domingo, 19 de diciembre de 2010

Consumiendo el porvenir planetario

Alejandro Calvillo
El Universal

En los años transcurridos entre 1950 y 2000, el consumo global aumentó siete veces. Actualmente, el 86% de este consumo lo realiza el 20% de la población mundial. En el otro extremo, el 20% de los más pobres solamente son responsables del 1.3% del consumo. Se estima que el 7% de la humanidad es responsable del 50% de las emisiones de CO2, principal gas invernadero, mientras que el 40% de la humanidad con menores ingresos emite solamente el 6% del CO2. Para evitar un aumento de la temperatura promedio global mayor a 2°C, considerado éste el límite sobre el cual pueden presentarse catástrofes climáticas incontrolables, las emisiones promedio anuales por persona no deberían ser mayores a 2.5 toneladas de CO2. Actualmente, las emisiones promedio por persona en Estados Unidos son de más de 20 toneladas de CO2 al año.

Cuando hablamos de cambio climático, nuestra visión tiene que ampliarse para entender este fenómeno que tiene como principales variantes: el aumento sin freno del consumo promedio por persona y la explosión demográfica que se dan de manera totalmente descontrolada a partir de la segunda mitad del siglo XX. Varios cientos de miles de años tuvieron que pasar para que la población global llegara a mil millones en 1800 y solamente 127 años más para arribar a los 2 mil millones en 1927. Tuvieron que pasar únicamente 60 años para que pasáramos de 2 a 5 mil millones en 1987, y en 13 años más llegamos a 6 mil millones de habitantes en el 2000.

La fórmula de la crisis civilizatoria que pone en riesgo no solamente a gran parte de la población mundial, sino también a gran parte de los ecosistemas y especies que habitan este planeta, se obtiene multiplicando este aumento de la población mundial por el aumento del consumo promedio por persona. El consumo de energía extrasomático por persona al día —que considera la energía contenida en el vestido, la comida, el transporte, el calentamiento del hogar, etc., es decir, toda la energía contenida en lo que consumimos como productos o servicios— se estima que en la Edad Media era de 26 mil kilocalorías, para el inicio de la Revolución Industrial arribó a las 77 mil kilocalorías, llegando en nuestros días a 230 mil kilocalorías en promedio por persona al día.

Hablar de promedios de consumo por persona en un momento histórico determinado, nos oculta las profundas diferencias sociales. Existe un sector social, más extendido en las naciones ricas, pero también presente en las naciones pobres, que ejerce un hiperconsumo que rebasa fácilmente el medio millón de kilocalorías por persona al día. Gran parte de la producción mundial se dirige a elaborar productos y brindar servicios suntuarios para ese 20% de la humanidad, mientras un 40% está excluido de satisfacer parte importante de sus necesidades básicas.

Mientras parte importante de la población global sufre pobreza alimentaria, parte importante de la producción de alimentos es procesada para convertirla de alimentos naturales a comida chatarra. El destino de la producción y el gasto se ejemplifica considerando el consumo de los estadounidenses en cosméticos, de aproximadamente 8 mil millones de dólares, sumando el de los europeos en helados, de alrededor de 11 mil millones de dólares, que es superior al gasto en agua potable, educación básica y alcantarillado para las 2 mil millones de personas que carecen de estos servicios.

Investigadores de la Universidad de Princeton han realizado una propuesta para enfrentar el cambio climático, que parece más justa y no compromete el desarrollo de los más pobres: establecer un límite de emisiones por persona y determinar a través de él cuáles tendrían que ser las reducciones de emisiones por país. La propuesta va más allá de consideraciones per cápita para identificar a las personas que emiten más cantidad de CO2 en el mundo, con presencia en todos los países. Esta fórmula sería más equitativa frente a las estrategias actuales, que utilizan el promedio de uso de energía en un país, y que son rechazadas como injustas por una amplia mayoría, ya que enmascaran las emisiones de los países ricos, los más contaminantes.

En la propuesta actual, a China se le pone mucha presión ya que como país es el mayor emisor, sin embargo sus emisiones por persona son decenas de veces más bajas que las de los estadounidenses. Si la historia fuera otra y en el territorio de China existieran ocho países, no aparecerían en la lista de países bajo presión para disminuir emisiones, aunque fuera la misma población con el mismo nivel de emisiones.

El modelo de hiperconsumo se encuentra ya en la médula cultural de nuestra sociedad, introducido desde la más tierna infancia a través de la publicidad. Este modelo, que está en la raíz del cambio climático y las profundas desigualdades sociales tiene que enfrentarse a la vez que desarrollamos fuentes de energía renovables y formas de producción más sustentables.

Director de El Poder del Consumidor

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