altruista de Alfredo Harp, de Francisco Toledo.
Gabino Cué llega con la mesa puesta, con muchas expectativas fundadas en él. ¿Ya negoció con los 418 presidentes municipales elegidos por usos y costumbres; con la APPO, con Flavio Sosa? ¿Ya escuchó a los altruistas benefactores de Oaxaca? ¿Va a sentar precedente y a hacer lo que Fox no pudo o no quiso a nivel nacional, o sólo va a flotar, hasta que el desengaño se convierta en ira, y ésta en violencia incontenible? ¿Quién lo sabe?
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