Hace unos días, José Ángel Gurría, secretario general de la Organización Para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE, declaró que en la medida en que los jóvenes de 15 años en México “estén mejor educados, continúen sus estudios, entren en el mercado laboral y se desempeñen mejor como trabajadores mejor calificados”, en el largo plazo el país podrá agregar una “cantidad considerable” al PIB. Gurría comentó también que, para lograr lo anterior, es indispensable contar con mejores maestros (información recogida El Universal, edición del 8 de diciembre de 2010).
Evidentemente, el señor Gurría tiene razón. Pero la cuestión es muy compleja. Lo que quiero decir es que, en el México de hoy, el que los jóvenes “estén mejor educados” y “continúen sus estudios” es todo un reto. Aquí le van algunas cifras, amigo lector, para que vea lo que quiero decir:
- Según el INEGI, los mexicanos estudiamos en promedio sólo por ocho años. De hecho, en algunos casos, como el del estado de Chiapas, la cifra es de seis años mientras que la entidad en la que más se estudia es el Distrito Federal: 10 años de escolaridad promedio. Lo que esto quiere decir es que los mexicanos pasamos poco tiempo en la escuela.
- Ahora bien, una cosa es la cantidad y otra la calidad. Así, a los datos previos hay que añadir que, según la prueba PISA (The Programme for International Student Assesment), que es un examen diseñado y aplicado cada tres años por la OCDE en varios países a una muestra representativa de jóvenes de 15 años de edad, México aparece continuamente como uno de las naciones con peores resultados. De hecho, de los 30 miembros de la OCDE, México está en el último lugar en los tres componentes del examen: ciencias, lectura y matemáticas. Por cierto, apenas la semana pasada se dieron a conocer los resultados del PISA más reciente y, de nuevo, México se ubicó entre los últimos lugares de todos los países evaluados. Igualmente, sigue ocupando la última posición (30) de entre los miembros de la OCDE. Pero eso no es todo: la prueba ENLACE (Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares), examen nacional de aplicación universal anual aplicado por la SEP, el cual mide el logro educativo de cada alumno en materias instrumentales básicas, es decir, Español y Matemáticas así como, de manera rotativa, en una tercera asignatura de forma tal que, eventualmente, toda la currícula sea evaluada, nos deja ver que, para el año actual, de todos los alumnos de sexto año de primaria que hay en el país, 11.9% se ubica en un nivel insuficiente en términos de Español, 48.6% en un nivel elemental, 35.7% en un nivel bueno y sólo 3.7% en un nivel excelente. Con relación a las Matemáticas, las cifras correspondientes son 12% en nivel insuficiente, 57% en nivel elemental, 25.5% en nivel bueno y 5.6% en nivel excelente. Asimismo, en términos de la materia de Historia (asignatura evaluada en 2010), las cifras son: 16.1% insuficiente, 63% elemental, 18.3% bueno y 2.6% excelente.
A nivel secundaria, los resultados indican que, de todos los alumnos de tercero de secundaria que hay en el país, en términos de la materia de Español 37.4% tiene un nivel insuficiente, 44.6% elemental, 17.2% bueno y 0.7% excelente. Respecto a Matemáticas, las cifras correspondientes son: 50.9% insuficiente, 38% elemental, 9% bueno y 2.2% excelente. Y para la asignatura de Historia, ENLACE indica que 12.9% de los alumnos tienen nivel insuficiente, 62.6% elemental, 18.7% bueno y 5.8% excelente (véase, http://enlace.sep.gob.mx).
Por si lo anterior no fuera suficiente, el 70% de los maestros que en el presente año buscaron una plaza magisterial vía el Examen Nacional de Conocimientos y Habilidades Docentes, lo reprobaron. De seguir así, como lo reportó el día 27 de octubre pasado el diario La Razón, lograremos la excelencia educativa en el año 3010.
La cuestión es, pues, que el nivel promedio de escolaridad que prevalece en el país, los resultados de pruebas en las que nos comparamos con otras naciones y los que arrojan nuestras propias pruebas evidencian, con dolorosa nitidez, que México tiene mucho por hacer en materia educativa. En otras palabras, coincidimos con el señor Gurría. Coincidimos también con él en que es urgente que contemos con mejores maestros. Lástima que, al respecto, el señor Gurría no aporta mucho puesto que nos dice que hay que mejorar la preparación de los docentes pero no nos dice cómo. Mucho menos nos dice cómo hacer frente al SNTE y a su dirigente vitalicia quienes, por ejemplo, no han cumplido a cabalidad con la cacareada Alianza por la Educación.
Lo que quiero resaltar es, entonces, que mientras no hagamos algo respecto al SNTE va a ser muy difícil generar mejores profesores, que las plazas se asignen justamente y no se paguen “con cuerpo,” como la misma Elba Esther Gordillo lo ha reconocido, que ya no haya miles de maestros asignados a funciones sindicales pero cobrando sus correspondientes salarios como profesores, que el gobierno le siga dando grandes cantidades de dinero al Sindicato y que éste no rinda cuentas al respecto, etcétera. Por supuesto, el SNTE no tiene que desaparecer; de eso no se trata. De lo que se trata es de replantear la relación SNTE-gobierno-sociedad de manera tal que todos ganemos. Esto puede conllevar costos para el SNTE mismo al comienzo del replanteamiento pero, eventualmente, sería posible compensar al sindicato con prestaciones y/o mejores salarios.
Urge que comprendamos esto: si no buscamos una manera de replantear la situación que aquí resalto, podrán venir de la OCDE, de China y hasta de Marte a decirnos que necesitamos mejores profesores y que nuestro nivel educativo es pésimo, pero, nada cambiará: es ineludible, pues, que el gobierno –todas las dependencias y poderes relevantes al respecto– se deje ya de trivialidades y se siente a negociar con el SNTE una nueva relación que beneficie a México: es eso o seguir en la tragedia educativa en la que estamos. Por cierto, sin una buena educación, no hay futuro, no hay país.
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