miércoles, 8 de diciembre de 2010

Fox y Calderón, ni a cual irle


Gregorio Ortega Molina

December 8, 2010

El desparpajo y el cinismo con el cual se comportan Vicente Fox y Felipe Calderón, es para azorar a cualquiera, dejar con la boca abierta a buena parte de la sociedad. Sobre los valores se impusieron los intereses, y eso, considera Fox, es hacer política. Disiento.

La obra literaria de Albert Camus es deslumbrante, no pierde actualidad, pues más el mundo avanza, más entra en lo absurdo. Casi adolescente leí sus cuadernos, donde encontré lo siguiente: “La política y la suerte de los hombres están hechas por hombres sin ideal y sin grandeza. Los que tienen alguna grandeza dentro no hacen política”; así pensaba él en 1937, pero después nunca dejó de hacer política con el propósito de enderezar los entuertos de los políticos. Se confrontó con el poder desde el periodismo, como ensayista, dramaturgo y novelista, como pied noir. Con lo que ocurre hoy a Acción Nacional entiendo la reflexión camusiana: la buena política se hace desde la oposición, lo demás es cinismo puro.

Hace unas semanas, en el programa Horizonte del Instituto Mexicano de la Radio, propiedad del Estado, Mario Campos preguntó a Vicente Fox Quesada: “¿Cargó los dados contra López Obrador?”

La respuesta no pudo ser más sincera, le salió de la entraña, no de la razón: “Pues claro que sí, en lo que pude, claro que sí, y es democrático; por eso lo digo yo y lo dije: fue un segundo triunfo para mí”; ¿de dónde se le ocurre al ex presidente que eso es democrático? Procedió exactamente como prometió que no lo haría, e hizo lo mismo que denunció del PRI. Convertido en presidente de México lo cegó el poder y se transformó -o mediáticamente lo convirtieron- en el mesías de una transición que no tuvo la capacidad de armar y conducir.

En el contexto del festejo de sus cuatro años de gobierno, Felipe Calderón denostó a los priistas y desconoció a los suyos o, al menos, los despreció y/o minimizó, pues al hablar de la próxima elección presidencial, dejó entrever que con tal de conservar el poder muy bien podrían hacerse atrás los legítimos aspirantes panistas, para ceder su lugar a un candidato externo, para impulsar una candidatura ciudadana, e incluso habló de algún gobernador.

¿Para qué, entonces, conformó un gabinete cuyos integrantes no le merecen la confianza y el respeto como para sucederlo? ¿Es nada más un descolón para acicatearlos? Pienso más bien en el desprecio que le merecen sus propios colaboradores, pero sólo ellos pueden sentirlo y él manifestarlo, lo que aguantarían por los salarios que reciben. ¿Quién tiene la dignidad de renunciar?


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